Resulta incómodo analizar desde cerca un fragmento de gestión. Cualquiera que se ponga en la misma posición, sentirá la sensación de estar escribiendo desde la conveniencia, o en el mejor de los casos, desde la indentificación con el objeto que se pretende mirar.
Salvado ese detalle, que no dejará de estar presente en lo que continúa del texto, hay datos objetivos que pueden exceder al analista y sus compromisos subjetivos, y dar un panorama más o menos certero de este cuarto de gestión que hoy, 10 de diciembre, empieza a acabar Miguel Lifschitz.
Entonces empecemos por el principio: A su asunción, Miguel Lifschitz encontró con dos situaciones paradójicas; por un lado recibió de su antecesor Antonio Bonfatti, una provincia ordenada desde lo económico financiero, y por el otro, una realidad nacional que lo jaqueó desde el minuto uno sin darle respiros.
EL PARTO : CRECIENTE, DESASTRE Y PRÓFUGOS
Lifschitz asumió con la emergencia hídrica. La mitad del territorio provincial empezaba a sufrir las consecuencias de las crecientes de sus ríos, y el principal efecto fue un devastador costo en los sectores de la producción. Eso se agravó severamente en abril, cuando las lluvias sometieron un mes ininterrumpidamente, con caudales que superaron sólo en esos días, la media anual de la zona. Un desastre que le dejó a la provincia, pérdidas cercanas a los 3 mil millones de dólares, que incluyeron deterioros absolutos de la cuenca lechera y la pérdida de un alto porcentaje de la producción agropecuaria.
A esa crisis la sobrevolaron y agudizaron los aspectos políticos de una relación con el flamante gobierno nacional, que desde el vamos tuvo con Santa Fe una manifiesta desconfianza.
Los gestos habían cambiado, si. El Presidente mandó a sus ministros a visitar las zonas afectadas, si. Pero la ayuda concreta estuvo plagada de trabas, desinteligencias y en muchos casos de un marcado sesgo político. En aquellos días de adolescencia Macrista, las relaciones parecían imposibles.
A eso lo habían generado varias cosas, pero la matriz de aquella tensión estuvo dada por el ajustado triunfo de Lifschitz en las elecciones provinciales, que le impidieron a Macri, lanzar su candidatura presidencial en la noche de aquel escrutinio.
Y a menos de un mes de haber asumido sus nuevos mandatos, se volvieron a chocar en un incidente que quedará en la historia policial de la Argentina: Tres prófugos de una cárcel de Buenos Aires, implicados en un triple crimen, salpicados por el trafico de Efedrina; terminaron apareciendo en Cayastá, en las cercanías de la Capital provincial, y la Gendarmería nacional desembarcó en el territorio santafesino sin siquiera avisar al Ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro. La resolución del conflicto la conocemos todos, lo que fue quedando en el olvido colectivo, fue la dura pelea que se desató entre ambas administraciones como consecuencia de la falta de voluntad de trabajar en conjunto, y especialmente, por el intento manifiesto de algunos sectores – en especial Lilita Carrió- de pretender usar políticamente la situación para desprestigiar a la provincia, vinculando a su policía en una presunta acción de protección a los prófugos.
Aquellos días tórridos de enero, con los campos anegados, y las batallas de intereses en juego, le dieron un bautismo acelerado a la gestión Lifschitz , que nunca sintió los beneficios de la paciencia a los «nuevos».
Aquellos días se recordarán también, como los días en los que Miguel Lifschitz, y sus Ministros Farias, Pullaro y Contigiani, debieron abordar con rapidez y con muy poco margen de error, situaciones de tormentas difíciles de capear. El vago recuerdo que se tiene a menos de un año, la efectiva reacción y respuesta política y económica que se les dió a los afectados, la velocidad con la que se actuó, habló de los aciertos en las designaciones de las principales carteras; pero además, obligó al gobierno a actuar cómo si llevara años en la gestión.
En el medio, como si nada, Santa Fe tenía ( y tiene) problemas complejos de violencia, y los cambios en la economía nacional, empezaban a impactar en territorio.
Lifschitz sorteó con cierta velocidad las paritarias estatales, y Santa Fe fue, además de la provincia que mejores salarios pagó durante 2016 a los empleados públicos; una de las que mejor cumplió con el calendario escolar. No sin conflictos, ni reclamos, ni deudas. Aunque a las claras, y comparativamente como en el caso de las dos gestiones anteriores, muy por encima de la media nacional.
TRAS LAS LLUVIAS, LAS TARIFAS Y LA VIOLENCIA
Apenas asomada la cabeza del agua, apenas la gestión empezaba a respirar algo de calma, los temas regulares de la provincia se vieron agitados por las decisiones de la gestión nacional de aumentar sin moderación alguna las tarifas de la energía.
