Éramos dos, un departamento de 30 metros «alquilado» de mi hermana, dos micrófonos, una PC, dos webcams, una consola de 4 canales, un toldo verde, cuatro sillas y una mesa de pino. Cuatro luces ubicadas a ojo, un mantel rojo, algunos pocos amigos que nos miraban con piedad, y una ilusión. Era el 9 de marzo de 2020.

Éramos pocos y poco, y a los 10 días nos declararon una pandemia. Ni abrazarnos podíamos. Y sin embargo, encendimos todo y nos pusimos a hablar. Salíamos por Facebook en vivo, y después por Youtube. Sabíamos nada de streaming, cuando nadie en Santa Fe lo hacía, y aprendimos mientras lo fuimos haciendo.

Fueron tantas las adversidades, que no parecen reales. A la pandemia le sumamos problemas personales, la falta de dinero, un robo que la justicia nunca se encargó de aclarar a pesar de tener todas las cámaras de una Sinagoga enfrente y de la Municipalidad, a veinte metros. Un gobierno provincial molesto y con ánimo de castigo constante. Un gobierno municipal que prefería no molestar al provincial y nos ninguneaba. Eramos poco y nada. Pero insistimos.

En los primeros tres años nunca pudimos pagar sueldos al día. Juntábamos de a puchitos, le rogábamos a algunos legisladores para que nos ayudaran a mantenernos, y fuimos creciendo al ritmo que crecían nuestras deudas. Nos prestaron plata amigos, y para poder devolverles, nos endeudábamos más.

Pero no nos callábamos. No nos rendiamos ante la tentación: molestábamos tanto, que algunos llamaron para «arreglar». Y nosotros les dijimos que no. A pesar de que nos mandaban a espiar en nuestros departamentos, nos pinchaban los teléfonos, y si, claro, nos tiraban encima todo lo que podían para callarnos.

Hicimos denuncias graves y documentadas. Nos convertimos en las voces que el gobierno, los sindicatos y las empresas que se enriquecían con la pandemia trataban de callar. Y nuestros contenidos circulaban por whatshapp, por Instagram, por Twitter, por Facebook. Sin poner plata, sin comprar seguidores, sin querer parecer nunca lo que no eramos, ni hoy, lo que no somos.

Algunos se bajaban, pocos se subian. Algunos «probaban» suerte, pero apenas les surgía una opción «segura» se rajaban. Eramos el último orejón del tarro, los marginales que causaban ternura en algunos, y mucha furia en los demás. Nos bancamos varias inspecciones ordenadas por el Ministro de Trabajo de Perotti, las excusas de algunos amigos que nos decian: «Si te pauto, Omar me mata», o la más desoladora de todas las frases que escuché en esos días, durante un asado; «No te saques una foto conmigo, no quiero que me vean con vos». Eso eramos: sarna. Y nos negaban el tratamiento.

Pero no les dimos bola. Nunca, lo juro, nunca flaqueamos en la idea de seguir.

Y después vino la mudanza al estudio de mi viejo, el esfuerzo de ir haciendo- este verano continuamos- un estudio de verdad. Vino otra consola, un par de computadoras compradas a deuda, los planes de pago de la AFIP que nos agobió y nos obligó a endeudarnos más para pagarles en los años en los que nadie te daba crédito y si lo tomábamos, como lo hicimos, pagabas intereses por encima de la usura.

Y después alquilamos una frecuencia, y nos hicimos radio. Con una antena baja, con equipos viejos, con transmisiones que se cortaban ante la primera gota de lluvia. Con todas las dificultades que supone ponerse a hacer algo que requiere dinero, pero sin dinero.

Y seguimos. Nadie, absolutamente nadie, de los que conocen la política provincial, nos quieran o no, pueden ignorar lo que generamos desde lo periodistico.

Cometimos tantos errores cómo aciertos. Nos defraudaron algunos, nos estafaron otros.

Lo saben todos. Hoy somos un FM relativamente conocida en Santa Fe, nos asociamos con el Grupo La Opinión de Rafaela y emitimos en la 92.1, y hay varias ciudades de la provincia en la que estamos intentando concretar acuerdos para otras repetidoras.

REC, es un espacio de trabajo que se fue reconvirtiendo en una empresa y en un medio de comunicación, con «papeles» y expectativas de creciendo.

No somos lo que nos gustaría ser, todavía, pero somos mucho, muchísimo más de lo que éramos hace cinco años.

Hoy, a cinco años de aquella primera transmisión, sabemos que nos falta mucho, muchísimo, para convertirnos en un medio importante. Pero somos esa piedra en el zapato que incomoda a muchos. Y somos esa alternativa, esa opción, en la que muchos, sino todos, tienen la posibilidad de decir lo que quieren.

Pero nunca permitimos que nos detuvieran la marcha. Un poco más lento, un poco más rápido. Pero sin detenernos nunca.

En REC hablan todos. Y si no hablan es porque no quieren. Pero saben que están invitados a hablar.

En REC se informa, se opina, se produce, se edita, se postea, se crea, y también, se ganan la vida un puñado de pibes y pibas que trabajan en un ambiente donde no hay patrones que maltratan.

REC es una radio digital audiovisual nativa, la primera, de Santa Fe. Y no hay ninguna razón, ninguna, para no creer que seguiremos creciendo.

A los que nos ayudaron, porque los hubo y de una manera muy importante, GRACIAS.

A los que creyeron en nosotros, GRACIAS.

Y a los demás, saludos. Nunca será el resentimiento ni la revancha el motor de nuestras acciones.

Los que nos conocen saben, y muy bien, que los que nos gusta es hacer periodismo. Comunicar. Reirnos. Buscar las maneras más creativas y riesgosas de contar las cosas. Desde dónde las vemos. Sin dejar que se escuchen las voces de los que las miran desde otro lugar.

Cinco años, hoy, de REC.

Y sinceramente, lo que tenemos, es orgullo.


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