Hay verdades que aunque obvias, parecen no comprenderse. Especialmente por muchos dirigentes políticos que acceden a cargos públicos a través de la voluntad popular. No llegan al poder para quedarse. «No sos más que un inquilino. Un ocupante pasajero». Y si crees lo contrario, tarde o temprano te sopapea. Y si encima sumás razones, a diario, para merecer esos sopapos, peor. Que los Libertarios empiecen a perder, es una señal de salud social.
No es tan dificil de explicar, lo que pasó ayer en provincia de Buenos Aires: Es pura condición humana. Es el resultado de una acumulación de «errores no forzados» de un gobierno que nunca, al menos hasta ahora, ha podido enhebrar un plan, un horizonte, un «relato» que tenga correlación con los datos de la realidad.
Y no hay que cavar muy a fondo. Si vos te montás en el Estado, y aplicás un plan de ajuste brutal, muy brutal, y abandonás a buena parte de la sociedad a su suerte, es muy dificil que te banquen mucho tiempo. Aunque le prometas el paraíso.
El principal motivo, no tengo dudas, de la derrota de ayer en Buenos Aires, es el malestar económico. Los argentinos, a pesar de lo que diga el gobierno y sus números fantasiosos, están peor que hace un tiempo. Y basta con preguntarle a nuestros seres cercanos para entenderlo: La mayoría de los argentinos de clase media están endeudados, no llegan a fin de mes y no tienen ilusiones de mejorar en el corto y mediano plazo.
¿ Por qué creen entonces que lo van a respaldar? ¿ Por haber bajado la inflación? Es que la inflación bajó porque mataron la actividad económica. Porque el «plan» es apenas un rejunte de viejas recetas financieras, aplicadas sin piedad por personas que no saben, no conocen, no viven, como quienes sufrimos los efectos de sus medidas.
Y además repiten maniobras para sostener el precio del dólar, solamente para ganar las elecciones, mientras gasta en eso las pocas reservas que tenemos. Mientras los pocos dólares que nos siguen prestando y que vamos a pagar con intereses impagables durante las próximas dos décadas, sólo para no tener que reconocer que no pueden sostener el verano cambiario.
Y encima, el maltrato. El grotesco continuo. La crueldad. El desprecio.
A las personas con discapacidad, quitándoles pensiones a quienes no correspondía.
A los médicos y enfermeros del Garraham.
A los científicos del Conicet. A los docentes universitarios y a las universidades.
A los jubilados, incluyendo apaleadas en la plaza del Congreso.
A los enfermos oncológicos.
Al cine, al teatro, a los artistas que se animan a discrepar.
A los socios que los ayudaron a sancionar las primeras leyes «fundacionales»
A los gays, a los que les dicen «pedófilos y violadores»
A los gobernadores que se bancaron recortes y desprecios imperdonables.
Insultando y vetando todas las leyes que votó el Congreso.
Pero no conformes con ajustar y maltratar, agregaron una dosis de corrupción bochornosa: Los audios de Spagnuolo vinieron a confirmar lo que todos ya sabíamos: que la hermana del presidente es corrupta, que cobra por cada reunión que le piden a Milei, que le quiso cobrar al intachable orfebre Juan Carlos Pallarols, para que hiciera el bastón presidencial. Que cobran las candidaturas en cada provincia. Y que «los menems» vinieron a colaborar con ella, haciendo negocios sucios en todos los organismos con cajas grandes en el Estado.
Cajas que pusieron a cargo, en general, a incapaces. O sin ninguna experiencia en gestión. Ignorantes y soberbios, que en el nombre de «romper el Estado», terminaron viviendo de él. Igual o peor que los que vinieron a combatir.
La verdad, la única verdad, es la realidad. Y las elecciones son, siempre, una radiografía del pensamiento común de una sociedad, en un momento y en circunstancias determinados.
Ayer la sociedad votó el presente. Ni el pasado, ni la promesa vaga de un futuro mejor. Votó por lo que ve, por lo que huele y por lo que sufre.
Y así, como hace dos años, Milei fue el emergente de un estado de ánimo ( con una ayuda indispensable de Mauricio Macri y su malicia); las elecciones de ayer representan exactamente lo mismo: Hay una sociedad cansada del gobierno y de sus modos. ¿ No lo ven?
Es paradójico: el gobierno que nació como rechazo a «la casta», se convirtió en la peor de las castas, encerrados en una burbuja, sin ninguna percepción de la epidermis básica del humor social.
Milei está cosechando lo que sembró y nunca, desde su asunción, dejó de sembrar odio.
Entonces, no había muchas chances de tener éxito. Ni ayer, ni las hay en octubre. Es razonable y sano que la mayoría le pongan límites a este disparate.
Los mercados, el humor social, la viveza de las coaliciones opositoras, el establishment y sus propias estupideces, le pondrán fecha de extinción al gobierno. Que cada día parece más cercano y mucho más lejos del final constitucional del mandato. Las soluciones las ofrece la constitución.





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