Al final ganó Bolsonaro en Brasil. Y más allá de las consideraciones ideológicas, discursivas y de eventual ejecución de políticas, ganó con el apoyo de más de 60 millones de brasileros, de todos los sectores sociales, de todos los colores, y de todas las sexualidades.
Es decir: Bolsonaro no cayó de un paracaídas. No es un golpe de Estado, ni es la irrupción súbita de un fenómeno pasatista. No. Jair Bolsonaro, un militar, de extrema derecha, de manifiesta simpatía con las ideas ultraliberales en lo económico, y con explícito desprecio por los negros y los homosexuales, ganó en las urnas. Es la representación de la mayoría del pensamiento de los brasileros y gobernará Brasil, amén de los respaldos corporativos especialmente religiosos, con la legitimidad que da el respaldo popular.
O sea: Si la democracia en Brasil, como parece, está en camino a desaparecer, la responsable de haberlo hecho será la propia democracia.
Y la noticia, que por ahora es eso, trae una novedad: no estamos a salvo de que eso nos ocurra. Aunque algunos se empeñen en creer que no, que nosotros no lo podemos permitir, que tenemos anticuerpos, que nuestro país no tiene las mismas características, el proceso que antecedió a Bolsonaro, se parece mucho al proceso que vivimos los argentinos hoy. Y los efectos de ese proceso, sin que se deban desacomodar los planetas, pueden derivar tranquilamente en un resultado similar.
Primero porque ya se huele el cansancio social por «la política». Ya se escucha con claridad, en muchos sectores, que los problemas de este país son principalmente causados «por los políticos». Y en esa categoría, entran todos aquellos que hacen política. Desde los gobiernos, pasando por la oposición, los jueces, los diputados, los senadores, los dirigentes gremiales, los militantes sociales, los vecinalistas y los delegados universitarios. La política, representa para un gran número de ciudadanos, el factor central de nuestra imposibilidad de solucionar problemas elementales: la seguridad, la economía, la justicia, la desocupación y la pobreza.
Y segundo, porque en «la política», que es todo aquello que mencionamos pero que bien se podría resumir como ese conjunto de personas que debaten, dirimen y resuelven la cosa pública, parecen desentendidos de esa percepción.
Las imágenes internas y externas del debate por el presupuesto, lo dejan en claro. No se trataba de modificar lo que el ejecutivo proponía, ni de discutir públicamente lo que estaba en juego. Se trataba de dejar en claro, de la manera más confusa posible, quien era el culpable, quien mentía, quien era policía y quien infiltrado, y como lo supimos con las horas, todos habían mentido un poco. Y todos, habían hecho un gran esfuerzo por sobredimensionar lo ocurrido. A los efectos de culpar al otro.
La mayoría de la sociedad, la inmensa mayoría no estaba allí. Ni quería estar. Ni siquiera le dio rating por TV. No estaban. No miraban.Y en algunos casos, muchos casos, ni se preguntaban que pasaba. Finalmente era lo mismo de siempre: dos grupos se pelean, dos que se acusan, dos que se hacen trampas, dos que quieren sacar ventajas. Y que aunque tengan diferencias, para la gran mayoría son lo mismo: «los políticos».
Alguna vez, probablemente recordemos estos tiempos con cierta melancolía. Y nos diremos a nosotros mismos, que estúpido fuimos. Que incapaces. Que despilfarro de oportunidades. Que lejos que estuvimos de ponernos a la altura de nuestras responsabilidades. Y me incluyo, claro.
Incluyo a todos aquellos que somos responsables de ocuparnos de lo público. A todos aquellos que tenemos la responsabilidad de sostener a la democracia- que es lo mejor que tenemos, sencillamente porque no se conoce nada mejor- y la vamos limando, como los presos con sus rejas, la vamos socavando como el río cuando baja, la vamos desgastando como a las ruedas de los autos, dejandole al ciudadano común la sensación constante de que no tenemos salida. Que todo es bueno o malo dependiendo de quien lo hace. Que todo es mejor o peor, dependiendo de quienes son los que gobiernan.
