A esta hora. Más o menos a esta hora, en este mismo lugar donde estoy escribiendo esta carta, estaba sentado cuando me sonó el teléfono y Anita, la de siempre, la nuestra, me dijo desconsolada que te habías ido.
Recuerdo que mientras la escuchaba, me arrodillé y permanecí en silencio, mientras Cacha- esa que es mi mujer y que vos nunca dejabas de decir en cualquier lugar que era tu novia- me preguntaba que pasaba.
Me acuerdo que lloré, que lloré desconsoladamente. Que me fui a la cama a llorar. Que me levanté y lo llamé al Turco, tu amigo el Turco, mi primo el Turco, y le conté lo que había pasado y él hizo el mismo puto silencio que hice yo. Y me dijo que salía para allá. Y todos queríamos ir corriendo a donde estuvieras, para corroborar que no era cierto, que era una broma más, que nos estabas jodiendo. Que al otro día el día era el de los inocentes, y que nos estabas enloqueciendo para esperarnos disfrazado en la sala y decirnos: » pero que manga de boludos..¿ cómo pudieron creer que me iba a ir?»
Pero te habías ido nomás. Y estabas ahi, durmiendo sonriente, con la barba desprolija, el pelo largo, tus ojeras malvas, tus manos grandes cruzadas. Escuchandonos decir lo que se nos ocurría decir. Me acuerdo del Gringo Fessia sentado mirándote y puteando. De la Tota diciendome : «hace unos días me dijo, Tota, yo ya estoy hecho». De Delfina recibiendo abrazos y más abrazos. De Germán parado en un rincón, preguntando si era posible que aquella tarde, aquella noche, hubiera sido la última broma de ese papá grandote que lo trataba con una igualdad y un cariño imposible de comparar. Venias de jugar con él al Basquet. Te sentías mal hacía unos días. Pero como siempre, no te importó. Te importaban más los otros, encontrarte con los otros, y jugar al Basquet con cuarenta grados de calor. Sólo porque nunca, jamás, fallabas a los compromisos con los tuyos.
No voy a derramar una sola lágrima. Hace poco lo crucé a Germán, tan grande, tan alto, tan Baumann, y me sonreí. No me vió pero me sonreí viendolo cruzar boulevard, con el paso que vos tenías. Y la Delfi, tan hermosa tan querida, tan grande, tan responsable. Y la Tota, que nunca volvió a reírse de la misma manera cuando nos encontramos, porque- hijo de puta- ella te encuentra siempre en nuestras miradas.
Me acuerdo de aquella noche, y ¿ sabés que? Con el tiempo- lo charlaba recién con mi hermana Ana Lía- cada año que pasa dolés menos, y nos hacés reír más. Porque nos dolió tu muerte, pero nos iluminó tu vida.
No voy a repetir en esta carta todo lo que hiciste. Porque a esta altura, si no tenés bronce en alguna calle de la ciudad , es solamente porque nadie lo propuso. Pero no faltará quien lo haga, Eduardo, razones sobran.
Aún así, quiero que sepas, que cada 27 de diciembre me despierto con la angustia de saber que,antes de esta hora estabas vivo por ahí, y que si nos avisabas… Bueno. Ya está. Quiero volverme creyente y pensar que lo seguís mimando a Don Carlos en algún cuarto compartido.
Que tenés una libreta con las minas que van llegando y que a esta altura del partido, ya serás dueño de una mesa de peatonal celestial, desde donde desparramarás carcajadas y todos, absolutamente todos, los que pasan a tu lado te saludan o te gritan y te recuerdan que te deben una comida, o una venganza de tus bromas, o lo que sea.
Supongo que ya armaste un coro de viejos verdes que cantan canciones groseras pero que nunca ofenden. Que celebrarás en esta fecha, la de tu nuevo cumpleaños, reuniones concurridas, y bien regadas.
Y que debe sonar, allá bien lejos en el fondo tu voz preguntando cada noche » ¿ escuchan en el fondo?»
Te extraño cada día menos, sólo porque nos fuimos acostumbrando a tu ausencia. Pero costó eh ! y cuesta… En cada foto que aparecés, en cada anécdota, en cada video, en las fotos de mi casamiento, en los videos del programa de la tarde, en los viajes al interior… Que se yo. Cuando te fuiste, yo nunca había sentido semejante desgarro en el corazón.
Acá andamos nosotros, los de aquel grupo. Algunos más juntos que otros, haciéndonos cargo de nuestros chicos que cada día están más grandes.Y tenés que ver que grandes están las chicas ! Anita, Indiana, Luciana… Y el Turco puso una Librería y tuvo un hijo ! Y sigue dando pelea a sus propias convicciones, que no son las mías, pero no me importa. Nunca supimos cuales hubieran sido las tuyas en ese quilombo que fue este pais justo después de tu ausencia, un par de meses exactos después de la muerte de Nestor ¿ y sabés que? Mejor. Acá abajo nos peleamos mucho, por asuntos de otros. Y nos gastamos defendiendo a quienes nunca nos defienden. Pero así somos y fuimos. Y vos te reías.
¿Cuanto hace que te fuiste, Eduardo? Hoy me costaba recordarlo.. pensé que eran cinco y no. Ya son seis los años de tu ausencia… La puta madre, como nos dejaste tan huérfanos de tu risa, de tus abrazos de oso que consolaban cualquier dolor, tu picardía a prueba de cualquier dolor que te cruzaba, tu disciplina para ir a la Secretaría, volver a cocinar a tu casa- en una época te ibas a las dos a la radio- y volvías para hacer la cena, y después volvías a la radio para acompañarnos hasta las dos de la mañana…Pfff, eras incansable. Lo explicabas en tu hoja de ruta. Los fines de semana, te multiplicabas para no fallarle a nadie. Y mucho menos a la Tota, que los domingos a la noche…
Te extraño Boiman, te extraña el Chaleco, tus hijos, tu familia, la Tota, todos los que fuimos tus amigos, tus coreutas en la vida, tus admiradores, tus compinches, tus cómplices, y sobre todo tus disfrutadores.
Es una macana grande la que nos hiciste hace seis años, a esta misma hora, cuando dijiste basta, en el auto, en la Costanera que te vió crecer y que, según me contabas, todavía te emocionaba mirar. ¿ Elegiste ese lugar? Siempre creeré que si.
Te fuiste, cabrón. Tengo mil cosas para contarte, pero ojalá – y si Dios finalmente existe pedile de mi parte que por favor sea dentro de muchos años- alguna vez nos encontremos y nos volvamos a sentar a hablar. Como tantas tardes, y noches. Te voy a putear por estos años de ausencia. Pero después… nos pondremos al día.
Y Chau, de nuevo Grandote. Bah, ¡ cuidanos un poco desde allá! que acá abajo todo está complicado, y nadie la pasa demasiado bien. Abrazo.
Ah, y sin mariconadas – como te gustaba decir- «Te quiero, guacho»
Coni