Maduro Olmedo

La diferencia, claro, es que Olmedo nos hacía reír, porque sabíamos que era una broma.

El nuevo golpe  de Nicolás Maduro a la mayoritaria voluntad de los venezolanos, se parece mucho a aquel personaje del dictador de Costa Pobre. Por voluntad de la «Suprema Corte», que está integrada exclusivamente por hombres que le responden a él, resolvió que el Parlamento no puede opinar sobre la venta de las empresas públicas a privados. Ni revisar los contratos, ni autorizarlo o rechazarlos. Sólo ellos, y nadie más que ellos, aunque los venezolanos resolvieron  hace mucho tiempo que son la minoría.

No cuesta demasiado imaginarlo a Maduro dando órdenes. Olmedo hizo ese trabajo hace treinta años y uno supone que debe funcionar de manera similar. Uno imagina un despacho con gigantes imágenes de Hugo Chávez, Ernesto Guevara, Fidel Castro, ¿ Nestor Kirchner? y  Simón Bolívar, y en él, los cuatro comandantes decidiendo los pasos a seguir: Aristóbulo Istúriz, Diosdado Cabello, Freddy Bernal y el propio Nicolás  con vasos de whisky en la mano, cruzando órdenes, llevando y trayendo noticias, gritando, maltratando unos a otros, reprochando los negocios y amenazando con volar por los aires todo, si alguno se atreve a romper los códigos y los secretos que se prometieron llevar a la tumba, mientras mataron, encarcelaron, torturaron y empobrecieron  a cuanto venezolano se les cruzó por el camino.

Ya nadie duda que Maduro es un dictador. Salvo aquellos que de verdad han perdido la razón.

Y que como todo  dictador, ha violado sistemáticamente la voluntad del pueblo venezolano, mientras su «revolución» arrasó con la comida, la educación, y cada una de las necesidades básicas de sus gobernados.

En nombre del «Comandante» insisten en echar culpas al imperio. Mientras no pueden ocultar que las propias políticas revolucionarias acabaron con las riquezas naturales del país, con la industria nacional, con todas y cada una de las inversiones extranjeras, y fundamentalmente con la paz y la felicidad de todos los que habitan el suelo bolivariano.

Las calles de Caracas son la imagen viva del caos. Los grupos parapoliciales matan a plena luz del dia, y sino lo hacen por «convicciones revolucionarias», lo hacen protegiendo el negocio centralizado del narcotráfico.

Los principales lideres de la oposición están presos y sino amenazados de muerte. Hace pocas horas una dirigente opositora fue baleada mientras hacía declaraciones en la calle a un canal de TV. Todos los medios fueron cooptados o por estatización, o simplemente por terror.

Los venezolanos tienen el peor ingreso per cápita de América Latina, y nadie, absolutamente nadie, goza de las mínimas garantías constitucionales.

Los ricos, que incluyen a los comandantes, viven en mansiones custodiadas y salen a la calle armados. Los pobres, esos que usan como bandera justificatoria de la «revolución», mueren también. De hambre, de Sida, por falta de medicamentos, por falta de herramientas sanitarias elementales, y por supuesto, mueren a balazos si se les ocurre reclamarle algo al «líder»

Venezuela es Costa Pobre, pero en su versión real y dramática.

Representa la degeneración plena de los sueños populistas y la representación final de las consecuencias que «el modelo» puede generar si se aplica por la fuerza, sin consensos, sin ningún valor por la vida humana.

Maduro acaba de dar un golpe de Estado, uno más. Y aunque su final parezca acercarse, lo cierto es que mientras demore en ocurrir , seguirán muriendo miles de venezolanos.

En Venezuela murió la democracia, y con ella las libertades individuales.

Una vez más, habrá que citar al menos tres de «Los diez Cannots», que alguien falsamente atribuyó a Abraham Lincoln,  y que en realidad pertenecen a William John Henry Boetcker y que representan claramente el ideario republicano.

«Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad, admitiendo e incitando el odio de clases»

«Usted no puede formar el carácter y el valor del hombre quitándole su independencia (libertad) e iniciativa»

«Usted no puede ayudar a los hombres realizando por ellos permanentemente lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismo»

Venezuela intentó poder lo que no se puede. Y dejó este desastre que demandará años recuperar.

Venezuela es Costa Pobre, pero está lejos de causar gracia alguna.

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