El presidente llamó «Guerra Sucia» a la dictadura. Un término que sólo usaron los militares genocidas para denominar a la más grande matanza humana que recuerde Argentina en toda su historia.
No hace falta aclarar nada, pero si hiciera falta, hay que decir que en las guerras son enfrentamientos de ejércitos o incluso bandas. Y que hasta el 24 de marzo de 1976, alguien puede creer, incluso con honestidad, que las Organizaciones Armadas insurgentes como Montoneros, ERP, o la propia Triple A, estaban enfrentados. Esto sin desconocer, que la Triple A tenía presupuesto del Estado y estaba conducido por los grupos violentos de Derecha que acompañaban a Maria Estela Martinez de Perón en el gobierno; y las Fuerzas Armadas que los acompañaban, tras el decreto de Exterminio que firmara Italo Luder, como presidente provisional del Senado.
Pero después del Golpe, de lo que se trató- sin que admita ninguna discusión- fue de una sangrienta cacería estatal: Lo que la Comunidad Internacional denomina Terrorismo de Estado, y por esa naturaleza, declararon a los crímenes cometidos en ese contexto como de Lesa Humanidad, imprescriptibles.Por eso siguen los juicios.
Y fueron los militares a cargo ya del gobierno, los que utilizaron toda la fuerza y los recursos del Estado Nacional para detener ilegalmente en Campos de Concentración a decenas de miles de argentinos. Estuvieran o no involucrados en las organizaciones Armadas. Distinción innecesaria, ya que todos, debieron ser puestos a disposición de la justicia, y ser condenados, si correspondía.
Pero no. La dictadura eligió establecer Centros Clandestinos de detención para la tortura y el asesinato de los perseguidos. Muchos de ellos fueron arrojados vivos desde aviones en el rio de la Plata. Robaron a los bebés que nacían en la clandestinidad o encontraban en los allanamientos ilegales que producían en el medio de la noche, sin orden judicial alguna.
Muchos de esos niños aún no han sido encontrados, y los que si fueron hallados, son la prueba incontrastable del horror al que fueron sometidos: no sólo fueron despojados de sus padres, a quienes mataron, sino que les suprimieron la identidad. Un derecho inalienable del ser humano.
Y además, se encargaron de desaparecer a los asesinados. Para que no quedaran huellas de los crímenes, para no asumir los asesinatos. Para generar una angustia eterna en los familiares que estuvieron ( y aún están) buscando los restos óseos en fosas comunes y clandestinas.
Entonces Macri, en cuanto presidente de un país que condenó a los responsables de ese genocidio, en tanto Jefe de un Estado que reconoció a las victimas su condición de «victimas del terrorismo de Estado», en tanto hombre político que es responsable de todos los resortes represivos del Estado, no puede decir : «no quiero meterme en esa discusión»
Macri muestra una ligereza en su memoria histórica, absolutamente reprochable por su condición de presidente. O por el desinterés que manifiesta, o directamente por ignorancia. Esto último sería mucho más grave.
La memoria «sucia» de Macri, no se morigera en ninguna de las actitudes reprochables que pueda tener Hebe de Bonafini, en ninguna de las acciones cuestionables de partidización que haya generado el Kirchnerismo sobre las causas y las Organizaciones de Derechos Humanos, y mucho menos en su «manera de ver las cosas»
Macri debería volver a leer el Nunca Más- si alguna vez lo leyó- y después, pedir perdón.