¿ Quién se encarga de la orfandad de los que no se sienten representados por nadie en este país?
Es llamativo: Tenemos un presidente y un gobierno que sólo goza del aprecio de unos pocos, y el respaldo de unos muchos sólo abrazados entre sí, a causa del espanto que les genera un posible regreso del Kirchnerismo. Sólo por eso, y nada más que eso.
Un gobierno nacional desatado en su original inconfesa dirección: Ya nadie disimula demasiado que de lo que se trata es de volver a poner los números en caja, aunque para ellos haga falta cargarse a los jubilados, maltratar a los docentes, y ponerle la vida casi imposible a la mayoría de la clase media. Los muchachos del Newman que venían con la jactancia de ser el mejor equipo de los últimos cincuenta años cuentan en su haber con dos fracasos, como mínimo, inocultables: dijeron que era fácil bajar la inflación y ahora sólo se limitan a rogar que el indicador baje a un sólo digito antes de terminar su mandato.
Y encima, endeudaron al país como sus familiares del menemismo, al mero efecto de ganar unas elecciones intermedias. En lugar de sincerarse desde el vamos, nos hicieron creer que controlaban los números y apenas terminaron de contar los últimos votos, nos clavaron la reforma previsional, metieron media reforma laboral, y un megadecreto que incluye modificaciones en las reglas de la Anses y la Obra Pública, sin pudores.
Ni siquiera disimulan sus formas, hasta hace poco elegantes y amables. Ahora el Newman Boy Peña dice sin vueltas: » a los costos hay que pagarlos, y listo» explicandonos así como nos llevan la nafta, el transporte, la electricidad y los alimentos a precios que sólo consideran bajos ellos, que ya lo tienen todo. Que no han salido mucho a la calle.
Ni disimulan la fachada. Un ministro de trabajo que tiene a una empleada en negro, pero contratada por su Gremio, un intendente que inaugura una pileta pintada ue cuesta 40 millones, un presidente que descansa más que cualquier otro argentino y una gestión que pasó del «diálogo» con los gobernadores a decirles «votame las leyes porque sino no hay un mango más» ó el decreto que modifica leyes a su antojo, sin ponerse colorado.
Y el Kirchnerismo que sólo reacciona, y dice que todo es una campaña en su contra. Mientras el Macrismo y su aceitada maquinaria de jueces aceleran todos los procesos que el gobierno anterior había paralizado. Sin ilusiones en el horizonte, todavía sobrevuela la idea del regreso de CFK, como alternativa a una gestión que empieza a hacer aguas en el humor popular.
El kirchnerismo «duro», si cabe la acepción o si efectivamente existe otro Kirchnerismo en pie, deambula en la necesidad de explicarnos al resto de los argentinos, que todo sigue siendo un invento de TN, que Clarin miente, que Macri es un lavador de dinero, que las cuentas Off-shore y que la persecución de la patria judicial, sin que se les caiga una sola autocrítica por algunos desastres en la gestión pública. Corrupción, deuda interna y una superestructura estatal que nunca puede sustituir al empleo genuino.
No hicieron todo mal, seguro. Pero tampoco pueden erigirse en victimas puros: allí quedan los negociados multimillonarios de Lázaros, Cristobales, Amados, el maltrato a los adversarios, la soberbia desarmada, y esa idea provocativa de que todos los que no pensamos como ellos somos un ejército de idiotas que tenemos la cabeza quemada por TN, y sólo nos equivocamos porque no observamos «la contradicción fundamental», que consiste simplemente en esto. «o ellos- la dictadura, los lavadores, el peor pasado- o nosotros- que tenemos a Milani, a nuestros propios lavadores y a integrantes sagrados del peor pasado, pero somos revolucionarios y queremos al pueblo».
Así las cosas, millones de argentinos seguimos entrampados entre dos opciones indigeribles, pero a decir verdad, siguen siendo las únicas. Porque hasta el momento, y más allá de los vuelos solitarios de los Massa, Stolbizer y la siempre incomprendida izquierda que reivindica la violencia como modo de protesta, creyendo que allí hay una forma de empatizar con la sociedad. Sin ninguna comprensión de los cambios que se produjeron en la vida privada ( un horror) de los hombres y mujeres del mundo en los últimos 40 años.
