Los resultados de la primera evaluación de lectura de esta gestión educativa en la provincia de Santa Fe, son trágicos: Sólo uno de cada cuatro alumnos de las escuelas santafesinas que cursan tercer grado inicial, saben leer bien. Los tres restantes, deletrean con lentitud sin pensar lo que están leyendo o directamente no saben leer.

Hay una reflexión que asoma por sobre todas las que signifiquen acusar a tales o cuales por este desastre: La ignorancia de los niños santafesinos, si no se interrumpe de inmediato, se multiplicará. Y todos sabemos, que allí se anidan el resto de las tragedias sociales.

¿ Cómo es posible que en Santa Fe, el segundo estado nacional, tengamos semejantes resultados educativos? Hablamos de una provincia, que a pesar de la última gestión de Omar Perotti, viene sosteniendo una inversión creciente y sostenida en la materia.

¿ Cuales fueron los errores, la suma de errores, la falta de detección de la gravedad del problema, para que cumplido cuarto del siglo XXI, estemos como estamos?

Será un error, señalar a algún sector particular. Todos, y cuando digo todos, digo todos los sectores que tienen la obligación de pensar, planificar, organizar y concretar la tarea educativa, tienen niveles de responsabilidad.

También el periodismo, claro, que hunde en su agenda a la materia en las profundidades, por no ser un asunto «entretenido»

También las organizaciones sociales y los sindicatos, que ponen el foco en cualquier cosa, menos en los resultados .

Todos somos responsables, y todos, tenemos la obligación de aportar soluciones. Y si no las tenemos, debemos tener la generosidad del silencio y el respeto por quienes están intentando hacerlo.

Los resultados de Santa Fe, seguramente, no son exclusivos. Es razonable pensar que la realidad del resto del país es la misma, incluso más grave, en algunos puntos donde habita la pobreza, la marginalidad y el esquema de utilización de esa pobreza, para sostener regimenes feudales.

Más allá de cualquier plan Raíz, y de cualquier intento solitario que pueda gestionar de buena fe cualquier gobierno provincial, no encontraremos la solución al problema, sin abordarlo desde las necesidades de los pibes, de cara a la próximas dos décadas.

Hay que avanzar con urgencia hacia la doble escolaridad. Uruguay, Chile y Paraguay, sólo por citar ejemplos vecinos, ya la implementan o o tienen marcos legales que contemplan la educación inclusiva y la posibilidad de doble escolaridad o jornada extendida. ¿Por qué Argentina no puede?

Porque no han querido. Porque a los gobiernos que condujeron el país en estas últimas dos décadas, estuvieron más ocupados en garantizar los votos que le den continuidad a sus gobiernos, que en detenerse sobre este desastre que ahora, en Santa Fe, tiene números.

Es imperioso que el Estado, el santafesino o cualquiera que pretenda resolver el problema, insista en la búsqueda de los pibes que abandonan la actividad escolar, y los contengan en escuelas que, no solamente les enseñen a leer y escribir, sino que los formen en matemáticas, ciencias, tecnología, cultura y les incorpore la opción real de formar parte de equipos: ya se trate de deportivos, orquestas juveniles, elencos teatrales, o brigadistas del medio ambiente.

Los chicos no solo deben saber leer, que es básico, sino que deben encontrar en los años de escolaridad obligatoria, el lugar desde donde resistirse a las tentaciones de la calle, las adicciones y el delito, que termina siendo la salida para conseguir lo que sus padres nunca consiguieron trabajando o viviendo de planes sociales.

Los resultados de las pruebas de lectura, evidencian la indolencia social por la caída de la calidad educativa, pero sobre todo, desnuda la fragilidad de cualquier proyecto de futuro para el país.

Hay que refundar la escuela. Hay que rediseñarla. Hay que asociarlas a los clubes de barrio. Hay que invertir en ellas, seguro, pero hay que exigirle mayor formación al docente. La docencia debe dejar de ser una salida laboral con estabilidad, y debe volver a ser una vocación. Con el compromiso prioritario con la formación y la custodia del progreso de los chicos.

Las escuelas santafesinas, especialmente las que reunen a los chicos que provienen de familias de bajos recursos, se han convertido en lugares de alimentación. La copa de leche o los comedores, son uno de los motivos principales de asistencia al aula. Hay que darles de comer, si, pero los pibes tienen que encontrar en ese espacio un refugio desde donde desplegar sus habilidades naturales, sus oficios y prepararse para poder salir a la calle, con todas las herramientas que necesitan para competir en la crueldad del mundo.

A este trágico punto llegamos en Santa Fe.

Ya no se trata de buenismos ni de soluciones ancladas en los argumentos de que todo es imposible «a causa del sometimiento capitalista al FMI», o cosas por el estilo. Estamos hablando de infancias perdidas, por desatención. Por abandono. Por priorizar asuntos banales, o secundarios, antes que poner el foco en la continuidad y regularidad del proceso de aprendizaje.

No se trata de sacar consignas, ni ponerla a la escuela pública en situación de rehén continuo de las tensiones sectoriales.

Se trata de ponerse a trabajar con urgencia. Convocando a todos los sectores que la componen, incorporando a los clubes, a las sociedades intermedias,a las Universidades públicas y todos aquellos que tengan un grano para sumar en la tarea.

La principal responsabilidad, claro, es del Estado. Y de los gobiernos que lo conducen. Pero es un asunto de todos.

Todos colaboramos en sembrar ignorancia. Algunos porque no saben, otros porque no lo entienden, otros porque les conviene y otros, porque no ven que es la prioridad central de cualquier proceso de verdadero crecimiento.

Lo demás, es ruido. Y colaboró con este desastre. Y hay que empezar a rehacerlo.


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