Desde que tengo memoria, los gobernantes hablan de combatir al Narcotráfico. Es curioso, porque conozco a muchos que efectivamente creen que desde el Estado es posible eliminar al negocio más grande y poderoso del mundo.
El Narcotráfico, al menos en Argentina, es un delito de exclusiva materia federal, y ninguno de los gobiernos nacionales que han pasado en los últimos 25 años, ninguno, desplegó ni fuerzas, ni juzgados, ni radares, ni tecnología en las fronteras y en las centros urbanos más importantes, donde funciona el «mercado interno».
Es más, la última gestión nacional, prácticamente liberó las fronteras, y algunos de sus funcionarios están sospechados de haber colaborado con la circulación de la efedrina, un compuesto elemental de las drogas sintéticas. Esas que vimos cocinar casi al detalle en la serie «Breaking Bad», y que son de consumo casi exclusivo de los sectores altos, especialmente en las «noches electrónicas»
No es posible que un negocio que mueve miles de millones de dólares al mes, y que tiene como principal objetivo el abastecimiento de los mercados europeos y estadounidenses, pueda ser repelido por fuerzas provinciales. Por una razón de fuerza, pero fundamentalmente por una razón económica: nunca el estado podrá competir con las organizaciones delictivas en la oferta a sus recursos humanos.
Todos hablan de la corrupción policial. Claro, pero mejor sería hablar de la condición humana. ¿ Cómo hace una gestión política para empardar la tentación que significa para un comisario liberar zonas, cuando la oferta es cinco o seis veces más alta que la que le ofrece el «cumplimiento» del deber?.¿Cuantos hombres son capaces de rechazar esas ofertas, cuando la alternativa es una jubilación de clase media, y una vida complicada, sin oropeles en el uniforme? ¿ Cuantos hombres están culturalmente preparados para rechazar fortunas sólo por no hacer? Pocos, muy pocos. Y eso es un problema de la humanidad, no exclusivamente de los policias.
¿ Cómo se le compite económicamente al narcotráfico en los barrios marginales, donde desde hace años fue eliminada la cultura del trabajo, y millones de jóvenes sueñan sólo con acceder a lo material? ¿ Cómo podemos hacerle entender a un pibe que no fue a la escuela, que no vio trabajar a sus dos generaciones anteriores, que no es enrolándose en las filas del dueño de la mercadería, donde está su futuro?
Allí se consigue rápidamente un smartphone. Allí, no hace falta mucho esfuerzo para conseguir las últimas «llantas» que luce su ídolo deportivo. Y allí también está el Paco, esa mugre que es la sobra de las cocinas de Cocaína,que le tiran por dos pesos, como nosotros les tiramos la sobra de lo que comimos a nuestros perros.
¿ Cómo bajamos los niveles de violencia, si ella está alimentada sistemáticamente por el combustible de las malas drogas a bajo precio que le queman la cabeza a un chico de 15 años , para quien dispararle en la cabeza a un prójimo es apenas un acto mecánico, porque se ha cansado de verlo hacer , porque ha visto caer en las mismas circunstancias a sus propios amigos?
Hay un dato aún más cruel, y que bien representa la hipocresía sobre la que sostenemos nuestro discurso sobre el narcotráfico: ¿ cómo reclamamos, desde los sectores medios, con que autoridad moral, reclamamos mayores acciones contra el narcotráfico, si es en nuestro seno, si es en el corazón de los sectores «pudientes» donde existe la mayor demanda de drogas?
Las estadísticas no mienten: los que salimos a la calle a reclamar por mayor seguridad, en muchos casos, somos padres, hijos, hermanos o abuelos de consumidores o directamente consumidores. Los chicos de clase media y los ricos, compran. Y forman parte del negocio. Le dan la renta final.
¿ Hay algo más hipócrita que un ciudadano pidiendo que terminen con un negocio del que participa, perfeccionandolo?
¿ Cómo se puede pedir, entonces, al otro que combata a las mafias que, conscientes o no, alimentamos a diario comprando marihuana, cocaína o las pastillas que revientan corazones deshidratados en las «Raves»?
Sólo salen del circuito delictivo, hoy, quienes cosechan sus propias plantas, de Marihuana, por ejemplo, y no abonan al negocio sangriento del narcotráfico.
NO hay forma de ganarle al narcotráfico. Es, como dice Carlos Gabetta, una guerra perdida, y sobre la que nos queda solamente la esperanza de verlo desarticulado, alguna vez, a través de la legalización. ¡¿cómo?! Si. de la legalización, y de la intervención del Estado, en el cuidado de la calidad de lo que circule, como lo hace con el alcohol , con miles de medicamentos, con las bebidas energizantes y con el tabaco, sólo por dar algunos ejemplos.
¡ Pero multiplicaríamos la cantidad de consumidores y adictos! Falso, de toda falsedad. El consumo aumentaría en la primera curva , como ocurre siempre con cualquier proceso de cambio en las legislaciones. Los adictos son adictos, sea o no legal el consumo, y por ende, sea o no legal su venta.
¿ y como hacemos con los que se drogan y manejan? Nada, porque ahi hay otra gran hipocresía. Hoy hay miles de pibes y adultos que se drogan y manejan. Del mismo modo que hay un montón de mujeres que se hacen abortos aunque esté penado por la ley.
No es una solución al problema, pero el problema será al menos transparente y visible. Y ya no tendrá el componente de la violencia para sustentarlo. Hoy mueren más pibes a balazos, defendiendo sus kioscos , que por una sobredosis.
Quienes se drogan, se seguirán drogando. Quienes prueben drogas a causa de una hipotética legalización, tendrán la libertad de hacerlo, pero habrá un Estado que podrá destinar fondos a su atención y a la prevención, esos fondos que habrá dejado de gastar en un combate sin solución.
Y además, lo legal quita emoción y aventura al que la anda necesitando.
¿ Imaginas a los narcotraficantes pagando impuestos por lo que venden? ¿ los imaginas compitiendo en el mercado, sin necesidad de mandar a matar a los soldaditos por el dominio de un territorio? ¿ Te imaginas al narcotráfico sin necesidad de comprar armas, policías, políticos?
No hay ni habrá solución al tema del Narcotráfico, si no se plantea una salida que evite que se sigan regando de sangre las ciudades del tercer mundo, para que el primer mundo consuma sin el riesgo de ver a sus pibes muertos en las orillas.
Obviamente que esto que digo, lo digo sabiendo que solamente será posible con un acuerdo con las grandes potencias, y hoy, legalizar el narcotráfico implicaría darle un golpe al otro gran negocio que trae aparejado, y que es la venta ilegal de armas.
Es una utopía, y es seguramente, un planteo políticamente incorrecto. Pero es de una honestidad brutal, de la que son portavoces decenas y decenas de especialistas en el mundo.
El narcotráfico es una guerra perdida. Habrá que rendirse y pelearla desde el único lugar que podemos hacerlo: desde el sinceramiento. Todo lo demás, consciente o inconsciente, honesto o deshonesto, es hipocresía.