En los últimos sesenta días, al menos 1.400 personas se quedaron sin trabajo en la ciudad de Santa Fe. No lo digo yo. Lo dicen los números de las empresas que han cerrado o despedido a sus empleados.

En las calles de la ciudad, que no es la excepción a ninguna otra ciudad del país, las vidrieras van vaciándose, y aunque algunas apelen al desesperado grito de las ofertas, sabemos, todos sabemos, que serán las próximas en cerrar las puertas.

Los empresarios no echan porque tengan ganas de echar a la gente. En los últimos tres años, han visto descender sus ventas a niveles históricos y desconocidos en las tres décadas que nos anteceden.

Los servicios se han vuelto imposibles de pagar, la sobrecarga impositiva se lleva cada día un pedazo más grande de la aspiración a la ganancia, y los empleados, pasan a ser, en principio, la variable de ajuste.

¿ Cómo es que algunos no lo ven o se siguen haciendo los boludos y no le ven?

¿ En que lugar de una sociedad, habitan aquellos que miran y justifican este vaciamiento y saqueo que le hicieron a las clases medias, que no nos lleva a ningún otro lugar que al de una sociedad cada día menos productiva, menos serena, con menos expectativas y a la postre, con niveles de angustia y zozobra, que se transforma, nos guste o no, en niveles de violencia social?

¿ En que parte del manual de la corrección política, aparece, sino se trata de cinismo, la posibilidad de seguir justificando esta proceso que se parece cada día más a la paz de los cementerios?

La baja, o presunta baja de la inflación se conseguirá a costa de que dejemos de consumir. De que cientos de miles de argentinos vayan perdiendo el empleo día a día. De que 25 Pymes sigan cerrando sus puertas por día. De que las pequeñas industrias sigan imposibilitadas de poder pagar sus gastos de funcionamiento, y también, claro, de que no tengan a mano ninguna manera de auxiliarse.

Un país sin crédito, sin tregua fiscal, sin recursos públicos que absorban empleo, sin proyecto alguno de reactivación, y un gobierno que pretende poner sobre la mesa otros temas, para intentar distraernos de lo que resulta imposible distraernos.

Más de la mitad de los padres del colegio de mis hijas aún no han podido pagar las matriculas. Muchos adeudan cuotas. Eligen entre la obra social o la escuela o la cuota del crédito del auto que se multiplicó por dos o tres, en un año.

La gente, habla de la imposibilidad de poder afrontar los gastos de transporte diario.

Los chicos pidiendo se multiplican en las calles y los semáforos. Y la gran mayoría ya ni siquiera los mira. Sencillamente porque se les nubla la mirada, que está mirando hacia adentro y hacia sus propias imposibilidades de mirar un par de meses más allá.

Pero seguimos escuchando a un coro de cínicos que dicen que está bien, que es así cómo vamos a salir. ¿ De donde vamos a salir, sin empleo, sin posibilidades de pagar lo elemental, sin recursos para poder sostener no ya el nivel de vida que teníamos, sino directamente buscando la forma de sobrellevar la vida? ¿ en que cabeza, perversa o ciega, subsiste la idea de que lo único que importa es bajar el gasto público, mientras cierran Ministerios, privatizan Secretarías elementales para el desarrollo y la contención social, paralizan la obra pública, cierran escuelas nocturnas, acumulan deudas con las escuelas y los hospitales, y además, claro, siguen ajustando las tarifas, a costos imposibles de afrontar?

A los militantes de Cambiemos, a los sostenedores públicos de este infierno contenido en el que han convertido a nuestras calles, cabe pedirles una sola cosa: Dejen de hacerse los boludos y empiecen a asumir la realidad. Nos están descuartizando económica, social y moralmente.

Dejen de proponernos hablar de Venezuela, de la inseguridad, de los DNU que pretenden quedarse con lo que aún no tiene sentencia, o sencillamente, dejen de repetir como máquinas frías sin ninguna clase de vergüenza, como pastores religiosos, que si, que esto es el precio que tenemos que pagar para que el futuro sea mejor.

No hay diferencias entre eso, y la promesa del cielo para los pobres.

En estos seis meses que vienen, los argentinos tenemos que ir a las urnas, y sencillamente, no podemos seguir haciéndonos los boludos. Hay que cortar democráticamente este proceso de exacción y transferencias de nuestros recursos, y elegir, ya se verán las opciones, a quienes nos propongan- al menos- que no seguirán convirtiendo a este país, en un desolado paseo de locales y fábricas cerradas. A los que nos inviten a creer, no con globos y frases de insoportable levedad, que la economía sigue siendo una herramienta de la política para mejorarnos la vida, y no para seguir empobreciendo y hundiéndonos en la desesperanza.

Nosotros, los tipos de a pie, no somos culpables de este desastre, ni de cualquier otro desastre que se pretenda montar como excusa- algo larga, ya- para justificarlo.

Nosotros no somos los que tenemos que seguir pagando el costo de las decisiones afiebradas de las mentes y almas heladas, que conforman el eje del «mejor equipo de los últimos 50 años».

Hay que dejar de hacerse los boludos, al menos por los próximos seis meses, y ver cómo hacemos para revertir esto. Y esto, en principio, se revierte sin CAMBIEMOS y sus incapaces, indolentes y cínicos funcionarios.

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