Y nada más. Porque el radicalismo, o lo que dejaron de él, sigue asociado y en silencio a la suerte del gobierno de los Newman Boys, sin ninguna injerencia real en las políticas. O no se nota, lo que es peor porque se hace cargo enteramente de las políticas económicas de esta gestión. Y vuelve a hundirse, no en el presente, pero si de cara al futuro. Cuando, otra vez, los argentinos le recordemos que formaron parte de esta proceso de concentración, endeudamiento, ajuste y finalmente, parecen no haber aprendido nada de la historia reciente, el reproche de la gente que los votó, cuando se cansen de mal vivir.
Entonces… ¿ no hay nada más? ¿nadie más mueve una pieza, por mera especulación? ¿ Nadie da un paso adelante y se ofrece como alternativa decente? ¿ que van a hacer los radicales que se sienten humillados con la gestión que acompañan? ¿ que van a hacer los gobernadores que viven con la misma desgraciada presión, estos aprietes como aquellos? ¿ con quienes se van asociar los socialistas santafesinos, antes de seguir naufragando en la soledad provinciana?
Parece mentira, pero sólo falta un año y medio para que volvamos a elegir presidente, y así las cosas… la oferta será la misma: o estos o aquellos. Y la diferencia la marcará el que genere menos rechazo.
Es política. Aunque el mundo haya cambiado y los algoritmos de las redes sociales signen los tiempos, sigue siendo política: un ejercicio bastante simple. Salir a convencer a un colectivo de ciudadanos que otra cosa es posible. Llamale Frente Nuevo, llamale Alternativa, llamale «nosotros los que no somos ellos o los otros». Ponele como límite la decencia, la ausencia de procesos judiciales, mostrá un modelo – Santa Fe, a pesar de sus inocultable problemas de inseguridad y violencia que fueron claramente agravados por conveniencia- es un modelo de Salud pública, de gestión en producción y empleo, de reforma educativa, de transparencia institucional, de administración seria del erario público, y también, con todos sus defectos, de asociación política de distintos partidos que consiguieron poner en marcha un plan estratégico que a menos de diez años ya da resultados estadísticos ejemplares: en mortalidad infantil, en obra pública, en intervención sobre los sectores marginales, en transformación del estado, en fin: hay un modelo que funciona.
¿ Quien mueve de los otros? ¿Quien se anima a comenzar el camino? Quien es el que se atreve a mirar al mundo con un poco menos de pesimismo y expone modelos existentes, donde se demuestra que para gobernar a un país no hace falta ni ponerlo a cargo de técnicos indolentes, como ahora, ni a merced de una manga de asaltantes, como hasta hace dos años?
Basta de especulaciones y tiempismos exagerados. Basta de esperar que se acomoden los planetas para que les iluminen el escenario antes de salir.
Se trata de convocar, de mostrarse juntos, de empezar a decir las cosas desde un lugar que no implique ser oposición irracional, ni oficialismo temeroso.
¿Es imposible? Es dificil, y seguramente demandará años. Posiblemente décadas. Pero que alguien empiece ya, porque cuanto más demoren, más dificil será.
La comodidad de nos ser ni «Macrista ni Kirchnerista» funciona bien en algunas mesas de café, en la poltrona de algunos sillones de colunistas de TV, y en la solitaria instancia de un discurso legislativo. Y nada más.
Es necesario que alguien patee el tablero ya. Que se pongan de pie, que se dejen de mirar el ombligo, que abandonen las expectativas exclusivamente personales y comienzan la marcha. Seguramente solitaria al principio, pero seguramente representativa a lo largo del tiempo, cuando todos los huérfanos comprendan que por fin, allí, en el medio de la lucha de las dos opciones de la trampa, hay algo en serio en marcha.
Eso será si alguien se anima a dar el paso. Y a bancarse la idea de perder elecciones, sin arrodillarse en sociedades electorales que sólo aseguran un puñado de cargos y sólo un puñado de cargos.
Esa fragilidad de la «conveniencia» representa un pasivo también imperdonable, para aquellos que teniendo la responsabilidad de asumir ese desafío, siguen escondidos en las declamaciones correctas y en la inacción.
¿ alguien se va a animar? Es ahora. No se puede perder un sólo minuto más