Es extraño sentirse dentro de un círculo de privilegiados y a la vez, masticar la bronca por los que no pertenecen.Eso es lo que sentimos los padres que llevamos a las escuelas a nuestros hijos hoy.
Mis hijas empezaron las clases con normalidad. Van a una escuela privada y laica. Tienen la ventaja de que sus padres podemos pagarles las cuotas mensuales y disponer de recursos que otros no disponen, pero que si los dispusieran, no dudarian en invertir como nosotros lo hacemos.
Ser parte de ese circulo no implica estar alejados de la realidad, y ser indiferentes con los docentes que son mal pagados. Ni implica poner en duda la legitimidad de sus reclamos.
Significa, si, poner sobre la mesa la verdadera dimensión de los daños que ocasionan las políticas de la huelga constante, que lejos de garantizar mejoras sustanciales en el sistema, lo debilitan cada vez con mayor fuerza.
La educación pública fue, y yo formé parte de esas generaciones, un lugar que elegíamos las mayorías. Incluso aquellas que podíamos pagar la educación privada, entonces siempre vinculada a la religión.
A nadie en casa, se le ocurría poner en duda la importancia de la igualdad en la formación de los chicos, y lógicamente que el principal igualador social y cultural, era el encuentro de todos los sectores sociales en las aulas de una escuela pública.
He transitado las aulas de las escuelas públicas y de la Universidad, sin que los paros significaran un problema funcional del sistema. Y hoy lo son. Con la ligereza de 48, 72 o 24 horas cada tanto, la diferencia en las horas cátedras que tienen los chicos es abismal. En Buenos Aires, el año pasado, los pibes de las públicas tuvieron un mes menos de clase que los chicos de las privadas. En seis años, tendrán, medio año menos de formación, de dictado de clases, de vínculo con los docentes, de socialización y de cualquiera de las cosas que todavía resultan trascendentes en la educación formal. En Santa Fe esa diferencia baja a 15, pero no deja de ser una enormidad.
Parar es desigualar. Aunque resulte paradójico, pero lo es. Es profundizar las diferencias que ya son muchas, por naturaleza. Parar es alejar cada día que paran a los chicos pobres de los que pueden costear una educación paga. Que le devuelve al pibe, no sólo las horas cátedras indispensables, sino una regularidad y una secuencia de normalidad en la vida, que los ordena, les permite planificar su tiempo, y en muchos casos, organizar al grupo familiar.
Parar es distorsionar la vida de muchos. Y en esa distorsión, generar diferencias y distancias entre sectores sociales iguales, que empiezan a resquebrajarse en reproches, imputaciones, y un escalón más en los niveles de violencia que sufre nuestra sociedad de manera endémica.
Y aunque delante de un docente se desplieguen multitudes de disconformidades justas , ocasionadas por sueldos bajos, condiciones laborales inadecuadas y toda clase de vindicación laboral, lo cierto es que las únicas víctimas reales de todos los procesos, son los alumnos.
¿ En que se diferencia un paro de 24 horas, con uno de 72 horas? En nada. Sólo en la prolongación de la medida. Nada más. No hay en esa extensión un factor cualitativo que las diferencie. Sólo presión y más presión, sobre gestiones políticas que en medio de un proceso de inflación y recesión, empiezan a tener dificultades para sostener el funcionamiento de los Estados.
Se dice, lo he escuchado, que las medidas apuntan a debilitar al «modelo» económico implantado por el gobierno de Macri. acordemos que efectivamente sus políticas están desgastando a la educación pública y que merecen reproche y «resistencia». ¿ Estamos seguros que esta es la manera de resistir?
Al modelo lo va a cambiar la gente el día que vaya a las urnas y echen al gobierno. Y en esa única variante, se mueven las piezas del Estado. No hay otra manera, ni será con la parálisis del sistema, el modo en el que coadyuvaremos para cambiar las cosas.
Es infantil plantear que la agudización del conflicto ayuda a resolver las cosas. Es un planteo anacrónico, probadamente fallido, con consecuencias generalmente negativas.
¿ En que cambiaría, si la medida se toma con los chicos en las aulas, dictando clases referidas al conflicto, invitando a los padres a concurrir?
¿ Por que se desgasta de esta manera la única herramienta de lucha eficáz que tiene la organización colectiva de trabajadores, sin autofrecerse alternativas, creativas, llamativas, convocantes al resto de la comunidad?
Sencillamente porque saben que no recibirán el respaldo que esperan. Porque han degenerado tanto el sistema de protesta, que no confían ni en los propios docentes para que concurran a las marchas. ¿ O acaso hemos visto a los docentes masivamente movilizados en Santa Fe O en Rosario? No. Sólo vemos a los dirigentes sindicales de todas las jerarquías. Delegados, y dirigentes, acompañados en muchas oportunidades por gremios solidarios que acompañan las protestas.
No tiene sentido un paro, si en lugar de favorecer a los chicos, terminamos perjudicandolos. No tiene sentido, si el resultado es que las hijas de los que podemos pagar una cuota, tengan más derechos que los que no pueden hacerlo.
No tiene sentido si finalmente terminamos multiplicando los mismos efectos que decimos combatir con la protesta.
Es hora de adaptar los modos de protesta a los tiempos que corren. Modernizar la protesta, ponerles un signo de interrogación, debatirlo. Poner el asunto sobre la mesa y discernir si efectivamente los paros son el único modo de reclamar, y en su caso, si es la manera de lograr los objetivos que nos planteamos.
Hoy, los hijos de los que tenemos recursos pudieron ir a sus escuelas. Están haciendo tareas a la tarde, y planifican sus dias con un mínimo de certeza.
Los chicos pobres no. Los más pobres, de toda pobreza, no. Y esa consencuencia, tiene que estar presente al momento de la toma de decisiones.
Ya dije en otro comentario que no concuerdo con este paro. Pero tampoco es verdad que a causa de él la educación pública sea deterirada. La verdadera razón del deterioro de la escuela pública y la diferencia con la escuela privada es la falsa y perversa idea de “inclusión y calidad”. La escuela pública se ha convertido en comedor y lugar de tenencia de chicos, el nivel a bajado a niveles tremendos, cada vez más chicos no alfabetizados circulan por las aulas de la escuela secundaria, pero esto a nadie le molesta o parece interesarle. Sería bueno que tanto el periodismo como la ciudadanía se interioricen sobre la real situación de la escuela pública y las políticas llevadas a cabo.
Es la primera vez, desde que te leo, que estoy en desacuerdo con tu postura.
Creo que, por mas que moleste, NO hay que transar con el sistema y «caer» en la escuela privada. La escuela paga o privada no solo es una educacion exclusiva si no que tambien es elitista, te diferencia, te pone en otro lugar, te para diferente ante la vida.
Para mi, esta mal y me llama la atencion que, alguien que piensa como vos, termine aceptando darle esa clase de educacion a tus hijos (no se cuantos son).
Ya vere que me sucede a mi como padre… ja! Creo que seguire defendiendo lo publico cueste lo que cueste. Hacerle el ole a la pelea docente, x 72 horas o medio ciclo electivo al final del periodo, todavia me parece poco…
Igualmente, me encanta leerte y coincido en la mayoria de tus analisis… gracias!
Saludos!