Su gestión, que empieza a terminar en estos meses, será recordada como la mejor de las tres que iniciaron el proceso de gobierno del Frente Progresista. En muchos casos, porque heredó políticas en marcha, pero en muchos otros aspectos, por una impronta genuina de obsesiva e inalterable capacidad de trabajo personal, que exigió y exige de manera constante a sus equipos de trabajo.
Miguel Lifschitz es una topadora de trabajo, me consta. El 11 de diciembre de 2015 le dijo a su familia que lo disculpara, pero que su tiempo absoluto, se lo iba a dedicar a la gestión. Con la excepción de un par de domingos, y de dos vacaciones de tres o cuatro días en Córdoba, no paró de trabajar durante los tres años y medio de gestión, siguiendo de cerca cada una de las miles de obras que terminó o puso en marcha.
Es imposible, por la cantidad, enumerar las obras y los programas que puso en marcha. Es imposible contar los kilómetros que recorrió en su propio territorio, llegando personalmente a cada ciudad o población, por pequeña que sea, en algunas de las cuales nunca había estado siquiera un Ministro en toda la historia.
No traicionó ninguno de los principios éticos y políticos del Frente Progresista, aún siendo el más pragmático: apostó a la Educación, a la Salud pública, a la Obra Pública, al desarrollo de planes estratégicos con miradas a largo plazo, a la inclusión social real y no al asistencialismo, continuó con las política de derechos humanos, acompañó con decisiones concretas la protección de los derechos de las minorías, las nuevas demandas de género, construyó una agenda sobre los nuevos derechos ambientales, no le escapó a los debates calientes con posturas intermedias como en el caso del Aborto, avanzó en la integración de la región Centro- cómo nunca antes se había avanzado- concretando políticas concretas y efectivas, sin detenerse en las diferencias políticas con sus colegas. Intentó, y lo logrará, cambiar la cambiar la Constitución Provincial, para que deje de ser la más antigua del país y convertirla en la más moderna y adaptada a los nuevos paradigmas sociales.
No se le podrán imputar responsabilidades en los asuntos no resueltos y que son estructurales, en Santa Fe y en todo el país, y que se profundizan como consecuencia de ausencias de políticas nacionales: la inseguridad, la desocupación, la pobreza, son epidemias generadas por un modelo de país que escapa a las posibilidades de un gobierno local. Aún así, en medio del peor vendaval económico y social, su gobierno mantuvo a la provincia por encima de la actividad productiva media nacional. Y en medio de una parálisis casi total de la obra pública, supo mantener la actividad a base de un enorme equilibrio de cuentas y mesura en el gasto.
Y en el final: el gobierno de Miguel Lifschitz, al igual que el de sus antecesores, no fue denunciado por ninguna sospecha de indecencia, corrupción o malversación de los recursos públicos. Santa Fe no aparece en ninguna de las megacausas de corrupción nacional, no tiene funcionarios en los Panamá Papers, no existen denuncias sobre coimas en la obra pública, ni fue salpicado por el modo de recaudar fondos para las campañas electorales del Frente Progresista.
¿ Algo más? Si. Deja una provincia, la dejará en diciembre, en condiciones ideales para que quienes lo continúen, no puedan excusarse en «herencias» ni en «vaciamientos». Deja una provincia con una infraestructura inmensamente superior a la recibida, y ha confirmado, con aceleración de los programas y las normas, que en Argentina existen maneras diferentes de afrontar las dificultades, por encima de las grietas, las agresiones y las trampas.
Hoy escuchamos el último discurso de apertura de las sesiones ordinarias de un enorme gobernador. Ese que todos los hombres y las mujeres de buena fe reconocen a viva voz, y ese que por debajo, y con murmullos de impotencia,los adversarios no pueden desconocer. Insistió con sus convicciones, repasó sus logros, pidió disculpas por los errores, y reivindicó a la política real, lejos de las del marketing y el oportunismo, como el camino a seguir para transformar en serio la realidad.
Se empieza a despedir un enorme gobernador.Uno de esos que se escribirá en la historia a pesar de la dificultad que implica escribir adecuadamente su nombre. Miguel, el del apellido dificil.
Felicitaciones al Gob. Lifschitz por su excelente trabajo y honestidad… Adelante Santa Fe..! A no bajar los brazos. Fuerza Bonfatti..! Gracias Coni
Un verdadero y Honesto Político Ejemplo de lo que deber de ser
Admirable,muy honesto …valor a imitar por la mayoria de los que estan inmersos en la politica.