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Vorterix finalmente publicó un buen documental sobre el Indio Solari y su último concierto en Tandil, en marzo de este año.

Fiel a su estilo, la empresa audiovisual de Pergolini & Cias desconocidas, desarrolló un trabajo visual impecable, sin golpes bajos, que dibuja casi a la perfección y con la suficiente sutileza, cómo se genera esa misa multitudinaria del rock que es un concierto del ex lider de Los Redonditos.

Pero más allá de las imágenes, las impresionantes tomas, los testimonios honestos y naturales de sus músicos, sus técnicos o su manager, el eje central del documental es la charla de Pergolini mantiene con el protagonista, en una lujosa suit ventanal, whisky de por medio.

La charla tiene perlas que describen al Indio de la mejor manera posible : con sus propias miseras al aire, desbocado, sin filtros para la simulación de su vanidad. El indio habla un día antes del concierto en el que anunciará que el «Parkinson me viene pisando los talones», y aunque en algún momento se manifiesta angustiado con la idea de la muerte- en especial cuando cuenta una anécdota de David Bowie poco tiempo antes de morir – el dialogo transita, a pesar de un Pergolini sumido en posición de admirador, con mucho cinismo.

Cuenta la cantidad de pastillas que toma por día, dice que varias veces pensó en volarse la cabeza con un chumbo porque odia la decrepitud. Toma whisky ante el reproche paternal del interlocutor, y da detalles de la clínica norteamericana donde intenta curar o retrasar su mal.

Sibarita confeso, dice disfrutar  del lujo – aquel que su «lírica» definió como vulgaridad- y cuando argumenta las razones, dice que se lo «ganó componiendo, escribiendo , produciendo y vendiendo discos».

En un inesperado giro lingüístico habla de su público como «variopinto» y se le escapa que «son de distintas clases, de distintos niveles» y que él no puede explicar la adoración que le tienen. Incluso dice que recibe cartas donde le trasladan densos dolores, que de ninguna manera puede resolver.

El Indio se muestra duro, inconmovible y brutal. No abandona el desprecio que mantiene con sus viejos compañeros de banda, a los que los califica de «traidores», y descalifica a Skay, diciendo que «hizo sólo tres solos que me gustan». Y cuando Pergolini dice con ilusión que ese «halago» es el comienzo de algo, se vuelve a cerrar y deja caer la guillotina, cambiando de postura, y aclara: «en realidad esos tres solos, son lo que tenía que hacer»

«El público lo pide, yo lo pido, vuelvan a juntarse» reza Pergolini, «Fue una gran banda» le insiste. Mientras el Indio serio ratifica: «No hay ninguna posibilidad»

Habla del rock nacional con desprecio: «son boleros rápidos», dice que le gustó la última etapa de Ceratti, pero que no soportaba a Soda Stereo. E inncesariamente descalifica a Spinetta: » mete muchos acordes juntos, y el Rock es otra cosa, son dos o tres acordes que repetimos, el tipo quiere meter veinte en diez minutos», descalificando la principal virtud del Flaco: el arte de inventar sonidos.

Sólo retrocede para decir: «me gustaba Almendra, ahi era más sencillo».

Se jacta del poder. Curioso. Un hombre que declama contra el poder, que representa precisamente el antipoder para su público, se baña de vanidad comparandose con Jagger: » hay que hacer un pogo de 200 mil personas, eh. Ojo Mike, en una sola noche, no en tres River» y su broma se transforma en un explícito hedonismo.

A Solari no parece importarle mucho lo que va a ocurrir mañana en el escenario: «es el lugar más cómodo del mundo para mi. Nunca tuve nervios, jamás tuve esa cosa de las mariposas en la panza»

Habla del records de gente en «Obras», en «una calle que se llama ¿Cabildo?»- «No, Libertador» lo corrige Mario. «Es que yo conozco más Nueva York que Buenos Aires» se sincera. Dando por sentado que Buenos Aires, no es un asunto de su interés.

La charla se va apagando, mientras se intercalan imágenes del predio de Tandil lleno de gente que entra en extasis con solo pisar el cesped del Hipodromo.

Pergolini busca quebrarlo, hablandole de los pogos, de esa fiesta que caracteriza a su público, y vuelve a buscar su conmoción: ¿ no te gustaría estar ahi? ¿ adonde? pregunta sorprendido el artista. «En medio del pogo». » ¡Ni en pedo! Yo no soy eso, soy todo lo contrario. Yo no aguantaría un segundo ahí adentro. Yo no soy eso» repite.

Vuelvo a la escena de su única conmoción. Cuando habla de un reportaje  a Bowie. Y deja caer su única confesión que expresa un encierro : » Bowie dice :La muerte te libera de los compromisos, ya no tendré que ser ese que no soy: David Bowie», se compara el Indio.

El final es conmovedor. El escenario, el Tsunami de gente, «ya es tarde, muy tarde» canta y recita Charro Chino, casi burlandose de él. Y claro, aparece la explosión final de JiJiJi. Y esa masa descontrolada, que si, se parece a un mar de gente, a un Tsunami humano.

Ese público lo adora. El nunca dice que siente lo mismo por ellos.  Prefiere medirse con Jagger, con los records, con sus ex compañeros, con el resto del rock nacional.

El Indio es un Tsunami de vanidad. Competitivo y autosuficiente.

Su público probablemente lo sepa, o quizás no. Los mitos no tienen explicación

AQUI SE PUEDE VER EL DOCUMENTAL : http://vorterix.com/8-vorterixindio

Un comentario en «El Indio Solari y un Tsunami de vanidades»
  1. El Indio comenta que hay tres solos de Skay que le parecen sublimes (no me acuerdo si esa era la palabra), pero no descalifica el resto de su labor violera. O por lo menos así lo entiendo. Con respecto a la tración, es sabido, se estaba refiriendo específicamente a Skay y Poli.

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