
Todos somos correctos, hasta que un día se nos cae de la boca la expresión que nos delata. El problema no es que se nos caiga, sino que subsista adentro mientras disimulamos y no hacemos nada por aniquilarlo. Ojo, acá el termino aniquilar es válido. Se trata de modificar nuestra formación, de eliminar nuestros prejuicios y de entender, que una sociedad es posible si comprendemos y respetamos al otro, de la misma manera que nos respetamos a nosotros.
Hace unos años «descubrí» que era xenófobo. Alguna razón me alejaba de todo lo que estuviera relacionado con los chinos. Un par de experiencias malas, normales, me «convenció» de que todo lo que vendian los supermercados chinos, los comedores chinos, estaba en mal estado. Es más, eso me llevó no sólo a evitar comprarles, bajo cualquier excusa, sino a dejar caer cada tanto, algunas expresiones chinofobas, o sea, xenófobas.
Lo que me pasaba a mi con los chinos, es lo mismo que le pasa a muchos con los homosexuales, con los negros, con los judíos, con los árabes o con los «negros» que pasan con el carro por la puerta de casa pidiendo comida.
Yo llegaba el extremo de «justificar» mi rechazo en cuestiones de «Estado». Hablaba de la supuesta invasión de chinos financiados por el gobierno, para tomar la economía argentina. No importa si eso es cierto o no. Lo que me pasaba a mi no era que me preocupara eso, me molestaban los chinos. Me daba asco entrar a un super chino, y ponia bajo sospecha todo lo que provenía de ellos.
Eso me ocurrió, a veces me sigue ocurriendo, pero ahora cuando se asoma ese pensamiento, me recuerdo a mi mismo la raíz de esa irracionalidad, y repito que «ese chino» es igual que yo. Que tiene los mismos derechos, y que merece el mismo respeto que tengo por los que no son chinos. Lo trabajo, leo, y procuro exterminarlo de mi ser. A veces, entro al chino de mi barrio, y me río. Llego hasta allí, sin pensarlo. Y me alegra. Antes, directamente elegía un super mas lejano, y me negaba a entrar. Demanda trabajo. Y hay que darlo, hay que batallar contra ese xenófobo, nazi, que llevamos dentro.
Lo que dijo el ex candidato a diputado del PRO, Franco Rinaldi, no es otra cosa que eso: se burló de los gays porque les «pica la cola», dijo que Página 12 es «un amontonamiento» de judios, por eso les llamó Sinagoga, y encima citó a un nazi confeso, como Guilermo Patricio Kelly – un olvidable personaje de la SIDE que formuló alguna vez la frase: «Haga patria, mate a un judio»; y además dijo que la única solución para los problemas en las villas, era entrar con un lanzallamas, para agregar, con humor, claro: «¿Matamos a los morochos o dejamos que hagan lo que quieran?»
Todas esas expresiones, todas, son genuinas. Viven adentro de Franco Rinaldi, y Rinaldi, además de pedir disculpas, debe ocuparse de eliminarlas de su ser, porque no se van solas. Porque no se van diciendo que son «chistes», y mucho menos con explicaciones que lo remotan a «otro yo». No hay otros yo, salvo que estemos en presencia de un psicópata. Hay un solo yo, que debe asumir ese problema y resolverlo. No sirve decir que fue un «error», porque eso es tan brutal como admitir que «tengo un amigo judio y otro gay» o decir con soltura » pero yo estoy a favor de Israel».
Los que alguna vez pasamos por una situación así, y aceptamos que lo que nos pasa es una irracionalidad, y que esa irracionalidad está basada en la idea de que «nosotros somos mejores que estos otros», en mi caso los chinos, ha generado tragedias a lo largo de los siglos. Y mientras subsisten, generan luchas de odio que se multiplican con las revanchas y las réplicas: Lo vive a diario Francia, lo siguen viviendo los norteamericanos cuando la policia mata a un negro por serlo, lo viven israelies y palestinos, cuando matan a sus vecinos sólo por ser lo que son.
Esos «chistes» fundaron al nazismo, sostienen a las organizaciones terroristas musulmanes, y matan, si, matan, a muchos pibes argentinos a los que la policia les tira por tirar, porque son de piel oscura y no parecen tener plata para pagar abogados.
La misma raíz para los machistas femicidas. Lo mismo para los fanáticos del fútbol o de la política, que está convencidos de su superioridad y creen que el otro debe ser eliminado.
Argentina, a pesar de su historia judeocristiana que expulsó a los negros, que los mandó a morir a la guerra del Paraguay, y de la violencia animal con la que se mató a la mayoría de los pueblos originarios, escribió otra historia. Escribe otra historia: No sólo fuimos refugio de miles y miles de refugiados por las dos guerras mundiales, sino que recibimos sin ningún reproche «masivo», a los venezolanos, cubanos, paraguayos, bolivianos y africanos que nos eligieron para sobrevivir.
Cuando se «caen» frases como las de Franco Rinaldi, lo que hay que hacer es señalarlas. Y explicar por qué son lo que son. Y cuales son los riesgos que implican las diseminaciones de esos prejuicios. Porque son prejuicios, son expresiones sin ningun fundamento racional y dejan en evidencia la idea de que algunos, como yo en su momento con los chinos, creen que hay razas, religiones, sexualidades y géneros que son superiores sobre otros.
Al nazismo, al fanatismo, hay que extirparlo de raíz. Y una de esas maneras, es sancionando a los que las promueven, quintándoles por ejemplo, el derecho a presentarse a elecciones. Porque no aceptamos esos valores. Porque nuestra constitución dice otra cosa, porque nuestras leyes dicen otra cosa, y porque ese candidato, antes de serlo, debe eliminar sus fobias.
Ahi es trabajo de la educación, del Estado fomentando valores igualitarios, y de asomarse a nuestra propia complejidad, que a veces, como en mi caso, lleva un nazi adentro.
Hay que echarlo. Para eso, primero hay que reconocerlo, después atacarlo y finalmente matarlo.




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