Los que nos exponemos, nos jodemos claro. Siempre la culpa mayor será nuestra por ponernos a decir lo que les resulta incómodo a muchos, o pocos, o no importa a cuantos. Lo que es irrefutablemente cierto es que decir lo que pensamos en las redes sociales, implica el obvio riesgo de la réplica, y aunque ese sea el efecto que  buscamos, no tiene demasiado sentido soportar el pleno de las reacciones, sin discriminar cuales son importantes, cuales valiosas, cuales razonables, cuales enriquecedoras, y cuales… directamente innecesarias.

Entre estas últimas, hay que distinguir tres categorías generales. Las que provienen de gente que no conocemos ni nos interesa conocer; la que provienen de conocidos agresivos, y la más molesta de todas: la de los idiotas que pululan por las redes a falta de ocupaciones mayores, o porque encuentran en ellas un motivo para darle sentido a su pobre existencia.

Para cada una de ellas, hay tratamiento. En cada una de las redes sociales que habitamos, y con efectos demostradamente sanadores, para quienes nos exponemos a pensar, y más: a molestar con algunas opiniones.

Va aquí un breve manual de acciones simples que, si el lector comprende y pone en ejecución, le salvarán minutos, renglones y especialmente, molestias en el humor. Vamos por ellas.

En Facebook :La red más antigua y en grave riesgo de extinción a causa del cambio de sus métricas de difusión, es curiosamente, una de las más nobles. Es muy difícil que aceptemos en nuestros perfiles personales, a personas que no nos interesan. A veces, fue mi caso, creemos que cuantos más amigos tenemos, mejor será para nosotros. Y no: Hágame caso, amigo lector. Si usted tiene, y aún no la abandonó, un perfil personal, resérvela para la gente conocida, para los amigos verdaderos y si quiere, para aquellos con los que tiene una relación de mutuo respeto. No desperdicie la oportunidad de rechazar amistades que no representan nada y obviamente, elimine a aquellas que no le generan ningún interés. Si a esa persona le ocurre algo que pueda interesarle, no faltará modo de enterarse. No sea vago y elimine. Y limite el alcance de sus publicaciones a los amigos.

Si en cambio, elige Facebook para uso «profesional» y como en mi caso, se dedica a emitir opiniones… separe la paja del trigo. No cometa el error de fusionar ambos perfiles, y tómese el trabajo de armar una «Página» donde sólo se dedique a sus asuntos profesionales. Allí, habrá dos tipos de personas que participen: quienes lo siguen a usted y quienes, sin seguirlo, se meterán a opinar sin que nadie lo haya autorizado.

Los que opinan con respeto, con algo de altura, con argumentos y con solvencia en la réplica, déjelos ahí. La gente inteligente lo es, piense lo que piense sobre el mundo y sus circunstancias. La opinión del diferente siempre es valiosa. Salvo que se constituya en una opinión agresiva o descalificadora. En ese caso, se recomienda sin ninguna explicación, proceder a la eliminación de la lista de opinantes. Allí hay varias opciones. Una de ellas es bloquear, pero puede terminar siendo una muestra de intolerancia. Directamente conviene eliminarlos de la lista de opinantes. No se les autoriza la opinión, y entonces quedarán hablándole al viento.

Los últimos, son los idiotas. Contrariamente a lo que uno presupone, se distinguen con facilidad. No son «trolles» sino militantes sin formación. Soldaditos de otros que suelen arremeter con argumentos disparatados, insultos, o directamente con balbuceos ( generalmente acompañados de graves errores de ortografía) que no merecen ni un minuto de nuestro tiempo. A eso, juicio sumarísimo y  bloqueo.  Los mosquitos pican, y hacen ruido. Y la vida, pruebelo, es más sana en silencio.

En Twitter, aún es más sencillo: Desde hace un tiempo existe una alternativa maravillosa que se llama SILENCIAR. Es maravillosa por dos motivos. Ni le damos el lujo al seguidor de sentirse victima de un bloqueo, ni soportamos sus respuestas aburridas, carentes de criterio y generalmente repletos de conocimientos nulos. El silencio es salud, y Twitter lo entendió, cuando empezó a sentir el declive.

No permita, bajo ningún aspecto, que un desconocido – especialmente los que huelan a troll- se de el lujo de su respuesta: Responderle a un troll es un regalo de margaritas a los chanchos. No responda. Silencielo, y siga su vida sin problemas. El seguirá insultando, claro, a sus 20, 30 o 50 seguidores, que no tendrán demasiado interés en lo que digan.

El Bloqueo en Twitter, dejelo para personas realmente peligrosas y dañinas. mercenarios que persiguen nuestros textos para alimentar su rabia. Que no puedan ni siquiera leernos, que se busquen la vida y que descarguen la rabia donde puedan. No seamos cómplices de su berretada, ni les favorezcamos la tarea. No nos quieren, punto. Que lean a los que quieran y ejerciten su masturbatoria gloria de tribu de corrección política en sus orgias intelectuales.

En Instagram, no hay muchos secretos. Si somos públicos, banquemos las opiniones, pero estemos atentos a quienes aprovechan nuestros espacios para ser leídos por los demás. A los idiotas, ya lo explicamos, no se les responde. A los merecenarios se los bloquea. Y a los amigos, se los celebra.

Y algo más: todo lo que arriba decimos vale, sólo cuando somos ejemplares en nuestros comportamientos como amigos, seguidores y esas yerbas de los demás. No usemos NUNCA los perfiles ajenos para agredir. No nos creamos con derecho a replicar y mucho menos de manera descalificatoria a quienes postean algo. Con un Like, alcanza. Y si de verdad nos gusta lo que dicen o nos identifica, no dudemos en compartir o halagar.

No hagamos nunca lo que no queremos que nos hagan. Es una buena plataforma para saber que nos ganamos el derecho a ser respetados.

Y finalmente… aprendamos a distinguirlos. Sacarse de encima a los idiotas, es una buena manera de purgar nuestras mentes. De los hijos de puta, que se encarguen sus amigos. Tarde o temprano, revientan de rabia.

Y el Bonus Track : ¡ No sigan a la gente que no les interesa! Es Sobreinformación. y ESO, enferma.

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