Hace pocos meses publiqué mi primer libro, y en él, un capitulo sobre la realidad de los medios de comunicación vista desde las propias entrañas*. En el texto abordo con dolorosa antelación, las circunstancias que son de debate público hoy, tras la vergonzante entrega de los Martin Fierro de radio.
Todos tenemos la tentación de decir «Yo tenía razón» y no es lo que importa. De hecho, digamoslo, es lo que menos importa. En una crisis como la que viven los medios de comunicación, lo que importa, lo único que de verdad importa, es que vamos a hacer con la gente que se va a quedar en la calle.
Los medios que cierran, dejan en la calle gente. Y poco importa lo que piensan. Es gente que se queda sin laburo, sin obra social, sin plata para comprar la comida, pagar sus alquileres, etc, etc. Entre los medios de Indalo, Radio Rivadavia,la agencia DyN y otras empresas tambaleantes, hay – cálculo aproximado- más de 10 mil puestos de trabajo en juego. Y también, como efecto colateral, el silenciamiento de otras voces. De voces disonantes con las denominadas «hegemónicas» que se expresan desde los medios de comunicación aliados al gobierno nacional.
Es cierto que lo que se cayó es en su mayoría la estructura ficticia que había montado el Kirchnerismo, en ejercicio de una ley de Medios que nació muerta porque fue una reacción a una coyuntura y no un plan que contemplara las próximas dos décadas de la realidad de los medios . Es cierto que los medios quedaron en manos de empresarios inescrupulosos, y es cierto que la situación era previsible, atendiendo a la manifiesta impericia que tenían esos crápulas en la administración de medios, su indolencia y su pornográfica vocación de recaudadores o lavadores de plata ajena.
Pero no son los únicos: Diarios y Noticias es ( o era) una agencia de Noticias tradicional , con más de 35 años de existencia y no menos de cien empleados, y es propiedad de La Nación y el Grupo Clarin. Y también en esas empresas hay despidos, en los Talleres Gráficos, por ejemplo. Y en otros grupos cierran diarios, y en otras, radios en el interior. Y no se puede aludir a ninguna impericia allí, ni desconocimiento del negocio. Sino más bien todo lo contrario. Lo moral, es otra discusión.
En cualquiera de los casos, los trabajadores no tienen ninguna responsabilidad en el quebranto, vaciamiento o estafa, dependiendo de la figura que le quepa a cada situación y a las que seguramente vendrán, si no se hace nada para frenarlo.
La responsabilidad de los empresarios debe resolverse donde corresponde: en la justicia. Y allí caben todas las responsabilidades: las penales, las civiles y las laborales. No hay mucho más para hacer. Deberá ser la justicia, con todos su mases y sus menos, la responsable de responder cómo siguen, si siguen, las distintas empresas.
No cabe una sola duda sobre lo expresado, y hasta allí, no se me ocurre que podamos tener diferencias. Salvo que, insisto, prevalezca la estupidez de creer que lo que importa es si tenemos o tuvimos razón.
Lo problemático, es discutir cómo seguimos después. Porque lo que ocurre en los medios argentinos, existan o no delitos empresariales, forma parte de un proceso mundial de transformación de la comunicación. Del oficio del periodismo y la cruda, hasta Darwiniana, realidad de que los medios son, nos guste o no, cada día más, productos. Con todo lo que ese término implica.
Aquí habría que diferenciar, claramente, a los medios públicos de los privados, pero nadie está libre de tirar la primera piedra y reclamarle al otro lo que no fuimos capaces de hacer, no deja de ser un ejercicio de hipocresía que no se justifica desde ninguna ideología, ni buena voluntad.
El resto de los medios, son empresas. Y todo lo que en ellos funcionan, tienen exclusiva relación con el maldito mercado. Y a eso, nos guste o no, hay que asumirlo. Porque es inevitable. Y no lo digo desde la resignación, lo digo desde la certeza de que es un proceso inevitable. Porque es lo que ocurre en Estados Unidos, en Europa, y en todos los países que se rigen bajo las reglas del capitalismo. Eso es Argentina, quieran o no.
Con un agravante: nuestro oficio, nuestra profesión, no es asimilable a la de un obrero. No somos encastradores de piezas de metal, ni construimos edificios. Somos en nuestra inmensa mayoría, periodistas, locutores, técnicos especializados y empleados calificados en materias no facilmente reciclables. Nuestro laburo está en los medios y en areas públicas y privadas dedicadas a eso: a la comunicación.
