El último discurso del Presidente Macri frente a la Asamblea legislativa dejó sensaciones. Una vez más terminamos especulando sobre la gestualidad, la profundización de la grieta con el Kirchnerismo y escuchando- cual relato- un conjunto de generalidades e imprecisiones que dejaron casi nada para rescatar. En contraste absoluto con la realidad del país, el discurso incluyó datos que en nuestra provincia, suenan a burla
Es probable que Durán Barba le haya indicado el tono y la victimización frente a las esperables reacciones del bloque opositor. Es probable que los errores infantiles en la lectura, sirvan como factores distractivos y que terminen haciéndole un favor al presidente al momento de analizar su discurso. Y es probable, como no, que lo de ayer haya sido el discurso que Macri hubiera querido dar, en un contexto diferente. Todo es posible, quien sabe en que laberintos se cocina esa cabeza de chico rico preocupado, que no factura su «sacrificio» para ser presidente.
Lo cierto es que cuando vamos a los hechos, el presidente insiste con una realidad que no existe: ni Argentina tiene records de autopistas construidas, ni las Pymes están exportando, ni la violencia bajó, ni los pobres tienen más agua potable en proporción que hace 3 años. La fantasía de que veniamos bien hasta la tormenta exterior , y el proceso de achicamiento del estado no generó ahorro, sino el ajuste fiscal y tarifario más brutal que recuerde la clase media en este siglo y un endeudamiento casi imposible de pagar para nuestro producto bruto, por décadas.
Y el problema mayor no es que mienta . Es que deja la sensación exterior de no comprender lo que le pasa a la sociedad que gobierna, y aparece como un muñeco a control remoto que repite lo que le escriben, con manifiestas dificultades para la lectura y la puntuación. Lo que a la vista de cualquier amateur en asuntos discursivos implica algo bastante simple: no piensa lo que lee, no lo cree, sabe que está diciendo cosas inconsistentes.
Nadie entiende de qué habla el presidente cuando habla de «estar mejor parados» que hace tres años. Sencillamente porque estamos mucho peor que hace tres años, aún concediendo el beneficio de la «herencia recibida». Nadie, en uso de su plenitud mental, puede decir eso cuando lo que va quedando es una estela de Pymes cerradas, cientos de miles de trabajadores sin empleo, una imposibilidad de acercar el crédito a tasas delirantes, y una profundización del esquema de primarización de las exportaciones que nos colocan cada día en un lugar de menor posibilidades de competencia y crecimiento frente al mundo.
O Macri y sus escribas y esbirros no saben lo que están generando, o sencillamente carecen de sensibilidad para comprender que desde que asumieron, y con goteados logros institucionales (todos relativos), han profundizado los niveles de pobreza, de desempleo e inequidad. Y es directamente una tontería, presumir que eso es «un avance».
Desarticulado el sistema de investigación, desinvirtiendo en Ciencia y Tecnología, achicando el presupuesto educativo, y dinamitando cualquier proceso de eliminación de la timba financiera, Macri no puede decir lo que dijo ayer.
Este país creció sólo para quienes tuvieron la suerte de hacer malabares en los juegos de bolsa, para quienes fueron inteligentes para vender y comprar dólares o Lebacs de acuerdo a cómo se dieron los procesos de inflación y devaluación, y especialmente para la banca financiera.
No hay un sólo sector de la economía real, ni micro ni macro, que pueda sentirse mejor parada que hace tres años. Y con la salvedad de los ricos muy ricos, todos los demás fuimos arrollados por un mecanismo de recaudación fiscal, inflación y recesión muy profundo, que genera un estado de angustia irrebatible.
En nuestra provincia, no sólo que no vimos hasta ahora un sólo hecho de inversión pública nacional importante, sino que vimos incumplidas todas las promesas: desde las autovias prometidas- y ninguna cumplida o avanzada- como la 34, la ruta 11, la 19 hasta San Francisco, o la que une a Rosario con Cordoba, que parece un campo dinamitado, consecuencia del abandono total.
No vimos inversión en educación, ni recibimos refuerzos consistentes en obra pública, como bien lo reflejan el abandono de la obra de mantenimiento del Monumento a la Bandera en Rosario, o algo más grave: la parálisis del Desagüe Espora en la capital provincial.
Y ni hablar de la deuda que la Corte Suprema ordenó pagarle a Santa Fe, y que el gobierno- después de dos años- prometió pagar en marzo de 2018 – como condición extorsiva para la adhesión del primer pacto fiscal- sino que obligó al gobierno santafesino a volver a la Corte para que se liquide y se ordene el pago de manera casi compulsiva.
Probablemente en seguridad se pueda hacer algún balance medianamente positivo, pero habrá que hacer la salvedad: no es un mérito gubernamental distribuir fuerzas federales donde hay problemas federales. Es u a obligación, porque todas las provincias pagamos su funcionamiento.
¿ De qué habla entonces Macri, cuando dice que se avanzó en la federalización, si de manera obvia, cuando hace referencia a la obra pública, se remite exclusivamente a lo hecho en Provincia de Buenos Aires y CABA, dos distritos que gobierna y que necesita para poder aspirar a una reelección?
El discurso de Macri se pareció mucho a los relatos de CFK, en los tiempos del comienzo de la crisis. Las diferencias, obvias, son que a la ex presidenta se la veía convencida de lo que decía, y que la sociedad- con todas las implicancias negativas que se quieran- no se sentían oprimidos por la economía cotidiana.
Demasiado leve, Macri. Demasiado. Y con una energía malgastada en lo gestual antes que en lo real.
Habrá quienes se entusiasmen con su defensa de gobierno, anclados en un profundo rechazo al peronismo, claro. Pero eso no es mérito del presidente ni de su gestión. Sino de la tremenda descomposición social que sufre nuestro país. El país de los blancos y los negros. El país de la xenofobia y la discriminación. El país bipolar que algunos sueñan europeo, y otros, sufren como africano.