La cobertura full time de los medios nacionales sobre el crimen de Fernando Pastoriza presuntamente – sólo por ser jurídicamente correctos- cometido por su ex novia Nahir Galarza en Gualaguaychú, tiene consecuencias asombrosas.

Nahir es una chica de clase media que – según todos los datos que se hicieron públicos- mató a Fernando con premeditación. Y su comportamiento posterior, inmediato y en las audiencias que trascendieron, habla de una frialdad criminal psicótica: tomó el arma de su padre, baleó a su pareja  en la calle, lo abandonó , caminó 20 cuadras hasta su casa en plena madrugada, se bañó, escribió un mensaje «de amor» en Instangram, supuestamente durmió y finalmente al mediodía le confesó a sus padres el crimen.

El caso tiene todos los condimentos morbosos que cualquier sociedad sedienta de historias necesita.

Y las reacciones no sacaron turno. Nada de esperar pericias, nada de silencios respetuosos, y en el caso de la familia de ella y de su «manager», menos:En el afán de defender a la joven, un conjunto de medidas destinadas al impacto público que carecen de buen gusto, respeto por la víctima y sus familiares, y además, denota una falta de límites morales asombrosos.

En un contexto de femicidios continuos y una discusión instalada, por fin, casi de lleno en la agenda pública sobre la gravedad de la violencia machista en Argentina no faltan los que , sin conocer absolutamente nada, pretenden encontrar en una presunta relación violenta de la pareja, una justificación del crimen.

La lógica es muy sencilla, y el contexto  perfecto: «Nahir era victima de la violencia de Fernando. Se cansó del maltrato y lo mató».

En el medio no hay una sola denuncia de Nahir en ese sentido. Sus amigas no declaran en su defensa, sino todo lo contrario, y la chica no muestra un sólo signo de dolor en su gestualidad durante las audiencias que se filmaron.

Por el contrario, todo parece indicar – a la vista de los mensajes de whatshapp que se hicieron públicos y del gélido comportamiento de Nahir frente a las consecuencias de sus acciones- que se trató de un asesinato por celos. El móvil se vuelve demasiado aburrido para quienes pretenden encontrar vueltas tenebrosas en la historia: Nahir se sentía abandonada por su novio, el novio le confiesa a sus amigos que fue violentado en un boliche la noche anterior al crimen, y que fue obligado a borrar un vídeo que corroboraba esa situación, que Nahir le reclamaba «estar juntos», que él «estaba con otra chica» y finalmente el desenlace conocido.

No parece que haya muchos más misterios: una trágica historia de amor desencontrado entre dos jóvenes, y en el que uno de los dos, evidentemente afectado en su psiquis, toma la más dramático decisión: matar. Pasa acá y pasa en todos los lugares del mundo. El cine y la literatura abruman en la casuistica, y más allá de cualquier conclusión subjetiva con pretensión de definitiva, serán los jueces quienes deberán determinar cómo y porque Nahir decidió ese final.

Pero el caso no sólo pretende ser «usado» como un caso más de violencia de género machista, sino que despertó el costado mas cruel de lo que el Feminismo denomina «el patriarcado».  Y entonces se leen conclusiones escalofriantes que pretenden negar el grave proceso de violencia machista que se cobra, en Argentina, al menos una vida de una mujer por día.

O sea: Nahir o es un caso forzado de Violencia de género, o peor aún: es la demostración fáctica de que «las mujeres también matan» a los hombres, pretendiendo equilibrar la situación y relativizar el reclamo de los colectivos de género que han desatado, con algunos puntos discutibles, un debate profundo sobre una situación de extrema gravedad social: que los hombres no soportamos la libertad de las mujeres y por eso les pegamos, las humillamos y finalmente, las matamos.

El caso Nahir Galarza es una peligrosa trampa, si se lo pretende encuadrar en ese debate.

La llamativa cobertura mediática del caso, ayuda a ponerlo en ese lugar. Mientras tanto, desde que Fernando murió, en el resto del país murieron al menos seis mujeres en manos de sus ex parejas. Y muchas otras, como el caso de una jóven de apellido Paz en la ciudad de Santa Fe, que fue violada delante de sus hijos por el ex marido y  salvada de milagro por el móvil de un medio de comunicación que llegó antes que el 911, al que había llamado en seis ocasiones, mientras pulsera antipánico no funcionaba.

No desaprovechemos esta oportunidad histórica de avanzar seriamente contra la cultura machista que mata a diario, equilibrandolo con un crimen aislado. El de Fernando Pastoriza. Es una historia aparte. No hay ningún motivo para mezclarlo.

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