Tenemos que asumir como colectivo que también tenemos responsabilidades. No de lo que ocurrió y ocurre, pero si de lo que va a ocurrir. Los diarios van a desaparecer, las radios han atomizado la rentabilidad con su multiplicación, las webs son negocios chiquitos, y para colmo de males, baratos. Lo que nos iguala a cualquiera que quiera expresarse en la red en todas sus expresiones.
No asumir esa realidad, nos ubicará en un lugar de debilidad absoluta. Y asumirlo, implica un ejercicio de insolencia y creatividad, mucho más que económico.
Los medios necesitan de un círculo virtuoso que nosotros somos también responsables de contribuir: necesitan audiencia, lectores, clicks, seguidores. Eso les permite tener anunciantes, y los anunciantes, son los que permiten dar empleo. Y no nos engañemos más: no es ideológico: los empresarios definen proporcionalmente muy poco en base a las posiciones políticas. Lo definen en base a las conveniencias e intereses. Y eso, es compatible con nuestro oficio. En tanto y en cuanto, seamos capaces de resultarles interesantes: ¿lo traduzco? En tanto y en cuanto seamos capaces de tener audiencia y con ella auspiciantes. No más secretos. Nos duela o no
Ningún empresario regala dinero. Por ende, ninguno regala audiencia a otro. Y si aún así, deciden hacerlo por compromisos «superiores», pues bien. La audiencia y los anunciantes están. y ahí nace el verdadero desafío: continuar. Emprender. Asociarnos, y proveer posibilidades a nuestros compañeros.
Es una excusa decir que no se puede. Si nuestros «productos» interesan. Si nuestra opinión, nuestras investigaciones, nuestras ideas, son interesantes para un sector de la ciudadanía, los recursos que se necesitan no son muchos. Sencillamente porque constituirá un negocio, grande o chiquito, pero negocio al fin. Y eso nos permitirá cotinuar.
En el libro, cito el ejemplo de Luis Mino. Un comunicador con el que seguramente tengo muchas diferencias, pero al que le reconozco su indiscutible capacidad para reconvertirse y asumir la responsabilidad de construir un nuevo medio, que tiene audiencia, mucha para estas épocas, y tiene, finalmente, un funcionamiento económico que le permite dar empleo, cuando casi ningún otro medio lo da.
Y algo más: dice lo que quiere, lo que se le antoja, obviamente, con los límites, autoimpuestos por sus propios intereses. Y allí el límite para quienes trabajan con él.
Esa experiencia, o la del Periodico Pausa ( otro verdadero desafío en una sociedad que cada día lee menos, pero que tiene a un sector que lee), o Radiofónica de Rosario, o la de algunos programas de radio exitosos, como Malas Compañias del Negro Velazquez, sólo por citar ejemplos, dan cuenta de que las cosas bien hechas, las cosas atractivas para un nicho de la sociedad tienen respuestas y funcionan. Y todos, todos, somos capaces de hacerlo. Es decir, todos, si somos capaces de hacerlo, podemos.
La reducción de la discusión a lineas políticas, es cuanto menos ingenuo. Pueden existir, de hecho los hay, límites a la expresión en los medios. Pero de nosotros también depende la construcción de otro anillo que nos ofrezcan las libertades que los demás no están dispuestos a darnos.
Pero no será desde la idea mágica de que deben existir empresarios mecenas que nos ofrecerán no sólo un empleo, sino la libertad de decir lo que queremos en sus propias empresas. Ese es, insisto, un concepto ingenuo y poco realista de nuestra situación.
La libertad de prensa, un tema que debatimos poco y sólo cuando nos conviene, depende de la Libertad de Empresa- que nos incluye aunque no nos guste- y esa libertad, jamás, puede dar lugar a una peligrosa figura nacida en los últimos años a la luz del exagerado disciplinamiento ideológico ( o mejor partidario) de los medios, los sindicatos y los propios periodistas : La prensa contra la libertad.
Nadie nos impide expresarnos. En eso, los Youtubers nos han dado una lección, nos gusten o no. Somos nosotros, con nuestro talento, con nuestra mística, con nuestro esfuerzo, los responsables de ofrecernos salidas.
La tecnología, que nos juega en contra en la suerte de las empresas que se desprenden de empleados, nos ofrece las mismas posibilidades: páginas, radios on line, revistas, radios FM, programas de TV, TV on line, etc, etc, son caminos cada día más atractivos.
Nos guste o no.
*»Razones & Sensaciones (para sentarse a escribir)» capítulo II: Una mirada impiadosa desde adentro