Es asombroso cómo los prejuicios y los odios políticos sembrados en la sociedad argentina – especialmente en sus estratos medios- han brotado en posiciones temerarias frente a ciertos asuntos.

La desaparición del militante Santiago Maldonado, no sólo ha sido puesta en duda por algunos medios de comunicación, sino que inspiró explicaciones basadas en conspiraciones políticas, viajes al exterior y utilizaciones varias.

Maldonado desapareció en medio de un operativo de Gendarmería, el martes 1 de agosto en la localidad chubutense de Cushamen, durante un desalojo de una toma de tierras de una comunidad mapuche. Desde entonces nadie sabe nada más de él. Y si alguien lo sabe, lo está ocultando.

Apurada, y sin ninguna aparente necesidad, la Ministra de Seguridad de la Nación optó por negar la acción de Gendarmería en el hecho. ¿ Por qué? ¿ Con que objetivo? ¿ Desinformada? ¿ informada mal? o lo peor: ¿ informada adecuadamente y mintiendo?

A la adhesión – razonable- de la militancia Kirchnerista, como la de casi toda la militancia política y social del  país,  al reclamo de la aparición con vida de  Santiago, le siguieron las más aberrantes respuestas nacidas del Antikirchnerismo: «que lo usan para la campaña», «que los mataron los propios indígenas(sic)» «Que está en Europa, seguro» y sino, la cuasijustificación basada en el pasado reciente: «¿ Por que no le preguntan a Milani?» ó «Que expliquen antes dónde está Jorge Julio Lopez», en fin. frases que denotan una estremecedora degradación del valor de la vida humana, puesta por debajo de nuestras posiciones políticas, o aún peor: de nuestros odios.

Lo «normal» en una sociedad que demanda democracia y respeto de la boca para afuera, el «deber ser» de esa sociedad, es el respeto sagrado por la vida. Es incompatible el pensamiento democrático con la indiferencia o la celebración de la muerte del otro.

Maldonado es un militante social. Y sinceramente, debería importanos un pito a que partido pertenece o a que organización social. No hay ninguna característica humana, exceptuando al propio crimen in fraganti, que justifique la muerte. Y menos su ocultamiento.

No lo dice CFK, solamente. Lo dice el Cacique Felix Diaz, aquel dirigente Quom que se cansó de reclamarle derechos a CFK y que denunció en reiteradas oportunidades, la violación de los derechos humanos de sus pueblos.

¿ El Cacique es parte de esa conspiración maligna? ¿ Ahora Díaz es malo?

Maldonado debe aparecer con vida. Y si algo le hubiera ocurrido, es el Estado nacional el que debe dar las explicaciones del caso. Ya sea por responsabilidad de la Fuerza Pública, o por quien sea.

Maldonado es, antes que nada, un ciudadano argentino. Un ser humano sin antecedentes penales, sin deudas con la justicia, sin ningún vinculo con ningún grupo «sedicioso», ni estaba haciendo otra cosa que no sea defender causas, que te gusten o no, las compartas o no, deben ser dirimidas en otras instancias, nunca por la via de la fuerza.

El insólito intento por convertir a un pequeño grupo de presuntos delirantes independentistas en un «germen de terrorismo armado», consolidado con la emisión de un informe de Televisión en el programa de Jorge Lanata, apreció darle rienda suelta a la justificación de la desaparición del militante.

Nada de eso puede ser concebido como «razonable», nada de eso puede pasar como «natural». Estamos hablando de la desaparición de una persona, en circunstancias a todas luces sospechosas, que no puede ser ignorada ni sospechada.

Maldonado es una victima, no es otra cosa que una víctima.

«Mirá el pelo largo, esa barba, ese aspecto» dice una señora a mi lado en una sala de espera de médico. Le faltó decir «es zurdo, se lo merece»

El horror podría consolidarse con un funcionario nacional diciendo: » no está muerto ni vivo, es una entelequia, es un desaparecido»

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