El pequeño grupo de manifestantes que rompió la puerta principal del Palacio Legislativo, lanzó una bomba incendiaria en el hall y trató de ingresar al recinto mientras se trataba la reforma de la ley jubilatoria santafesina, perseguía un objetivo: Impedir que la ley se sancionara y provocar una reacción de las fuerzas policiales, que les permitiera «comparar» lo ocurrido un día antes en Buenos Aires. El silencio alarmante sobre lo acontecido, pone la lupa sobre un par de sindicatos. Lo investiga el MPA.

Hay un «Diario del Lunes» que carece de los titulares que algunos buscaban: En los acontecimientos de la legislatura no hubo violencia estatal. Los que planearon ( y provocaron) los incidentes, quedaron en off-side, porque algunas horas antes los funcionarios del ejecutivo y el legislativo, dieron «el paso adelante».

La manzana de la legislatura había sido vallada el jueves a la madrugada. Hay registros fotográficos que muestran un recaudo exagerado de la Policía de Santa Fe: Según ese esquema, los manifestantes no hubieran podido acceder a la puerta principal.

Un informe de inteligencia- si, de inteligencia- advirtió que en los colectivos que financiaron SADOP ROSARIO y FESTRAM, viajaban algunas personas «invitadas» a la manifestación, que no eran ni empleados, ni jubilados del Estado.

Sin embargo, una decisión que tomaron en conjunto el Ministro de Seguridad con la Presidenta de la Cámara de Diputados, Clara García, el jueves antes de las 10 de la mañana modificó los planes: Las vallas se retiraron y se dispuso un operativo meramente preventivo. Nada de cordones con agentes armados, y ninguna provocación a los ánimos de los manifestantes.

Las columnas de los sindicatos, caminaron sin ningún reparo desde la zona del puerto, pasaron por la plaza 25 de mayo, algunos se detuvieron algunos minutos en Casa Gris y siguieron por Avenida General López, sin ningún inconveniente. La presencia policial se limitó a prestar el servicio de corte de tránsito.

No hubo ni antes ni durante la sesión de la Cámara de Diputados, nada que pudiera interpretarse como una provocación al estallido. Lo que pasaba en el recinto se puede discutir y cuestionar, lo de afuera no admite ninguna discusión.

PRESIONEN Y SINO, ROMPAN TODO

¿ Que fue lo que pasó entonces?

La mirada de algunos dirigentes sindicales estaba puesta en la presunta «debilidad» de voluntad en algunos legisladores de UXCSF. Durante toda la semana, algunos diputados socialistas recibieron meils, mensajes de WhatsApp y comentarios en sus redes sociales, donde se los acusaba de «traidores a la causa de los trabajadores».

Ese «trabajo» sobre algunos votos que se consideraban «reversibles», fracasó. El debate sobre la ley previsional llevó más de dos meses en el seno de la coalición de gobierno. Todos saben que fue en ese ámbito, donde la nueva ley recibió las modificaciones que fueron promoviendo algunos dirigentes sindicales, y donde se consensuaron las posiciones de todos los integrantes: Todos votarían por el proyecto, porque lo cerraron y se comprometieron a hacerlo. Era una prueba de fuego a la «orgánica» de UNIDOS.

Entonces la orden de entrar a la legislatura: «Si van a votar igual, que lo hagan en medio de un escándalo, con balas de goma y palazos de la policía a los trabajadores. Como ayer pasó en Buenos Aires» . Lo que no esperaban es que no hubiera represión, ni ninguna acción policial que pudiera justificar a los violentos.

La estrategia estaba clara: o conseguían torcer la voluntad de algunos diputados de UxCSF o «la pudrían». Intentaron las dos cosas, pero volvió a fallar.

Cuando la puerta cedió ante la acción de un puñado de diez o quince violentos, y una bomba de estruendo incendiaria, explotó en el hall donde se encontraban empleados legislativos, policías sin armas, periodistas y algunos legisladores que se habían asomado para ver lo que estaba aconteciendo, se tomó otra decisión que descolocó a los que protestaban, afuera y adentro :No es casual que haya sido el socialista Pablo Farias, quien solicitara la clausura del debate y la votación inmediata de la ley.

