Frente al mar, todo lo demás es insignificante. Claro, la obviedad es tan grande, que sólo sirve para empezar un texto que pretende dar las primeras miradas de un verano que por fin, me encuentra con efectivo espacio y tiempo de descanso.
Y por si hiciera falta algo más, se me ocurrió comprarme un par de libros de un historiador francés- Philippe Delorme- que se encarga de enterrar a ciencia pura, todas las mentiras que sostienen sino a todas, a casi todas las religiones del mundo. Frente al mar, por ejemplo, que según los creacionistas nació de un golpe de rayo del mismísimo Dios, hace apenas seis mil años, mientras que los estudios científicos más retrasados, aseguran que por la acumulación de salinidad, no tiene menos de 62 mil años.
¿ Cómo es posible que aún sigamos discutiendo lo que ciencia ya se encargó de desmentir? Si, el mundo, según los astrónomos tiene 13.800 años, desde el Big Bang. Y nosotros somos testigos de decenas de relatos nacidos de la pura tradición oral, que siguen explicando el nacimiento de la tierra, con cuentos de todopoderosos varios, antes y después de Cristo. Cuya existencia reconocemos como probable, aunque nunca como segura ni probada. Que se yo. El mar.
Mientras miro a las olas ir y venir, se me viene a la cabeza el documental de Nisman, que estrenó Netflix hace menos de cuatro días y que le devolvió vigencia a una muerte, que la mayoría de los argentinos ya dimos por olvidada.
Es increíble,como las biblias y los libros sagrados, pero pasados 20 años del comienzo del siglo XXI, en nuestro país y con todos los recursos científicos de la época, no podemos saber si un hombre se mató o lo mataron. Y encima, ese hombre, por lo que cuentan todos, era el encargado de esclarecer el mayor atentado contra la humanidad en América Latina durante el siglo XX. Casi tres décadas y no sabemos quienes, ni porque metieron una bomba en pleno centro porteño y le arrancaron la vida a mas de ochenta personas. Todos sospechamos quienes pudieron ser, claro. Pero las sospechas no dejan de ser creencias. Y a las creencias las derrumba la ciencia con pruebas irrefutables. Y no hay pruebas irrefutables. Y si las hubo, no se encuentran- como un ADN que se extravió- y si las hay, están escondidas o eliminadas por sujetos que encargados de aclarar lo ocurrido, fueron puestos ahi para que oscurecieran todo, y lo volvieran casi imposible de iluminar.
Finalmente, y más allá de los negocios y el poder. En esa trama también hay religión. Dueños de la tierra prometida, nuevos dueños, y finalmente la instalación de una nación legítima que convirtió a Medio Oriente en tierra de conflictos permanentes. Y detrás de eso, también, la historia de la guerra necesaria, para que algunos- en este caso, Trump- intenten ganar sus elecciones.
Y entonces uno mira el mar y su inmensidad y sigue imaginando monstruos gigantes de varias cabezas con tentáculos, imagina sirenas rubias de pechos tapados por el pelo mojado, y se imagina navegando en linea recta por el Atlántico hacia el Este para chocarse con África. Ese viaje que todos los que tuvimos y tenemos la fortuna de estar con la mirada clavada en el horizonte marino, alguna vez imaginamos hacer. El misterio del mar, no es otra cosa que ese conjunto de mentiras que los humanos fueron fortaleciendo a lo largo de los siglos, a pesar de la ciencia. A pesar de las verdades. A pesar de poder contar con la exactitud de las fechas y algunos hechos, pero que seguimos negando.
El mar, baldío y origen de la prosperidad de muchos, propiedad de Poseidón, territorio de los más grandes Piratas de la historia, Francis Drake mi favorito, valiente corsario que arrasó en nombre del imperio paralelo con todo aquello que encontró a su paso. Incluso las Canarias, de las que tuvo que huir , en fuga hacia Panamá, donde lo alcanzó la muerte.
No en vano, otro lanzamiento de Netflix sacude al mundo, y habla de dos jefes religiosos, sus historias, sus maniobras políticas y sus ritos vigentes que atentan contra todos los sentidos comunes. ¿ Por qué gran parte de la humanidad sigue pendiente de las afirmaciones, las posiciones morales y las órdenes de esos hombres ungidos por otros hombres, como representantes de Dios? ¿ Por qué, si la misma historia oficial de la Iglesia reconoce los horrores cometidos en nombre de ella a lo largo de la historia, muchos siguen viendo en los atávicos obispos, alguna autoridad real sobre el resto de los humanos?
Mirando el mar, mojando los pies en las frías aguas, poseído por la belleza de ese gigante interminable que esconde vidas infinitas y plásticos que lo terminarán matando, uno se hace tiempo para volver a las preguntas primitivas que casi no nos hacemos, por falta de tiempo.
Mirando el mar, y a pesar de todo lo escrito arriba, es habitual preguntarse cómo es posible que exista eso, su belleza, su temerario ir y venir. El imaginario Tsunami que lo cubre todo. Las placas que se mueven allá lejos, en la profundidad. Mirando el mar, no hay fiscales muertos, ni atentados inexplicados, ni Obispos arrepentidos por abandonar a sus hermanos, ni espías que lo arruinan todo. O si, pero parecen importar menos.