En las últimas horas, decenas de miles de lectores quedamos impactados con una noticia: El periodista y escritor Martin Caparrós hizo público que sufre de ELA. Sabemos que fue diagnsoticado hace dos años y medio y que en su viaje silencioso con la enfermedad, escribió un libro en el que nos invitará a compartir ese proceso y gran parte de su vida. Lo contó a corazón abierto. Y en redes, algunos, no tardaron en propinarle insultos, agravios y celebraciones funestas.

En esas mismas horas, murió el ex Ministro de Salud de la Nación Ginés Gonzalez García. Estaba gravemente enfermo, y unas horas antes del descenlace, había sido notificado de su procesamiento por el mal manejo de las vacunas durante el COVID. No sólo en las redes, sino en un escenario público, el presidente Javier Milei lo despidió primero de manera, al menos desafortunada: «Hoy partió uno de los políticos más siniestros de nuestra historia», y no conforme, en un acto público y recaudando aplausos lanzó: «parece que la muerte los vuelve buenos, pero este era un hijo de remil putas y será recordado como eso».

Pero no nos alcanzó con esas dos cosas, porque en la Argentina lisérgica no paran de ocurrir situaciones delirantes y cada vez más sintomáticas de nuestra decadencia moral.

Al presidente, en una entrevista televisiva, se le ocurrió decir, además de sus cada vez agraviantes calificaciones contra el periodismo, que por morbo, si, lo dijo, por morbo, le encantaría «ponerle el último clavo al cajón del Kirchnerismo con Cristina adentro».

En las redes comenzó un festival de agresiones entre libertarios y kirchneristas, que no sólo ahondaron en sus deseos mortuorios y sus promesas de revanchas violentas, sino que dió lugar a la respuesta de la ex presidenta que aprovechó para decirle a Milei: » ¿Así que ahora me querés matar?Estás nervioso y agresivo porque todas las idioteces que, durante años, dijiste en la tele y todavía seguís repitiendo son solo eso: idioteces«. En un claro desperdicio, uno más, de una chance para mostrar diferencias en los modos con su nuevo contrincante.

Pero faltaban los Martin Fierro de Cine y Series. Un lugar en el que todos suponíamos, con razones, que iban a existir discursos de alto voltaje político, a raíz de los recortes que el gobierno le hizo a las producciones nacionales a través del INCAA.

Y ahi, más allá de las interpretaciones de los gestos de Luis Brandoni y Guillermo Francella- asociados injustamente a las políticas gubernamentales- y los valiosos aportes que hicieron entre otros, Graciela Borges y Mirtha Legrand ( si, la misma) apoyando a la industria y defendiendo a los actores y productores que perdieron posibilidades laborales, Norman Brisky ( si, el mismo) aprovechó el escenario para desatar su ira no sólo contra el gobierno, sino contra todo aquello que se le vino a la cabeza en ese momento. Y entonces jugó «Gaza… Gaza…. Gaza…. Jamás ( en obvia referencia a Hamás), Jamás, será vencida». Metiendo la cola en un asunto que, a diferencia de las políticas gubernamentales, no tiene niveles de adhesiones fáciles.

Entonces hoy, los medios salieron a cazarlo a Brisky, recordándole que ese discurso no hubiera sido posible en Gaza, y que ni siquiera hubiera podido llegar al escenario porque era judio, y que a los judios, como a los homosexuales, como a las mujeres que son infieles y a cualquier reclamo que nazca en reproche a los que gobiernan Gaza, sería respondido con la muerte.

Prefiero pasar de este asunto. El sólo hecho de reconocer entre los rehénes tomados el 7 de octubre a decenas de argentinos nativos y a otros tantos israelies familiares de argentinos, me impide jugar con las interpretaciones banales de los discursos. Argentina es un pueblo con una alta población judía, y la ligereza con la que algunos «manejan» las interpretaciones del conflicto me parecen innecesarias. DOLOROSAS e innecesarias. Y entonces, caí en la cuenta.

¿Cual es la necesidad de caer tan bajo en las descalificaciones, los deseos, los reproches y las réplicas en el discurso público de tantos argentinos?¿ Por qué llegamos a estos hondos bajos fondos donde el barro no se subleva, sino que directamente nos hunde? ¿ Alguien cree, de verdad, que en este nivel tan callejero, tan lumpen, tan desagradable e irreversible de insultos, van a encontrar alguna salida a los conflictos sobre los que se debate?

No se trata de posiciones ideológicas. No hablo de eso. En esto, no hay distinción de ideologías. Es la condición humana

Si no es la muerte o la enfermedad terminal el límite… ¿ Cual es el límite?

Damos la sensación, y seguramente esto es aplicable a otros paises , de haber pérdido la condición humana, en medio de debates en los que no está en juego la vida de nadie. Al menos a corto plazo.

La politica, que es el arte de la conversación, del dialogo, del acuerdo con los que no estás de acuerdo; y que precisamente nació como alternativa a la guerra, se va convirtiendo, con estos modos, en una guerra discursiva, donde es lo mismo el que piensa distinto que una rata, o un opositor y un delincuente.