La palabra del ex presidente de la Cámara, y hombre de estrecha confianza del ex gobernador Miguel Lifschitz, no solo confirmaba que el camino de la ley era irreversible, sino que todos los integrantes de la coalición la iban a votar.

Dentro del recinto, y en pleno uso del derecho a presenciar el debate, algunos dirigentes sindicales insultaban al oficialismo, y le arrojaban agua y botellas vacías a los legisladores. Paradoja: fue el oficialismo el que les autorizó el ingreso, y en algunos casos, los acompañó hasta sus lugares, en un clima de absoluta amabilidad.

Afuera, habían aparecido los policías que acordonaron la zona atacada. Se limitaron a lanzar gases lacrimógenos a quienes insistían con la violencia. Hubo cinco efectivos policiales heridos. Y NADA MÁS.

Contra todas las expectativas de quienes fueron a provocar incidentes, no hubo «viejos apaleados, ni niños atacados con gases lacrimógenos, ni protocolos que violentaran los derechos a protestar» Y se votó la ley.

Por estas horas, y tras la presentación que hicieron los funcionarios legislativos, el MPA revisa las imágenes que presentó el ministro de Seguridad Pablo Cococcioni y se busca identificar a los responsables materiales de los incidentes. Pero irán por los «intelectuales».

Lo llamativo, que parece una confesión, es el silencio de los principales dirigentes sindicales- hayan o no concurrido o convocado- sobre lo acontecido. Ni una palabra de repudio y rechazo a los violentos. Ni una sola aclaración.

Frente a algunos asuntos, el silencio termina siendo una contundente manifestación.

EL CUARTO INTERMEDIO, AMALIA, CORACH Y EL DEBATE.

Se puede discutir si la decisión que tomó el oficialismo era la adecuada. De hecho, durante la reunión del interbloque que se produjo apenas se pasó al cuarto intermedio, algunos propusieron dar un paso atrás y proponer que se vuelva a votar una vez que se reanudaba la sesión.

«Pudimos hacerlo, pero significaba admitir una falsedad: que la votación había sido fuera del reglamento» dice Pablo Farías.

Mientras se desarrollaba esa reunión, en los pasillos, Amalia Granata jugaba donde mejor juega desde que es una persona pública: en el barro. A los gritos, tal como confesó cuando tomó la palabra un rato después, le explicaba a todos los que la consultaban, que estaban frente «a una votación fraudulenta». Un asunto con el que , dice, insistirá en la justicia. A la dirigente de UNITE, le sobra carisma y sabe que hoy en Santa Fe, la oposición está huérfana de referencias.

Al final del día, los «opositores progresistas», los dirigentes sindicales que habían convocado a la marcha- con y sin violentos- quedaron expuestos: Iban detrás de Granata. Una radiografía de sus representatividades.

¿ Y el peronismo? Los ex ministros de Omar Perotti, Marcos Corach y Celia Arena, repetían el mismo argumento, eludiendo un detalle: ellos habían votado. Y a diferencia del bloque de Granata, legitimaron la sanción de la ley, manifestando su rechazo en las bancas. El rafaelino agregó en su discurso una falsedad: en declaraciones a la prensa y luego en el recinto, aseguró que la ley había sido sancionada «entre gases, palos y represión». Es lógico que Corach crea eso: durante su mandato los principales asuntos lo resolvían por decreto, como la entrega del juego on line a los casinos por 15 años. Y la violencia, sólo afectaba a los rosarinos y santafesinos que sufrieron los más altos indicadores de homicidios de la historia, mientras ellos habían montado un esquema de espionaje ilegal desde el Estado. Entonces no le preocupaba ni la transparencia ni la violencia. Las actuales estadísticas criminales hablan solas, sobre la incapacidad o la connivencia que tuvieron Perotti, Arena y el propio Corach en esos asuntos.

Al final, hablaron TODOS. Todos expresaron lo que querian expresar sobre la ley y sus efectos. Quienes cuestionan la legalidad, deben aceptar que las circunstancias justificaron la decisión de votar con anticipación, pero además, que no había otro resultado posible.

Ganó la institucionalidad pacifica por encima de la violencia patotera. Y la política, volvió a mostrar una cara espantosa: que a veces, con tal de sacar algunas ventajas, algunos están dispuestos a cualquier cosa. Incluso a poner en riesgo la vida de las personas.


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