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Fidel fue Fidel, y lo será por siempre, a pesar de todos los «peros» que se le puedan agregar a su figura, a la propia Revolución Cubana, y a un modelo que hace décadas dejó de alumbrarnos.

Con mucha razón los detractores de buena fe se preguntan por que se sigue (y seguimos) reivindicando la figura de un hombre que finalmente, con inapelable certidumbre, terminó siendo el líder de una dictadura.

Y después de cavilar algunos días, y observando las reacciones de todos los sectores, las generaciones y en especial, de los intelectuales; descubrí que con Fidel se celebran los sueños que alguna vez enarboló. Y que lo demás, parece desaparecer en esta nebulosa oscura en la que vimos convertir al mundo en las últimas décadas.Un mundo sin clasificaciones precisas, sin mapas exactos, sin rumbos certeros. Otro mundo. Un mundo que Fidel no alcanzó a protagonizar. Fidel era el último protagonista de un mundo anterior.

No hay herederos, ni sus ideas sirven para explicar la complejidad del mundo de hoy. Aunque duela. Es así. Las contradicciones siguen vigentes, claro, pero la humanidad es otra. Los teléfonos celulares y la Internet determinan al individuo. Y las guerras se han desdibujado. Las guerrillas no persiguen objetivos estratégicos, y  el terrorismo mesiánico azuza al mundo occidental que parece haberle perdido el respeto al capitalismo y sus fórmulas. Europa se derrumba y América Latina, sus pueblos, decidieron abortar el sueño populista de la «Patria Grande»

Fidel fue el Comandante de los sueños que no se cumplieron, pero que se alcanzaron a acariciar en  los 60, cuando la resistencia de Bahia Cochinos ejemplificó al mundo sobre independencias, libertades, héroes humanos y el sueño del socialismo como alternativa al capitalismo. Fidel fue la bandera de los que soñamos con sociedades justas, con hombres libres y con ideales.

Pero al final no fue. Y en muchos casos, significó todo lo contrario.

Y es ahi donde aparecen varios Fideles. Y esa historia tan incómoda de asumir para quienes aún hoy, compartimos aquellos sueños.

Es cierto que enseñó a escribir a todos los cubanos. Tan cierto como que después decidió qué podían o no leer y escribir los cubanos.

Es cierto que generó un sistema de salud pública de acceso a todos los cubanos. Tan cierto como que persiguió a los homosexuales durante décadas creyendolos enfermos. O que no pudo evitar que Cuba se reconvirtiera en un nuevo centro de turismo sexual, donde las mujeres se rinden al dolar, como los indígenas se rendían a los espejos.

Es cierto que desplegó una potencia en deportes , ciencia y cultura. Tan cierto como que muchos de ellos terminaron o exiliados, o formando parte de una clase social elevada, que vive con privilegios mientras el resto de los cubanos supervive.

Es cierto todo. Todo tan cierto, cómo que aquella revolución que vino a consagrar al hombre libre, terminó en una historia de nuevas inequidades.

Es cierto, y lo dicen todos los que tuvieron oportunidad de conocerlo, o los que apenas nos asomamos a leerlo , que era un estadista e intelectual superlativo y de un carisma anormal. Tan cierto como que su brillo mental le impidió ver que en cada ser humano hay una historia valiosa, que merece respeto y protección. Tan cierto como que los derechos humanos no tienen clasificación ideológica.

¿ Hay justificaciones?

Las vamos a encontrar, desde donde elijamos mirarlo: el bloqueo inhumano de los Estados Unidos fue la bandera que lo argumentó todo.

Y las comparaciones con países de similares características, como Haití o República Dominicana, también explican que aún en el supuesto pleno ejercicio de las «libertades democráticas», el Caribe  es un horror similar. Aunque Costa Rica, hasta hace pocos años, mostraba la excepción que siempre, confirma la regla.

¿ Con cual de los Fideles nos quedamos? ¿ Cual tiene más peso en el momento de la conmoción  que nos despierta con su muerte? ¿ Hay un lugar indiscutible desde donde mirarlo?

¿ Quien es quien para decir que debemos pensar y cómo debemos pensarlo, mientras criticamos a Fidel por imponer su pensamiento? ¿ En que recoveco inhóspito encontramos la «verdad», quienes no sabemos desde que lugar mirar el sepelio? ¿ Cómo no quererlo si Donald Trump celebra su muerte? ¿ Cómo no condenarlo si hay centenares de cubanos hundidos en el mar, caídos de las pateras?

La única respuesta la dará la historia.Una historia que no necesita de su muerte para ubicarlo entre los protagonistas principales del Siglo XX. Una historia, que como siempre, como con Napoleón o con nuestro Juan Perón, sólo por citar ejemplos, tendrá infinitas conclusiones que jamás derivarán en la unanimidad que supieron ganarse en el clamor los Ghandis, o en el desprecio los Hitlers.

Fidel será por siempre un emblema, aunque la historia se encargue de imputarle crímenes y errores. Será Playa Girón, será la emoción de sus largos discursos y será también sus peores acciones.

No habrá dictamen final. Convivirán las condenas, las consagraciones o las absoluciones.

Su muerte, tan previsible como anunciada, apenas pondrá el fin a sus andanzas y retórica. El mito que ya estaba instalado, sobrevivirá por siempre, hasta que la humanidad lo vaya olvidando, con el transcurso de los siglos.

Un comentario en «El último gigante del mundo anterior»

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