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El capricho de un Papa, un tal Gregorio, hace que nos pongamos en un estado distinto cuando llegan las 24 de los días como hoy.
A cada cual le toca de la forma que le toca. Y si de verdad se convierten en momentos de reflexión y balance, bueno, adelante.
Si sirve, buenisimo. Si no sirve, pasar de largo no está mal.
Finalmente uno siente lo que siente, y se emociona con lo que se emociona, así que ni a exigir que los demás piensen o sientan como uno, ni a permitir que otros intenten hacer lo mismo con nosotros; y si es posible, a no fingir por compasión o compromiso.
No voy a brindar por la paz en el mundo. Está fuera de mi radio de posibilidades. No puedo parar la locura en Siria. Ni  evitar que los terroristas planifiquen nuevos atentados contra inocentes en cualquier punto del planeta , ni que Donald Trump asuma la presidencia de Estados Unidos, ni curar el cáncer,  ni que  dejen de morir nuestros artistas, ni que los psicópatas dejen de matar en nuestras calles.
No puedo brindar por lo que no voy a conseguir que cambie, y no deja de ser algo presumido creer que nuestras copas chocando, harán  posible que la humanidad cambie.
Me cansé del berreo vacío de las posiciones políticamente correctas que se quedan con el tiempo que necesitamos para ponerle un palo al Jacarandá del fondo que se está torciendo y se puede caer en la próxima tormenta.
Brindemos por lo posible. Que es cambiar o intentar cambiar  nuestro pequeño mundo. El de nuestras familias, nuestro barrio, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, o el de  quienes, sin conocernos, nos piden una mano en las malas.
Que lo que podemos hacer es lo que podemos. Y todos tenemos contradicciones, y todos queremos aquello que es imposible ahora, y no está mal soñarlo… Pero de ahí a convertirlo en el objeto de tu vida, es una excusa para no hacer lo que nos toca.
Dejemos de tirar consignas grandilocuentes y empecemos por lo que está a nuestro alcance. Que por preocupados que estemos frente al horror general, de nosotros solo depende lo que nos rodea, y si cada uno le pusiera el esfuerzo, y la líbido  y los deseos a esas cosas, el mundo ya cambiaría un poco. Y si eso se multiplica, cambia un poco más.
No brindemos por lo que deben hacer los demás, sino por lo que tenemos que hacer nosotros, en especial con los otros. Prometamos ser mejores, en todos los sentidos. Con los otros.
Tratemos mejor, escuchemos más al otro, tengamos más paciencia, distingamos entre lo importante , lo menos importante, lo mucho menos importante, y sobre todo, entendamos que hay cosas que parecen serlo y no lo son. Y que nos cagamos la vida por cuestiones absolutamente insignificantes.
Preguntémonos que sentido tiene tanta tensión. Y relajemos un poco la cabeza, la tripa, y los nervios. Que las cosas inevitables son inevitables, y las que podemos realmente cambiar, no las vamos a cambiar peleando, sino convenciendo a los demás.
La violencia se para con paz, no con más violencia. Las políticas se cambian con políticas, no con subversiones de las reglas. Los desafectos con afectos, los enojos con disculpas, las penas con abrazos y lo que tengamos a mano para reparar.
Echemos una mano a los que están cerca, y dejemos de fanfarronear con compromisos imposibles o lejanos. Que más temprano que tarde, los procesos se dan y los que los definen son los hombres y las mujeres, libremente.
Que nuestros problemas son esencialmente espirituales, che. Y no hablo de religiones ni esas mierdas que convierten a un humano en un fanático.
Hablo de la necesidad de encontrarnos en los únicos valores que nos sostienen en esta vida complicada: el otro. Quienes sean, cómo sean. Sin el otro, sin el de al lado, nada. Contra el de al lado, nada. Nadie construye un mundo mejor, en el el delirio de la soledad o el sectarismo, o el aislamiento.
Trabajemos, juguemos, leamos, veamos películas, escuchemos música, bailemos, cojamos, caminemos, seamos excesivos en los que nos da placer,  abracemos al que tenemos ganas de abrazar, y hagamos felices a nuestros chicos y a nuestros viejos.
Terminemos con la estupidez cercana, seamos menos hipócritas, dejemonos de joder gratuitamente a quienes no nos joden, y si podemos, digamos francamente lo que pensamos de los que nos joden, a los ojos, claramente, para que sepan que no cuentan con nosotros.
Y agradezcamos lo que tenemos, que es mucho. Y dejemos de esperar más, que mientras andamos buscando cosas, el tiempo es inapelable y pasa. Y con él pasan las oportunidades de hacer lo que nos gusta, de encontrarnos con el otro, de manifestarnos, y sobre todo, de ponerle atención a aquellos que lo merecen.
No. Que no es resignación. Es alegría y convicción: nadie es capaz de cambiar el mundo, si no es capaz de hacer felices a los que lo rodean.No nos engañemos, que se trata de microfísica, del pequeño cambio que nos toca hacer cada día, en cada lugar que habitamos.
Nadie puede cambiar un país, ni una provincia, ni una ciudad,  si ni siquiera consigue cambiar sus relaciones familiares.
Una vida vale un sol, no hay una sola vida que merezca ser sacrificada en nombre de nada, mucho menos en nombre de mujeres y hombres que pasan de nosotros. Y que en noches como estas sueñan con el dinero, con multiplicarlo, con protegerlo. Pero ni con vos, ni conmigo.
Y no se olviden de mear en el árbol más cercano, apenas unos minutos antes de las 00 del 1 de enero. Que me contó hace muchos años una vieja amiga, que con la última orina del año se van todas nuestras frustraciones y vaciamos el alma.
Y después, ya depende de cada uno de nosotros, juntos o separados, con que la vamos a llenar los próximos 365 días. Es una buena oportunidad para hacerlo.
Feliz año a todos los que quiero y me quieren. A los demás, buena suerte.
Vivir merece el esfuerzo de intentar ser los mejores posibles.
Y Salud !

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