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Ocurrió muchas veces en la historia de la humanidad. En todos los tiempos hay quiebres, y aunque todos los hombres creemos que es nuestra la era de lo definitivo, todas las sociedades, cada tantos años, décadas o siglos, terminan con algo y  dan comienzo a algo nuevo.

Lo nuevo no necesariamente es malo, aunque pueda derivar en el oprobio: Hoy los occidentales reivindicamos a la ilustración y a su consecuencia en los hechos que fue la Revolución Francesa, y ponemos allí el punto de origen de la democracia. Pero esa misma Revolución se convirtió con el tiempo en la demencial carrera conquistadora de Napoleón, que , curiosamente, le dejó también a la humanidad un montón de legados que superviven en la modernidad: los códigos civiles, por ejemplo.

Sólo por pensar en los últimos 500 años : El feudalismo, los zares rusos, las aristocracias europeas, las colonias después de la conquista de América, África y Oceanía; se supusieron eternas para sus contemporáneos.

Sin embargo los procesos sociales, terminaron o derribandolos o dejándolos como adornos turísticos, como en el caso de los escasos reinados supervivientes.

La Revolución Industrial cambió las reglas de juego, y el Marxismo explicó sus males. Y  ni los soviéticos, ni los países que crecieron bajo sus alas, supieron darle a las sociedades un modelo justo. La derrota fue la consecuencia, además del combate externo, de la falta de libertades individuales que el comunismo demandó para poder sostener al régimen.

El mundo occidental se acomodó después de la Segunda Guerra Mundial- de eso apenas se cumplen 70 años- y todos los que crecimos tras la nueva división del mundo, y sobre todo los que alcanzamos a ver la  caída del Muro de Berlín, creímos también que esto era definitivo. Que los Estados Unidos habían venido a instalar para siempre el dominio del mundo unificado tras la Perestroika, «El fin de las ideologías» ,la UE,  la OTAN, la conversión industrialista China  y  que la instalación del Rey mercado se consolidaba eterna como  única regla para la distribución (injusta) de la riqueza.

Las primeras chispas vinieron de Oriente Medio, de la radicalización islámica y  del terrorismo que en su nombre comenzó a romper la calma: el 11S sacudió a Nueva York, y después estallaron las principales capitales europeas. Europa detuvo su crecimiento. Estados Unidos sostuvo su economía a base de vender armas e inventar conflictos armados para poder recaudar y pagar su deuda. Los Bush hicieron de eso una manera de equilibrar la economía, y Obama vino a poner- en la escasa medida que pudo- un poco de sensatez a la situación: pero no alcanzó. Se derrumbó la Unión Europea, el Brexit ganó inesperadamente, los austriacos y los franceses vieron avanzar a la nueva extrema derecha con votos masivos, y el Estado de bienestar que supo sostener el sueño Americano y que se desplegó a los países centrales de Europa, empezó a estallar. La desocupación y el hambre del este se volvió cordón de pobreza y muerte. Las guerras santas de Medio Oriente nos mostraron a pueblos enteros en el éxodo, Y aunque vimos asomar una ola de unidad latinoamericana abrazada al populismo ( con el valor que se le quiera dar al término), también naufragó en el descontento social.

Síntesis: en todo el mundo hoy, se sufre la pobreza, la inseguridad, la violencia, la insatisfacción material y espiritual, y ni la democracia republicana atada al capitalismo, ni los modelos alternativos populistas, le han dado solución a esas demandas.

Sólo quedaba en pie Estados Unidos. Pero un tal Trump supo leer la ola de disconformidad que la crisis le asestó a los propios norteamericanos. Y convenció a más de medio país de que la solución venía de la mano de la xenofobia, la economía cerrada, la ley del más fuerte, y las promesas mágicas que el populismo maneja mejor que nadie, y ganó.

Le ganó a todos los partidos norteamericanos, incluso al propio. Le ganó a los Clinton. Le ganó a todos los medios de comunicación importantes y a todas las encuestas. Le ganó al terror y al ridículo que imponían sus propuestas, le ganó a los artistas más populares, al propio Obama y a su esposa Michelle que se irán del gobierno con un alto nivel de popularidad, y le ganó a todos los lideres del mundo que bregaron públicamente ( descontando que no había chances de que se alzara con el triunfo) y le ganó al sentido común.

Ahora, apenas unas horas después del sacudón, sólo cabe preguntarse una cosa : ¿ Que será Trump, en definitivas? ¿ Un Hitler posmoderno o un populista moderado? ¿ Un lider delirante como el que describen los libros de historia a ciertos Reyes medievales o simplemente un empresario que se rendirá a las reglas?

¿ Que es lo que viene? ¿ es el fin del capitalismo de mercado  y el nacimiento de otro capitalismo? ¿ es el fin del sistema y el comienzo de otro? ¿ Es el comienzo del fin del sistema democrático? ¿ Es el comienzo de una nueva era?

Si hay alguien incapaz de responderlo, ese soy yo. Ninguno de los modelos que rigen el mundo de hoy, que lleva una velocidad inusitada, que desconcentró la información con la llegada de Internet, parecen poder responder las demandas. Y no hay medicina que asegure nada :  ya ni el poder político, ni los pooles de comunicación, ni  los liderazgos tradicionales, ni en los intentos socialistas autoritarios, han dado una respuesta a la solución del mundo.

La historia no se repite, en general sólo se burla del pasado.

No puedo saberlo, no podemos. ¿ Es el fin o es el principio de algo?

Creo que desde la propia Hillary, hasta los lideres del terrorismo internacional se lo deben estar preguntando, también.

 

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