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Este blog es la consecuencia de algunas discusiones con amigos, compañeros y familiares. Mi vida estuvo expuesta en los últimos diez años. Y eso, como buen narcisista, me gustaba. No sólo me gustaba, sino que lo necesitaba. Lo que genera un enorme desorden psicológico. No es normal que la gente quiera pasarse un 30, un 40 o un 50 por ciento de su tiempo hablándole a «la gente». Mostrándose en TV o dictando pensamientos insignificantes  por radio como si de verdad eso significara algo para los demás.

No. definitivamente no. No es sano exponerse de la manera en la que me expuse, y creo, sinceramente, que nadie puede sobrellevar livianamente el escrutinio diario de los demás, que por la naturaleza de ese trabajo, se sienten autorizados a opinar. Como opina cualquiera de fútbol. Cómo ocurre también con la política.

La «gente»»común» cree que porque uno dice cosas en la tele o en la radio, se tiene que bancar que en cualquier momento del dia y en cualquier lugar donde el azar te encuentre, ellos pueden objetarte lo dicho, o cuestionarte la camisa que te pusiste, o recomendarte preguntas para reportajes que ya pasaron.

Es como si los cirujanos soportaran la televisación de su intervención, y a la noche en una pizzeria, viniera un sujeto desconocido y le dijera «no me pareció prolija la manera de sacar esa apéndice. Cortaron demasiado a la izquierda», o en el caso de un obrero de la construcción, que a la tardecita mientras se está tomando su merecido porrón, viniera su vecino y mirando la obra que está haciendo le agregara: » a mi me da la impresión que le estás errando con el fratacho, deberías apoyarlo de otra manera».

En cualquiera de estos casos, tanto el médico como el albañil tendrían todo el derecho a insultar al opinante. Opinar sobre el trabajo del otro no es normal.

Bueno. con los periodistas pasa esto. Los televidentes, oyentes, y lectores, parecen estar autorizados a decir lo que se les antoje las ganas sobre lo que dijiste ayer, sin saber siquiera como es eso de tener que coordinar diez palabras juntas o salir al plató en vivo, con cara de «buen día» mientras acabás de enterrar a tu perro.

Ni hablar si a nuestro oficio le agregamos «opinión». Y ni hablemos cuando esa opinión se convierte en posición frente a determinados procesos políticos y sociales cercanos. Y mucho peor si tenés naturaleza sangre y te animás a decir lo que pensás sobre tipos que viven a menos de diez cuadras de tu casa, o con los que te podes cruzar todos los días.

Ese proceso es profundamente tóxico y cansa. Al menos a mi me cansó y me permitió ver que la verdadera razón para exponerte a semejante vulnerabilidad diaria es una sola: agrandar tu ego. Alimentarlo hasta volverlo gordo y lento. El ego que te hace sentir diferente o importante, como si de verdad allí residieran las cosas medulares de la existencia.

Por eso no estoy más en la tele, ni hago radio y acepté un lugar de trabajo donde me ven poco, me escuchan sólo algunos, y no puedo ponerme a escribir apenas me surgen las cosas, porque tengo otras cosas que hacer.

Y por eso este Blog. Porque si algo aprendí en todo este tiempo , es que además de egocéntrico , soy escriba-dependiente. Que así como algunos salen a correr para descargar y otros le pegan a una bolsa de arena, a mi me desahoga escribir. Me gusta unir las palabras. Me encanta buscar historias, y me regocija mucho poner en letras las cosas que alcanzo a ver desde el lugar en el que me encuentro.

No quiero que me escuchen más, no necesito que nadie me vea.

Pero no me pidan que no escriba.

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