Es obvio que todo empieza por el presidente. En él, en su violencia continua y neurótica, hay una clara autorización para usar lo peor de las entrañas de sus seguidores, en esa máquina opresiva y silenciante, en la que se ha convertido Twitter.

Es claro que el contenido de todas las expresiones presidenciales, están cargadas de una ira, sin ninguna clase ni distinción linguistica. Todo es barato, pelado, vulgar y se reproduce por miles y miles, a través de cuentas pagas de twitter. Un festival financiado con LA NUESTRA, como elegimos decir, para llenar de chabacanería y perogrullada las redes sociales y la mente cansada de muchos argentinos.

Javier Milei es, sin ninguna duda, la piedra angular de este derrape general de conversaciones donde no existe límites. Ni morales, ni éticos, ni gramaticales.

Su modo de «construir», su manera de dar la «batalla cultural» está básicamente marcada por un nivel muy bajo, y todos los que lo siguen creen que se trata de hacerlo de la misma manera. Incluso los genuinos y gratuitos repetidores.

Pero tambien los otros. Nadie levanta un centímetro la vara en la discusión. Los pocos que lo intentan, son abarrotados de insultos, acusaciones infundadas, y ubicaciones falsas.

La primera es CFK, claro. Le encanta la victimización, y los agravios de Javier, le permiten sacar a la «mina » de barrio de La Plata, que sus «clases magistrales» y sus gustos «Rapanuí» pretenden ocultar. Cristina es también , y allí la responsabilidad compartida, la autora de un relato que nos encerró a todos en una larga década de «ellos o nosotros» y una malversación de la historia que puso a los que nos oponíamos a sus políticas o corrupciones, en «apologistas de la dictadura», «gorilas cipayos» y «enemigos de la patria» a un montón de giles que pedíamos que hicieran lo que nunca hicieron, para que no terminaramos, como terminamos.

Y todos los demás. Los que se abusan de miserables y breves espacios de notoriedad y poder, para descargar sus frustraciones personales o colectivas, y convertirlas en arengas salvajes, sin ninguna perdurabilidad ni ganancia acumulable para los que vendrán. ¿ O de verdad cree el bueno de Norman, que lo recordarán por su panfleto y sus reivindicaciones al terror?

¿ Es muy cándido lo que estoy diciendo? ¿ O se trata de una sensación de desasosiego que, a lo mejor, compartida, nos ayuda a empezar a reclamarnos límites?

Y no se trata de lo «wok» ni de corrección política. Se trata de volver a reconocernos humanos y reconocer en el otro a un ser humano. Que sufre, que se enferma, que tiene hijos, madres, familia y amigos, que no lo reconocen sólo por sus aspectos públicos?

Caparrós es, por ejemplo, y puedo defenderlo desde mi condición de lector, un referente indispensable del periodismo profundo. Ese que se ocupó de indagar de cerca, poniendo el cuerpo, los asuntos más horribles de la condición humana, en especial las que se generan con las políticas (o la falta de ellas) y que derivan en una desigualdad insoportable.

Es un escritor notable. Y no es admisible que se lo sindique sólo por sus posiciones políticas ni por su historia militante. Es absurdo, pero para para muchos, Caparrós sólo significa su coautoria de LA VOLUNTAD, una obra compartida con Eduardo Anguita, que sigue siendo una obra indispensable para entender los 70, y «un montonero».

Caparros es, uno de los mejores escritores del país del siglo XXI. ¿ Cómo es posible que no vean eso, los que lo insultan? ¿ No importa eso?

¿ Entienden que las personas son mucho más que sus pensamientos políticos?

Argentina tuvo, en democracia, expresiones del liberalismo respetable y respetuosas. Pienso en el propio Mariano Grondona, que aún habiendo sido vocero de algunas dictaduras anteriores a la genocida del 76, durante el retorno de la democracia significó una tribuna donde se exresaban libremente todas las ideas y posiciones.

¿ No es módico acaso pedir que discutamos, pero que lo hagamos con una mínima cuota de reconocimiento humano en el otro?

Necesitamos volver a respetarnos y exigir que nos respeten. Y eso empieza por cada uno de nosotros y nuestra predisposición a ponerle límites a los exhabruptos.

Respetar en la muerte, no al muerto, pero si a sus seres queridos que no son ni fueron culpables de sus acciones. Habrá tiempo, después para contar quienes fueron los muertos.

Respetar a los enfermos, hacer silencio.

Y sobre todas las cosas, ensanchar un poco nuestra tolerancia.

Podés pensar como Milei, pero no es necesario que seas tan vulgar ni pedestre.

Podes creer en Cristina, pero no es necesario que me pongas a la patria en el medio, ni me ubiques en la linea del oprobio porque yo no creo en ella.

Quizas haga falta volver a leer un poco más. A lo mejor, estamos viviendo el anunciado final de las sociedades. A lo mejor, es el cumplimiento de los presagios distópicos.

Y lamentablemente, lo que viene, es el regreso a la selva.


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