
Al final, Milei gobierna para la casta, castiga a la clase media y usa a la política para darse gustos, mientras sus políticas hunden al país en un estado de pobreza más profunda, aún más profunda de la que recibió.
Es verdad que la inflación bajó. Pero no tiene mérito si se hace sólo a base de quitarle los recursos a la gente que labura. Lo virtuoso sería que lo hiciera mientras produce reactivos a la economía, especialmente a la economía pyme, que es la que genera el 67% del empleo privado.
No está mal que ajuste al Estado. Pero ese ajuste no puede incluir el vaciamiento de lo elemental y lo que genera riqueza. Dejar a las Universidades públicas, a los organismos científicos en estado de inanición ó eliminar y/o obstruir la distribución de medicamentos oncológicos, limitar la atención médica a los jubilados y someterlos a los peores ingresos de las últimas dos décadas.
Milei ganó con el discurso de terminar con la casta. Pero pacta sin ninguna verguenza con lo peor de la casta judicial- Ariel Lijo- y con lo peor del sindicalismo argentino, para no avanzar en uno de los reclamos más importantes de la sociedad: los privilegios de los dirigentes ricos que representan a trabajadores cada vez más pobres.
Sus bravuconadas en el extranjero, que generaron alguna gracia al comienzo, empiezan a espantar: decir en la ONU que dejará al país afuera del pacto por la agenda 2030 y votar con Rusia, Venezuela, Nicaragua y los paises que protejen al terrorismo islámico, no parece compadecerse con sus promesas de defender a los paises que, según él, representan la resistencia al afiebrado planteo del «avance del comunismo»
Su falta de empatía con los problemas de la «chusma» es cada vez más notoria: Viaja a la Córdoba incendiada, pero se limita a sobrevolarla y no se permite ni siquiera un encuentro para darle aliento a los bomberos que entregan su vida para apagar las llamas que se llevan bienes y animales, de manera brutal.
Renuncia el Ministro de Salud porque no soportó la falta de recursos para combatir el dengue. Lo reemplaza un empresario de la salud privada, al que no parece preocuparle otra cosa que los números cierren.
Y en medio de todo eso, los indicadores de pobreza crecen. No hay ningun síntoma de crecimiento, salvo la reactivación del negocio financiero y la timba.
La paciencia social parece dormida. Todavía el desprecio por el festival Kirchnerista le gana a la angustia que genera la incertidumbre económica y a las incomodidades que empiezan a provocar las alteraciones emocionales del presidente.
La esperanza se cae. Como se cayeron todas las esperanzas en este pais cuando los procesos traicionaron las expectativas de los votantes.
Se equivoca Milei si cree que está a salvo. Le erran si creen que la comunicación por redes sociales puede ganarle a la percepción cotidiana del que la pasó mal, la pasa mal y empieza a advertir que la puede pasar aún peor.
Es facil cerrar los numeros aumentando todos los costos de los sectores medios.
La foto con Susana Gimenez en el balcón de la Rosada, el mismo día en que se anuncian los peores indicadores sociales desde la crisis del 2001, implica una notoria falta de «timing» y un absoluto divorcio con lo que pasa en la calle.
Ni toco a la «casta», ni terminó con los privilegios, ni le mejoró la vida a los argentinos.
Milei, y lo dicen todas las encuestas, empezó el declive que sufren todos los gobiernos cuando no dan soluciones a los problemas. Más, si los agrava.
La metáfora del «principio de revelación» que el presidente suele usar para describir un presunto despertar de la sociedad respecto a algunos temas, puede convertirse en su propia trampa.
Los argentinos queríamos vivir mejor, bajar la intensidad de los conflictos y sentir que estábamos en condiciones de establecer nuevos pactos de convivencia.
No queríamos el desprecio por los viejos, por las universidades, el alineamiento a conflictos internacionales que ya nos valieron atentados, ni la persecución al periodismo que opina distinto, ni los linchamientos virtuales, ni a un presidente señalando a los «enemigos» de manera cotidiana.
Muchas de esas cosas, fueron las que provocaron el hartazgo por lo «anterior»
Milei, más allá de lo presuntamente ideológico, no parece entender que es el presidente del pais. Que un gobierno no es su familia. Y que sus acciones provocan efectos.
Nada que no le haya pasado a los anteriores.
Debería leer como terminaron los anteriores. El no es distinto.





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