La provincia de Santa Fe tendrá desde el próximo viernes, una nueva constitución. A pesar del esfuerzo de libertarios y «granatistas», la reforma contempla cambios profundos y establece directrices modernas, consagradas por una enorme mayoría. La ficha limpia, las acciones positivas, la separación de la religión con el Estado y los límites a la política.

Los años le darán a esta reforma, su verdadero significado. Hoy es dificil señalar sus logros, sin que salte un coro de libertarios decepcionados por el triunfo de las mayorias. Porque hay algo muy claro: casi la totalidad de los cambios introducidos en la Constitución, fueron respaldados por más del 70% de los convencionales ( ver cuadro inferior). Y eso agrega una pátina de legitimidad adicional, en un contexto político nacional donde casi nada resulta legitimo.

Los que afirmen con liviandad que esta es la reforma que «se hizo para la reelección de Pullaro», se quedarán en la intrascendencia: la «Constitución del 25» avanzó sobre cambios que hasta hace apenas dos años, eran imposibles de imaginar en la provincia.

Ganó el consenso de las mayorías. El acuerdo político y si, el ejercicio del poder legítimo, que tiene la coalición gobernante. Ganó la política, en medio de una campaña alevosa en su contra. Ganaron los que todavía creen que el Estado es fundamental para garantizar equilibrios sociales y derechos para las mayorías y las minorías.

Ganaron los que impusieron la ficha limpia para ocupar cargos públicos, los que entendieron que había que terminar con los poderes eternos de los jueces, los que clausuraron las reelecciones infinitas . Los que conciben al Estado como laico. Los que se animaron a enterrar las mayorías automáticas de diputados y los que entendieron a los fueros parlamentarios como privilegios.

Ganaron, y por paliza, los que creen que la educación debe ser garantizada por el Estado. Los que reconocen la existencia de desigualdades estructurales y saben que será solo desde ese reconocimiento, que se podrá proteger a los «viejos», a los niños, a los discapacitados, a las minorías sexuales , a los pueblos originarios y todos los que sufran discriminaciones injustas y violatorias de la dignidad humana.

Ganaron los que supieron escuchar al otro. Los que comprendieron el valor del dialogo y el acuerdo, en medio de una espantosa moda del odio, como manera de resolver las diferencias.

En fin. Es posible, y alcanza con ver fragmentos de las sesiones, que los portadores de las banderas de la «anti política» y la «crueldad», hagan sonar sus argumentos conocidos, para quitarle trascendencia a esta reforma y la reduzcan a las necesidades del actual gobierno.

Pero no serán ellos, afortunadamente, los encargados de establecer el peso histórico de la reforma constitucional que se empieza a terminar en la provincia de Santa Fe.

Santa Fe tendrá, desde el próximo viernes, una constitución mejor que la que tenía. Y varias vergüenzas menos.


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