Anoche pensaba, mientras seguía un debate por televisión sobre la legalización del aborto, que ninguno de nosotros, los hombres, somos capaces de sentir lo que siente una mujer al momento de tomar una determinación sobre su embarazo.

Es probable, si, que muchos comprendamos la necesidad de actualizar y aumentar la cantidad de causales legales para abortar, que seamos capaces de distinguir la enorme desigualdad social que hay al momento de afrontarlo, y también, que podamos tener una visión científica, o moral sobre el tema. Pero nunca, vamos a sentir lo que siente esa mujer a la hora de tomar esa determinación.

Los hombres no somos capaces de concebir, y entonces nunca jamás, tendremos la posibilidad real de saberlo.

Y entonces, frente a ese límite, me convenzo aún más: es un asunto de ellas, ellas son las únicas que pueden determinar si quieren o no continuar con un embarazo. Y deben ser ellas, en el mejor contexto posible, las que tomen esa decisión y cuenten con todas las herramientas legales y sanitarias para hacerlo.

Seguir discutiendo la existencia o no de otra vida es absurdo. Y lo es, sencillamente porque la decisión de la mujer es intransferible e imposible de asimilar desde la especulación meramente intelectual. Es lo que ella siente, es lo que ella decide, es lo que ella determinó, seguramente influida por todos los componentes – nobles y miserables- que se están discutiendo en la previa a la votación en Diputados.

Sin embargo vemos a hombres hablar de «las dos vidas» cómo si el cuerpo de esa mujer fuera propiedad colectiva.

¿ Qué sabe Mariano Obarrio, por ejemplo, lo que es tener un embarazo producto de una violación? ¿ En el cuerpo y en la cabeza de qué mujer estuvo, Rolando Hanglin, para determinar que una nena de 12 o 13 años, debe continuar con un embarazo que le modificará la vida para siempre, enterrando su adolescencia y su vida adulta para siempre?¿ Qué puede saber Banana Pueyrredón de la desolación de una mujer, que aún habiendo tomado los recaudos anticonceptivos, queda embarazada en una relación casual o en una sin amor?

¿Quien de ellos, puede relatar con certeza la sensación espantosa de tomar una decisión y tener que acudir a un garito para concretarlo porque no se tiene dinero para hacerlo en una clínica privada, como lo hacen y lo seguirán haciendo las chicas de clase media y alta de este país?

¿ Que conocimiento empírico tienen del asunto, para hablar con tanta autoridad, con tanta certeza, con tanto desprecio de las mujeres que lo hacen?

El aborto es. El aborto existe. Y el aborto seguirá existiendo. Y siempre, en todos los casos, es y seguirá siendo una decisión exclusiva de la mujer. Les guste o no, lo acepten o no, lo legalicen o no.

No pueden hablar desde un lugar en el que nunca estarán. No pueden opinar sobre lo que nunca vivirán en cuerpo propio. No pueden determinar nada que no sean capaces de entender desde la propia experiencia.

Lo único que conseguirán, si consiguen vencer la voluntad de los legisladores, es que las mujeres se sigan muriendo cuando abortan en la clandestinidad. Lo único que conseguirán es multiplicar la tragedia que siente una mujer al momento de tomar esa determinación. En la que caben, seguramente, la angustia, la soledad, la culpa de la moral religiosa y la ilegalidad.

¿ Cómo pueden hablar tan livianamente?¿cómo es que se atreven a dictaminar que está bien y que está mal, si no son ellos los que se verán «obligados» a llevar un embarazo que desprecien? ¿ cómo es que opinan sobre el cuerpo de una mujer violada o maltratada?¿ en que lugar es que reciben dictámenes de Dios, que no seamos capaces los demás de escuchar, para hablar con tanta soberbia y faltandole tanto el respeto a la libertad de una mujer en un momento tan difícil?

Nadie es Abortista. Nadie promueve el Aborto. Nadie les impide a ellos que hagan con su cuerpo lo que desean. Nunca seremos los hombres acusados de matar a nadie por tomar determinaciones sobre nuestro propio cuerpo y sobre nuestras propias decisiones existenciales.

Entonces…¿ cómo es que hablan con tanta autoridad?

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