Ayer sentí mucha pena en la radio. Hice un comentario, muy moderado, y recibí muchas agresiones de oyentes. Me resultó muy llamativo el tipo de adjetivaciones y conclusiones que sacaban algunos oyentes mientras intentaban reprender mi posición.
El debate sobre el Aborto llegó a situaciones propias del modo en el que solemos dar los debates los argentinos. Es a matar o morir, y el otro, con el que seguramente compartimos muchas otras cosas, se convierte automáticamente en enemigo y sólo se lo puede ver, luego de opinar, como un enemigo.
Si nos detenemos un segundo a pensar la cosa, no es razonable que sea así. Tenemos posiciones distintas sobre un asunto que tiene, claramente, miradas distintas. Desde lo filosófico, desde lo religioso, desde lo cientifico, desde lo social y si, claramente, desde el posicionamiento del debate público vulgar.
Y si lo pensamos un poco más, deberíamos decir: Mirá que bueno esto que nos pasa. Finalmente estamos abordando un asunto de interés público, lo estamos debatiendo, estamos cruzando opiniones, y serán nuestros representantes quienes definirán si avanzan o no con un proyecto de legalización. Que no es un invento de las mujeres argentinas, ni mucho menos. Que está regulado en gran parte del mundo y especialmente en las partes del mundo donde generalmente miramos cuando nos queremos parecer idealmente.
¿ y entonces? ¿ Por qué tanta violencia y tanta furia? ¿ Por qué tanto golpe bajo, tanta amenaza, tanta locura desenfrenada y tanta descalificación contra el que piensa distinto, si, finalmente, serán los representantes de la mayoría de nosotros, los que van a definir democráticamente el asunto?
Nada se termina el jueves, después de la votación. Nada. La vida seguirá andando, se le de media sanción o no a la ley. Todo seguirá siendo igual y lo único que cambiará es que estemos unos metros más o unos metros menos cerca de las posiciones que tenemos.
Yo le escribí una carta pública al Diputado Luis Contigiani. Si, y como votante de él, uno de los votantes de él, le pedí que reviera su posición. Pero no lo amenazo, ni lo condeno, ni lo convierto en mi enemigo. Sólo hago uso de mi condición de ciudadano y le pido que haga lo que me parece a mi que debería hacer. Pero de ahí a que lo haga… hay un millón de años luz de distancia.
Contigiani no va a votar como se lo pidieron miles, y listo. No hay mucho más que conversar. Si la ley no sale, para quienes la acompañamos, que va desde el movimiento Ni una menos, pasando por la memoria de Favaloro, Susana Gimenez, Darín, Tinelli , millones de tipos comunes y algunos insignificantes sujetos como yo, sólo será una ocasión perdida. Y nada más.
La democracia nos permitirá reintentarlo el año que viene. Buscar mayores consensos con aquellos que la rechazan porque no están de acuerdo con uno , dos o cinco puntos de la ley y habrá que seguir conversando. Y listo. Porque la única manera de que las cosas se concreten es conversando. No quemando edificios, usando la fuerza o calificando al otro de asesino, sólo por dar un ejemplo.
Nos falta cultura del debate. Y no es la primera vez que nos pasa. Vivimos entrampados en la grieta del blanco o negro, y fijate que curioso, que esta no es la misma grieta de las que nos cansamos de hablar.
Acá hay Macristas de un lado y del otro, hay Kirchneristas de un lado y del otro, hay quienes cambiaron su posición original en contra y viceversa. Y hay un fuerte debate social que incluye, las iglesias, las escuelas públicas, las privadas, las laicas, las religiosas, las universidades, en fin… en todos lados lo discutimos y eso, aunque nos parezca mentira, en si mismo es una maravilla. Es una maravilla estar discutiendo lo que hace dos años era impensado siquiera discutir.
Lo mismo pasó con el divorcio, con el voto femenino en los años 40, con la ley de matrimonio igualitario, en fin: con cada uno de los derechos nuevos que nacen pasa esto: hay quienes lo promueven y hay quienes los resisten. Hasta que un día, puede ser mañana, el año que viene o en el 2023, los derechos se consagran y listo. Ahí nos damos cuenta de que no tiene tanto sentido ir a 300 km por hora contra el otro que ¿ quien es? uno como nosotros, que piensa distinto y punto.
No debe haber debates muchos más complejos que el del aborto. Quizás el narcotrafico sea peor, porque todavía no se ha dado un proceso de discusión mundial sobre el tema y, es tremendo, si, pero tarde o temprano tendremos que darlo. Ahora, dentro de una década o dentro de un siglo, pero seguro que lo vamos a dar.
En estos tres meses vivimos una situación extraordinaria, que en lugar de aprovecharla para aprender, solemos desperdiciarla en desaprender y profundizar los enconos.
Nadie, supongo, piensa lo que piensa de mala fe. Simplemente lo piensa. Y hay muchos que en el debate cambian de posición, y hay otros que no. Y listo.
No podemos, entonces, andar acusándonos de asesinos de bebes, de abortistas, o de dinosaurios, sólo porque pensamos distinto. No.
Especialmente, porque no se termina nada mañana, NADA. y la vida sigue, y el debate sigue, y todo sigue y tendremos que seguir discutiendo este y otros miles de asuntos.
Esto, se llama Sociedad democrática. Y en ella, conviven las presiones, las corporaciones, las miradas sectarias, las creencias, las ideologias, etc, etc. Y las reglas de la democracia son estas: gana el que tiene más votos. Cuando vamos a las urnas o cuando el parlamento define una ley. Y el que pierde, lo respeta.
Pero la realidad, seguirá siendo la misma el día después de la votación. Y el hermano seguirá ssiendo hermano, y el vecino vecino, y el compañero de trabajo, el compañero de trabajo , etc, etc, etc.
Salvo con violencia, que ya sabemos, suele favorecer a los más violentos… No hay otro camino para cambiar el mundo que no sea este. Y por un minuto, y más allá de las posiciones que tengamos, celebremos que podemos hacerlo. Y que nos enriquecemos unos con otros, pensando, discutiendo, charlando, intercambiando ideas… Así se hacen los paises de verdad. Así se construye sociedad. Así es como la comunidad define su destino. Entre todos, no contra los otros. Con los otros. Que nos suene bien o mal, somos nosotros.
No dramaticemos lo que no necesita más drama. Se trata de una ley. De juntar voluntades y de contar cuantas tendrá cada uno pasado mañana. Y si sale en diputados, después vendrá el senado. Y después la promulgación, si finalmente se aprueba.
No es un drama lo que estamos viviendo, ni una guerra. Es el ejercicio de nuestras condiciones de ciudadanos. Y nada más.
Y como siempre o casi siempre ocurre, los temas caen de maduro. A veces demoran, pero cuando las cosas maduran, se caen. Y es probable que no sea el tiempo todavía del aborto. Pero es probable, muy probable, que pronto, mas temprano que tarde, lo sea