Que dos bandas de punteros se peleen es noticia sólo cuando sucede una tragedia. Si no,es normal. Nos guste o no. Nos espante o no. La violencia «chica», el ejercicio de la fuerza- especialmente en periodos electorales- es moneda corriente y muy antigua en la política. En Santa Fe, y en todas las provincias del país.

A diferencia de los años 80, los protagonistas ya no son exclusivamente grupos de fuerzas de los partidos, los gremios o las barras bravas de fútbol. Ahora, y desde hace muchos años, «la mano de obra» de las campañas suelen ser organizaciones delictivas que se alquilan para dominar el territorio de los barrios más calientes. Los «punteros» de ahora, no sólo pelean por quien domina las zonas de carteles y los murales disponibles, sino la propiedad de los barrio para la distribución de drogas y armas.

Los «dueños» de los barrios, alejados de cualquier sentimiento o ideología, actúan de manera profesional y prestan su servicio al mejor pagador. Y esa paga, no suele quedarse en sumas de dinero sino en promesas de cargos futuros, o aún peor, como quedó probado en la ciudad de Paraná con el intendente de Cambiemos Sergio Varisco, con la promesa de dominio de ciertas zonas de la ciudad, desde la propia estructura del estado.

Los «punteros» tienen un sólo tipo de enemigo: otros punteros. Entre ellos, se define el dominio territorial, y a eso lo prueban las dramáticas cifras de homicidios que tienen los cordones marginales de todas las ciudades grandes del país, y la de Santa Fe en particular.

Que esas batallas dejen saldos trágicos, suelen ser «daños colaterales» de prácticas legitimadas por todas y cada una de las organizaciones políticas que dejaron de militar por las noches y los días en los barrios donde ya no se animan a entrar ambulancias, los servicios públicos o la propia policía a determinadas horas.

No hay partido político competitivo sin punteros. No tenerlos, no alquilarlos, no comprarlos, es una desventaja. La «necesidad» de la utiización de esa escoria social la generan ellos mismos, y la terminan legitimando quienes aceptan esas condiciones de hacer política en los barrios. Lo más grave es cuando se hace desde el propio Estado.

Decir, como se dice desde un comunicado de los concejales de Cambiemos en Santa Fe firmado entre otros por Carlos Pereira , utilizando el caso de Horacio Borda, el parrillero herido gravemente en la cabeza por uno o dos golpes de hierro- una acción delictiva que se investiga en sede penal, y sobre la que se tienen pruebas suficientes para imputar , procesar y condenar al autor material- que es una «vieja práctica política que hay que desterrar», es un acto de miserabilidad mayor que la propia violencia.

Por una sencilla razón: los que se horrorizan, son los que tienen la mayoría de los punteros al servicio de su fuerza, o porque como quedó denunciado ayer por un grupo de vecinos de Alto Verde, utilizan los propios mecanismos del estado- convenios con ONGs, cooperativas, o cualquier tipo de organización civil donde se «protegen» a los violentos- para ponerlos a su servicio, en condiciones extorsivas.

Jugar discursivamente con una acción delictiva, mientras se cometen las mismas acciones multiplicas por mil, incluso a plena luz del día y agrediendo a empleados municipales- como quedó registrado y denunciado en la denominada causa «CorralPapers»– es un acto de hipocresía y malversación de la realidad que desnuda la estatura humana del dirigente.

En una ciudad donde por ejemplo, un puntero se autoimputó en sede judicial por «incendiar una quinta» por orden del intendente, escuchar a sus voceros horrorizarse públicamente por la «violencia de los punteros», es una ofensa a la inteligencia de los ciudadanos informados.

Hay una sola forma de evitar que se repitan situaciones como las que vive la familia Horacio Borda: dejar de sostener desde el Estado a los punteros. Eliminar todos los mecanismos de contratación indirecta que se realizan desde el estado, para que «hagan política» y fundamentalmente, devolverle valor a la palabra de los dirigentes.

Cuando desde el estado municipal, por ejemplo.Desde un gobierno en particular, por ejemplo el de José Corral, se estimula y se multiplica la utilización de fuerzas de choque a cambio de millones que salen de los impuestos de la gente, es muy dificil que dejen de ocurrir estas cosas.

Un comentario en «Punteros:La violencia y la miseria política al desnudo»
  1. Cherep demuestra que todo se puede justificar. En una ultimisima instancia, recurre a la típica: nosotros lo seremos, pero los que nos acusan también (lo cual es cierto: cambiemos también utiliza punteros, paga periodistas con la pauta – o con sobres , directamente-, como los socialistas). Notese que dice todo partido político competitivo usa punteros. Reconoce que hay algunos que no (“los no competitivos”). Quiere decir que se podría no usarlos, pero no seríamos competitivos. Toda una definición politica: la política se hace con punteros, con militantes sólo no alcanza. La politica está para llegar al poder y nada más, no está para cambiar en algo las cosas (el que usa punteros sabe que con ellos no se puede cambiar nada). Cherep, sos el Rogelio alaniz del ps

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