Hay un olor insoportable en el ambiente. Es el mismo que nos repugnó en cada crisis grave de la democracia argentina desde 1983. Los procesos de descomposición generan compuestos químicos que alertan sobre la putrefacción. Las moléculas principales, acabo de enterarme, son la putrescina y la cadaverina.
Y es que otra vez, por enésima vez, los argentinos asistimos al lamentable espectáculo de la corrupción expuesta. Una vez más, los protagonistas de un gobierno, aparecen explícitamente vinculados a negociados que desmedran el erario público y descomponen la confianza social sobre la misma democracia.
Los Milei llegaron, supuestamente, para ponerle fin a los «excesos de la casta», y sin embargo, apenas 20 meses después, son aún peores de los que vinieron a reemplazar: Roban con menos estilo que el menemismo y sin el romanticismo Kirchnerista. Son ladrones, como los otros, pero sin «charme», ni relato. Ladrones chabacanos, vulgares, sin ninguna sofisticación.
Entonces, «Something is rotten in the state of Denmark»- algo está podrido en Dinamarca- dice el guardia del castillo en Hamlet. Y la muchedumbre susurra el hastío. Y las mayorías se alejan de las urnas y las esperanzas.
Los argentinos acumulamos demasiada basura. Y la basura se pudrió. Y sus líquidos putrefactos va regando el suelo con su toxicidad, contaminan y matan a los que toca. Si hasta el Fentanilo contaminado, parece una metáfora de la actual versión argenta.
Porque a lo largo de las últimas tres décadas fuimos consumando procesos viciosos, cada vez más degradantes, que contaron con el respaldo popular. Y ahora, como si estuviera escrito en el ADN nacional, como si fuera una maldición definitiva, acabamos de desnudar nuestro nuevo fracaso.
¿ Alguien se siente realmente sorprendido por la corrupción de baja calidad que expresa Karina, la repostera? ¿ De verdad pensaron que un hombre que dice hablar con sus perros, que considera a su hermana una deidad, que no tiene empatía con el sufrimiento humano, podía ser la solución para algunos de nuestros problemas?
¿Alguien, en ejercicio de sus facultades mentales, pensó que un gobierno compuesto por timberos de Bolsa, empresarios corruptos, abogados con pasado de presidiarios y una caterva de analfabetos, creyó en esto?
¿ De verdad creyeron que estos badulaques que desprecian a la ciencia, que abandonan a personas con discapacidad o le niegan medicamentos a los enfermos de cáncer, pueden hacerse cargo de un país?
¿ De verdad?
Milei ya es (y me animo a decir era) el resultado de ese asqueo. Y la paradoja es que su figura, demencial y con ira sistémica contra todo aquello que se le interponga en el camino, es el resultado de una acumulación de fracasos económicos y culturales que nadie puede seguir imputando a factores exógenos.
Los argentinos somos Milei, somos Cristina, somos Alberto. Y seguiremos siendo eso, mientras insistamos con la idea de que alguien vendrá a salvarnos. Mientras repitamos la ceremonia de creer que las soluciones elementales están detrás de individuos iluminados.
Las soluciones a nuestras tragedias continuas, vendrán, nos guste o no, de la mano de la política. Es la única herramienta colectiva que conoce la humanidad para poder concretar planes comunes.
Las soluciones vendrán produciendo, educando, incluyendo, cuidando a los que la pasan mal, y especialmente, trabajando. Cumpliendo nuestros horarios, nuestras obligaciones y gastando sólo lo que nos ingresa. En el Estado y en casa. Abandonando la fantasía de ser lo que no somos, ni que merecemos más de lo que tenemos.
De nuevo, habrá que empezar de nuevo. Sobreviva o no el gobierno de Milei, está claro que ha perdido casi todo su halo novedoso y los resultados de sus planes, empiezan a demostrar incapacidades. Encima, la corrupción.
Alguna vez, ojalá más temprano que tarde, sepamos elegir a gobernantes sensatos, honestos y con un plan. Esos, que generalmente salen terceros, y terminan en la fosa profunda de la grieta de la imbecilidad que cavamos casi todos los argentinos.
En octubre hay una nueva chance.





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