Y mientras el tema se debatía y se multiplicaba en los tribunales de todo el país, y mientras desde todo el país se cuestionaba la decisión desprolija y desordenada del aumento indiscriminado, Santa Fe intentó varias veces intervenir en la decisión de amortiguar los costos sociales. Nunca recibió respuestas.
En plena crisis de las tarifas, la gestión provincial generó- además de los beneficios que se generaron con el propio tarifazo, un nivel de protección a los sectores medios bajos, y en particular a los jubilados, que quedaron definitivamente amparados en los denominados «Casos sociales». El impacto se sintió en muchos sectores, en especial en la Industria- a la que se acompañó incondicionalmente, dando los mejores resultados nacionales en la materia- pero el Estado hizo un esfuerzo inédito para no profundizar el proceso de deterioro de calidad de vida que indefectiblemente sufrió el país con los nuevos ajustes.
Desde el Ministerio de Trabajo hubo un fuerte seguimiento de los conflictos laborales, y a finales del años, Santa Fe es una de las pocas provincias que pueden mostrar sino un crecimiento- casi imposible en estas circunstancias nacionales- al menos un sostenimiento del nivel de empleo.
Y no es casual: la firme apuesta a la obra pública, generada por el perfil claramente desarrollista de Lifschitz, apaciguó las tensiones que la economía derramó sobre el país, y la Provincia, reconocida por los propios actores de la Construcción, mantuvo un nivel de actividad económica diferente al del resto del país.
Pero a la vuelta de la esquina, una sociedad afectada claramente por altísimos niveles de violencia, con estadísticas criminales importantes tanto en Rosario como en la capital provincial, desató una crisis. Pero al natural descontento social por una razón indiscutiblemente real, se agregaron- una vez más- los intereses políticos, y Rosario, como epicentro preferido por los medios nacionales, se convirtió en pocos días en «la capital nacional de la violencia». No había ocurrido nada diferente a lo que venía ocurriendo, pero «algo pasó» que desbordó a los rosarinos multiplicando el enojo.
Fueron los días más difíciles de la gestión Lifschitz. Ese «algo» derivó en una ofensiva política mediática nacional que no tenía antecedentes. La Ministra Bullrich se cansó de dar vueltas y exigir requisitos para otorgar ayuda de efectivos nacionales, el gobernador se cansó de reclamar esa ayuda y mientras la sociedad esperaba soluciones, y la TV porteña recortaba los hechos de la manera más conveniente, la tensión con el presidente Macri crecía.
Fue la única aparición pública de Lifschitz con un discurso endurecido. La situación habia derivado en una crisis que algunos parecian celebrar. Aquella conferencia de prensa del gobernador exigiendo una rápida respuesta a la gestión nacional, cambió las cosas.
Nadie podrá decir que la situación cambió drásticamente. Lo que no se puede eludir, es que de esa crisis se salió con mucho dialogo con los otros dos poderes, con el gobernador atendiendo a cada uno de los reclamos del poder judicial, y con medidas concretas- la última hace pocos díass que endurecieron mucho los niveles de control sobre las salidas de los presos condenados por delitos graves, y además, que la poca o mucha fuerza Federal que llegó a la Provincia, empezó a ocuparse de lo que le correspondía desde siempre: el control de los puertos del sur y la persecución de los casos de narcotráfico.
Hasta entonces, incluyendo toda la gestión Kirchnerista- Santa Fe sólo fue cuestionada por presunta debilidad en el combate del narcotráfico, pero nación jamás se hizo cargo de lo que le corresponde: el mismo programa nacional que vino a estigmatizar la presunta inacción provincial, a los pocos días «descubrió» que los jueces federales no atienden las causas que les corresponde, con un dato que pocos subrayaron: la Policía de Santa Fe ya había denunciado el funcionamiento de más de 700 kioscos narcos en Rosario, pero los jueces y los fiscales federales, nunca mandaron a allanarlos.
Aquel límite que marcó Lifschitz, mejoró a la postre la relación con el Presidente Macri. Con el cual se cansa de decir que tiene diferencias, pero como gobernador que es, tiene la obligación de mantener vínculos institucionales y también personales, de mutuo respeto y colaboración.
Más allá de las lecturas que se hagan de las políticas nacionales, el propio Antonio Bonfatti reconoció hace algunas horas, que las posturas diferentes respecto al tema ganancias responde a una lógica que él entiende mejor que nadie: » yo lo entiendo a Miguel. A él le toca gobernar, y le toca defender el interés de todos los santafesinos, no sólo de los trabajadores»
La política es una cosa dentro y otra fuera de la gestión. La propia responsabilidad general de un gobernador, lo obliga a conciliar permanentemente. La responsabilidad de gobernar es diferente a cualquier otra. Es por lejos, la menos cómoda de todas.
OBRA PUBLICA, TERRITORIO, Y LA NECESIDAD DE UNA NUEVA CONSTITUCIÓN
Se cumple un año del inicio de la gestión, y sin entrar en el insoportable inventario de obras que se continuaron y/o se pusieron en marcha, hay que ser contundentes en un dato: el nivel de inversión real en obra pública que proyecta y ejecuta la gestión de Miguel Lifschitz no tiene antecedentes.