Esa pelea constante, de suma cero. Donde se pierden los objetivos de fondo y terminamos enredados en la peleíta menor, en la diferencia y en la presunción de la bondad o la maldad, incluso frente a hechos similares.
Si nosotros repasamos los últimos veinte años de Argentina, por tomar un número. Digamos, si retrocedemos al año 1998, por ejemplo. Lo que vamos a descubrir, es que hay una sociedad que la pasó mejor o peor, siempre. Pero siempre siempre, termina insatisfecha y defraudada. Ya sea por las consecuencias económicas, ya sea porque la inseguridad le llevó a un familiar o a un vecino cercano, ya sea porque perdió todo en alguna de las crisis, ya sea porque sintió que mientras ella se empobrecía, había tipos que se enriquecían ilegalmente con el Estado. Y que nunca van presos. Y que cuando van presos, ya no gobiernan. Y que aun yendo presos, no faltan los que nunca reconocen su culpabilidad, porque siempre habrá «operaciones» en juego. Nada es verdad, y nada es mentira. Y eso perfora el ánimo de cualquiera que labura veinte horas por día para sobrevivir.
La corrupción, ese asunto menor como llaman algunos, es una de las principales razones por las que las sociedades se cansan. A veces parece que no se dan cuenta. Pero no para de lastimar la confianza. No para de envilecer el aire. La corrupción es ese elemento que se enseña de arriba hacia abajo. Y que se derrama. Y que provoca que todos terminemos pensando que todo es lo mismo, que todos son iguales, que todos los políticos son una basura.
Y encima, no te resuelven nada. Y frágiles de responsabilidad y de memoria, muchos cultivan la mentira con tal de ganar las elecciones y terminan haciendo lo contrario, sin que se les caiga una mueca.
De hecho, tenemos un presidente que llegó bajo la promesa de cambiar todo. De bajar la inflación, de sacarles el impuesto a las ganancias a los trabajadores, de no ajustar, de no devaluar, de no bajar los recursos de las provincias, de cumplir con la ley, de combatir la violencia, de no discriminar a los gobiernos provinciales que no se alinean detrás de su gobierno. Y a tres años, hizo todo lo contrario.
Y no veníamos de una fiesta. La gente no eligió a Macri porque es idiota, no. La gente eligió a Macri porque estaba harta de la prepotencia, de la manipulación del indec, del choreo sistemático , de los Delía, Moreno, Larroque y también, de la inflación, de las dificultades económicas que empezaban a tener y también, de la inseguridad,claro.
A mi lo de Brasil, disculpen, me preocupa muchísimo. Porque nunca estuvimos exentos de sus problemas. Porque siempre replicamos los síntomas, y nos va mejor o peor, dependiendo en muchos aspectos, de lo que les pasa a ellos.
Y también, porque noto que vamos lentamente recorriendo el mismo camino, sin que nuestra dirigencia nacional lo note. Sin que aparezcan cuadros lúcidos que comprendan que mientras hacen el esfuerzo por culpar al otro de todo, sin autocrítica, sin una mínima cuota de mesura, de calma. Hay un amplio sector que empezó a mirar para otro lado.
Y nadie está exento, nadie. Por ejemplo, y es sólo un ejemplo, lo aclaro: El miércoles, me encuentro con dos amigos en el super, un matrimonio de profesionales, tipos que históricamente votaron como votan las mayorías. Y estaban furiosos con los docentes santafesinos. Pero furiosos. Y echaban fuego porque sus hijos no habían tenido clases. Y despotricaban contra… ¿ el gobierno? No. ¿Contra el presupuesto? NO. Contra los maestros, y especialmente contra los gremios. Y decían, enojados, acá tienen cláusula gatillo, les actualizan los sueldos por inflación- lo que a casi ningún trabajador le pasa hoy en ninguna órbita privada, claro- pero ellos paran, por solidaridad, por adhesión, y empezaron a insultarlos con una bronca, tan genuina, tan poco reprochable, tan justificada… Que en ese momento sólo atiné a guardar silencio y a pensar: «así destrozan la confianza en los gremios, así destrozan la confianza en los maestros, así dinamitan la relación con los únicos sostenes reales que tienen al momento de los reclamos genuinos y verdaderos. ¿ Tenían que parar el miércoles los docentes? ¿ Cuantos de los 60 mil maestros santafesinos estaban en Plaza del Congreso? No hace falta responder que casi ninguno. Y que el paro fue innecesario. Porque les complicaron el día a los chicos, a los padres de los chicos, y a todo un sector de la sociedad que no tiene nada que ver con sus problemas.
