Hace cinco o seis años, sinceramente no lo recuerdo, escribí un editorial para mi programa de radio que se llamó «Nosotros, los boludos». Ernesto Tenembaum, a quien no conozco personalmente, la leyó en su programa de Radio Mitre y recuerdo, la columna de opinión, estalló en Facebook.
El texto hablaba de los tibios, de ese colectivo confuso que algunos llaman la «ancha o fina columna del medio», o para adecuarse a estos tiempos de simplificaciones subsistentes, los «Coreanos del Centro». En fin. De los boludos que no aceptabamos las verdades reveladas que nos bajaban los dirigentes políticos desde esos espacios repletos de claque ruidosa, en los que no se aceptaban los «peros»
Era Radio Mitre, una radio donde Tenembaun no pudo continuar por «tibio». Si, por tibio. Habían escupido su figura en Plaza de Mayo. Lo acusaban de ser «cómplice de la desaparición de nietos», lo troleaban en ese espacio cuasinazi que se llamaba «6,7,8», incluso por gente que había sido colega y, supongo, en algunos casos amigos. Y se encontró a la «intemperie». Escupido por algunos, despedido- amablemente, si- por otros.
Tenembaun se bancó el destrato como pocos. Lejos del discurso de la persecución, escribió una novela muy valiosa, «Una mujer única» y continuó escribiendo sus columnas donde pudo, y haciendo radio donde lo dejaron. Hoy está haciendo una primera mañana muy divertida con Gustavo Grabia y Tamara Pettinato en Radio con Vos.
Nunca, en todo ese trance complicado, se lo escuchó desgranar su bronca personal sin que mediara el sentido común, aceptó su suerte como consecuencia de las reglas de juego, y siempre, procuró una mirada equilibrada sobre la realidad. Incluso, frente a quienes mandaron a escupir su foto en Plaza de Mayo, en un juicio popular que encabezó Hebe de Bonafini enfundada en su pañuelo, con todo lo que significaba entonces.
El Kirchnerismo, como a tantos otros, le pisoteó su historia profesional. Lo acusó de cosas que a él nadie podía acusar y los que empezaban a dibujar esa especie de «resistencia final» contra el gobierno, lo dejaron de lado. O mejor, quizás eligió no subirse a ese tren.
Otros, no importa quienes y de verdad no importa, eligieron caminos extremos. Se convirtieron en ejecutores de lineas editoriales salvajes, que defendían al gobierno en lo indefendible, o lo otro, en miembros de una indisimulable organización que tuvo como exclusivo objetivo, acompañar la salida del Kirchnerismo del poder y despejar el camino para la llegada de Mauricio Macri.
Entonces, muy pocos miraban lo que miraba Ernesto: Que el gobierno de los K era sólo eso, un gobierno. Que como todos los gobiernos, por pretenciosas que sonaran sus consignas, iba a terminar. Cómo se terminan todos los procesos en democracia cuando la gente se hincha las pelotas. Cómo va a terminar el Macrismo, en dos, seis o diez años.
Hoy, cuando el Kirchnerismo es pasado, y sus restos van siendo liquidados entre Comodoro Py , los bloques legislativos del PJ y la continuidad de la ventilación de la corrupción, incluyendo una especie de cacería de presos sin condena ni procesos, Tenembaum se planta y lo reprocha.
Hoy, mientras la agenda de los principales medios nacionales ocultan discusiones esenciales, como los escandalosos antecedentes de evasión de varios funcionarios y amigos del Presidente de la Nación,Tenembaum lo reclama.
Hoy, cuando aquellos- que como él- fueron maltratados por el Kirchnerismo eligen el camino de la venganza y la saña, el prefiere como antes, como siempre, ser meticuloso, separar la paja del trigo, y dejar en claro, en cada circunstancia, que es periodista. Y que más allá de sus propias cuestiones, elige seguir siéndolo. Incluso cuando su invierno personal le ofrece aires de cierta revancha, él elige no ejercerla. No corresponde. Es la manera de demostrar quién es quién. Es, disculpen el halago, una lección de humanidad y sabiduría, que muy pocos están en condiciones de dictar.
Seguramente no es el único. Con María O´Donell, Alconada Mon, Reynaldo Sietecase y un puñado de muchos otros que con cierta injusticia no me vienen a la cabeza, han sido la expresión excepcional de la coherencia periodistica, en un país que extravió las dos cosas ( el periodismo y la coherencia) en el piso de esa batalla que nos cagó la vida a todos, especialmente a los boludos, a los coreanos del centro, a los tibios.
Nosotros, los boludos… cómo decía aquella nota que generosamente Tenembaum leyó una siesta de hace algunos muchos años en Radio Mitre, seguimos de pie. Porque existen los Tenembaum.
,