La decisión de tomar el préstamo internacional por 250 millones de dólares, y destinarlos exclusivamente al desarrollo de las rutas, a desarrollar el Plan del Norte, a profundizar el Plan Abre- ahora en su aspecto vinculado a las Familias- el cumplimiento extremos del «Acuerdo Capital» que promueve y financia, entre otras tantas obras, la finalización de todos los desagües pluviales de la capital santafesina, el Plan «A Toda Costa» para los Departamentos Garay y San Javier; las obras bajo tierra que se licitan en Rosario y alejarán el riesgo de anegamiento a buena parte de la ciudad, la finalización de los hospitales en Santa Fe, Reconquista y Rosario; la puesta en marcha, sólo para 2016, de al menos 16 nuevos edificios escolares, más la construcción y terminación de varios edificios de institutos terciarios, profundizó las relaciones con todas las provincias limítrofes, encabezando encuentros de la Región Centro – con Córdoba y Entre Rios-, e inaugurando vínculos poco habituales con Chaco, Corrientes y la misma Buenos Aires.
Pero además anunció una decena de proyectos que incluyen la extensión de las políticas de energía renovable, de acceso a la educación, a la salud y también a la justicia, la inversión en Cultura, en Tecnología, en conocimiento y en todos los vectores que fue creando el Plan Estratégico que se propuso el Frente Progresista a su llegada a la gestión en 2007.
Aún así, Lifschitz parece no conformarse con lo hecho, y ha caracterizado a su gestión por un nivel de ubicuidad a veces asombroso: en este año ha visitado el norte provincial más veces que los últimos cuatro gobernadores en cada mandato. Nunca dejó de moverse y de generar presencia en todo el territorio provincial, en cada fiesta Provincial, en cada acto institucional, en cada actividad sea o no oficial, donde el Estado debe estar presente.
Pero entre sus principales anhelos, persigue un objetivo institucional: se ha propuesto ser el Gobernador de la Reforma Constitucional. Una Reforma de demora inexplicable.
Mientras la Provincia termina con fondos propios el Monumento a la Constitución Nacional, mientras la capital provincia se autoimpuso el nombre de «Capital de la Constitución» no sólo porque en ella se sancionó, sino porque allí funcionaron todas las Convenciones reformistas; parece mentira que Snata Fe sea una de las únicas dos provincias que mantienen a su Carta Magna desactualizada de la Reforma Nacional de 1994. Parece mentira que incumplamos con nuestros propios orgullos simbólicos.
Y para Lifschitz se ha convertido en un objetivo de gestión: ha desplegado el camino conveniente, el camino del dialogo y el consenso con todos los sectores. Y más allá de si la Reforma le permitirá o no una eventual reelección, está claro que en este primer año, aún con todas las dificultades coyunturales que relatamos, se ha convertido en el primer gobernador desde el retorno a la democracia en proponérselo con firmeza.
No le resultará sencillo concretarlo, sin embargo nadie pone en dudas que tiene muchas posibilidades de hacerlo. Hay situaciones que se caen de maduras, más si hay dirigentes decididos a sacudir el árbol que demora las caídas.
CUMPLE AÑO
Vuelvo al comienzo, y admito que este análisis no deja de serlo desde un lugar de cercanía y posible conveniencia. Se reconoce ese filtro, antes que nada. Sin embargo lo más llamativo es que el balance resulta compartido con gran parte del arco opositor.
Por eso es obvio que diré que este primer año de gestión resulta altamente positivo, y no tan obvio que un alto dirigente del Peronismo vernáculo me haya dicho en un encuentro en la calle: » este tipo es una máquina, no para. Atiende a todos, los escucha a todos, les responde a todos, no tiene prejuicios, no promete lo que no puede cumplir, y a juzagar por mi experiencia y de casi todos mis colegas senadores, cumple lo que dice»
Sorteó con calma oriental los incidentes internos del Frente Progresista, calmó a los radicales las veces que hizo falta, conversó con su Partido, y manejó las circunstancias externas para que no terminen disolviendo lo interno. Una de las frases del año será aquella que mencionó en el Cine Luz y Fuerza de Santa Fe: «No cuenten conmigo para enterrar al Frente Progresista»
A un año de iniciar su gestión, sólo alcanza con comparar aquel comienzo tumultuoso de 2016, con este final de año. Con todas las dificultades del caso.
Y aún Nación no cumplió con la Sentencia de la Corte de Justicia, por la deuda de coparticipación.
Lamentablemente, será materia de discusión el año próximo. Un año electoral. Esos años que siempre complican un poco las cosas. ¿ más que este año? Será difícil, pero habrá que transitarlo. Lifschitz dió sobradas muestras de saber pilotear las peores tormentas.