Tienen razón. y lo que no se dan cuenta, en este caso los docentes, que son sólo un ejemplo, es que en el afán de creer que están fortaleciendo su lucha, la lastiman. La perjudican.
Hay síntomas en Argentina. Síntomas que se mezclan con otros factores no menores: las iglesias, todas las iglesias, las católicas, las evangelistas, asustadas por lo que casi fue la sanción de la ley de despenalización del aborto, han desatado una campaña feroz, llena de mentiras sobre la ley de educación sexual integral y lo que dicen, lo oí ayer en la puerta de mi casa, es que «esto es la consecuencia de la decadencia a la que nos llevaron los políticos»
Claro. En un país donde 63 de cada mil adolescentes quedan embarazadas, el problema es que en las escuelas quieran educar sexualmente a nuestros hijos. En un país donde miles de mujeres se enferman de cáncer de útero porque no se vacunan o no saben que existe la vacuna, el problema es la política decadente. Y eso, es lo que están diciendo en los púlpitos. Y así, se construyen los bolsonaros: Destruyendo a la política, como la culpable de todo. Y promoviendo la aparición de hombres fuertes, que vengan a desarticular todo por la vía de la fuerza. Culpando a los gays, metiendo bala a los inocentes por las dudas, terminando con los derechos de huelga, asimilando las protestas sociales con el terrorismo, acusando a los judíos por los aumentos de los precios, echando a los inmigrantes- como acaba de proponer un opositor y ex oficialista, el senador Pichetto. Terminando con los beneficios a los vagos, como dijo hace poco un dirigente radical.
No, no estamos a salvo de los bolsonaros. Un periodista santafesino, dijo en redes sociales que si, que por fin se acababa el curro de los populistas y los liberales. Que ahora vienen los tiempos de rendir cuentas… Ese mismo periodista, cuyo nombre no voy a mencionar, sólo para no dignificarlo, era de los muchos que aseguraban que si se votaba el aborto, después venían por la eugenesia y después por la legalización de la pedofilia… como muchos repiten, como loros, ignorando la realidad, repitiendo mentiras.
No, no estamos tan lejos de brasil. Les falta sólo erigir a un candidato. Ya tienen cerrado el discurso, ya tienen a algunos sindicatos bendecidos en Luján. Ya tienen dirigentes de todos los sectores políticos enfilados. Ahi se empiezan a juntar, Moyano, Felipe Solá, Grabois, Pichetto, mi amigo Luis. Y en la mano la cruz. Como Bolsonaro. Convencidos de llevar la palabra de Dios.
No es broma lo de Brasil. No es un asunto lejano ni ajeno. Ayer, leí un twitt que me conmovió y que redactó un tal Tigre de la Falacia:
El texto, muy breve decía: ¿ Y A MI QUE ME IMPORTA EL ASCENSO DE HITLER, SI YO VIVO EN POLONIA?
Alguien lo habrá dicho en su momento, ¿no?
Por si no lo saben, Polonia fue el primer país elegido por Hitler, para invadir.
Muy bueno tu artículo Coni. Ojalá estemos a tiempo de revertir el proceso de bolsonarizacion, pero la verdad es que la dirigencia no ayuda, es más, parecería que hechan más nafta al fuego. Son tan mediocres .
Por otro lado, pienso que la dirigencia es reflejo de la sociedad, por lo que si ellos son dirigentes mediocres quiere decir que somos mediocres como sociedad