
Basta con sumergirse un rato ( sólo un rato porque más implica riesgo cerebral) a las comidillas de la campaña electoral, para descubrir que los argentinos estamos en medio de una batalla por sumar odios y rechazos, antes que escuchar propuestas de futuro.
La condiciones objetivas del país – le llamo objetivas por no decirles trágicas- no ofrecen ninguna chance de promesas fantasiosas: tenemos un endeudamiento externo imposible de pagar con nuestro PBI, una economía paralizada, y un estado monetario en el freezer que promete estallar gane quien gane, después de octubre.
No hay una sola discusión seria en la campaña. Alberto, el presidente que hace de vice de la candidata a Vice ,CFK, se remonta a la presunta racionalidad el peronismo unido en la emergencia y a su propia historia personal en el primer Kirchnerismo. Alberto habla más de Nestor que de Cristina, claro, y se termina incomodando mucho cuando le preguntan por ella. «Que cada uno se haga cargo de sus acciones» dice, pero no termina de explicar por qué esta al lado de una persona a la que el mismo calificó de «perversa», a sus gobiernos de «patéticos», y a muchos de sus actuales compañeros de palco como «delincuentes comunes».
Es dificil, pobre Alberto. Nadie le termina de creer que va a ser presidente. Sencillamente porque todos sabemos que le resultará muy dificil dominar a la señora, que sigue de gira con su libro, con la enfermedad de su hija, y con sus discursos «relajados», y termina metiendo una pindonga cada dos pasos. Con un desparpajo irresponsable, sin demasiado interés en el futuro. Mucho más metida en su propio relato personal, en su interpretación de la historia y en sus remembranzas del poder, que en una pose de estadista.
Cristina es, lo dicen TODAS las encuestas, la persona que más rechazo genera en Argentina. Es asombroso: así como sigue siendo la única persona capaz de juntar un 35 % de votos sola, es capaz de llevarse cargado un 60 % de rechazo. Y su poder electoral, termina siendo más dañino que funcional.
Es aún más asombroso que un Presidente disléxico, con enormes dificultades para hablar de corrido el español, con muy pocas luces intelectuales y una superficialidad pocas veces vista en un Jefe de Estado, tenga chances de ser reelecto.
Más aún si miramos los números y descubrimos que si, que desde que asumió, todos y cada uno de los números de Argentina son peores. Todos. Al menos los números que ponen al ser humano en el eje de las políticas, los números que contemplan a la humanidad como beneficiaria de las políticas y no a los mercados.
Más pobres, más marginados, más violencia, más inflación, más despidos, más dificultades para las Pymes, más importación, menos ciencia y tecnología, menos salud pública, menos educación pública, en fin… ¿ Que puede salir mal, así? Y aún así, el tipo tiene chances de ser reelecto. ¿ Por qué? Porque más de la mitad de los argentinos le temen más al retorno de la ex presidenta, que a las políticas devastadoras del Macrismo.
Y no hay alternativas. O al menos no las habrá en una hipotética segunda vuelta, que es el sueño a cumplir de cualquier oficialista . Todos sabemos, que si hay segunda vuelta, Macri volverá a ser presidente. Y todo el Kirchnerismo sabe de memoria que en primera vuelta , o sacan el 45 %- muy dificil- ó sacan el 40 % y le sacan 10 % de diferencia a Macri o no habrá retorno. No es una especulación. Es lo que indica el Antikamometro argentino, que no se mueve nunca cuando se discute la bipolaridad.
La lucha es por quien suma más desprecios y rechazos. La pelea se da en el territorio de lo simbólico, y en las dificultades de ambos candidatos para hablar. Uno porque no habla directamente, como Macri. Y el otro, porque no termina de explicar por qué no será lo que fueron ellos mismos, tal como él mismo lo dijera tantas veces.
Es una tragedia griega, claro. Somos millones los argentinos que nos hacemos los sotas y miramos para arriba sin definirnos. La frase más común entre los que no simpatizamos con ninguna de las dos ramas del desprecio nacional es: ¿ Y yo porque tengo que participar de esta mierda?. La respuesta es tan trágica como la situación: porque de este caldo de cultivo surgirá el próximo gobierno que tomará las decisiones.
La respuesta a esa pregunta me la dió con una calma intensa un amigo, otrora peronista, decepcionado en general con el mundo : «El error es creer que efectivamente hay algo en juego: los dos tienen las mismas posibilidades, y los dos, digan lo que digan hoy, están obligados a tomar las mismas medidas. Por eso Pichetto se va a encargar de negociar con los gobernadores, que ya están tranquilos en sus cargos y nadie los molesta; y por eso, muchos gobernadores del PJ, prefieren mirar al cielo, cuando los consultan por la campaña de Alberto»
Nadie mueve un pelo por el futuro de ninguno de los dos. El «Mercado» que no confío en Macri, menos confía en CFK. Los gobernadores esperan interlocutor. Los ciudadanos miran con alivio como la economía dejó de apretarlos temporariamente – una primavera falsa, electoral, y muy frágil- con los aumentos de tarifas.
La discusión sobre la presidencia, nos guste o no, es una discusión de minorías expectantes. Las mayorias apenas saben que en menos de un mes, hay que ir a votar a unas elecciones innecesarias que servirán, si sirven, para ver donde hay que apretar la maquina del desprecio.
Los argentinos desaprendemos, definitivamente. Incapaces de mirar con alguna atención a los modelos de países aplicables, seguimos discutiendo consignas y figuras del pasado. Unos te tiran con 70 años del peronismo, otros te recuerdan los bombardeos en la Plaza de Mayo, usan a las victimas del terrorismo de Estado de hace 35 años, y siguen usando frases que huelen a libro amarillo.
No discutimos qué país queremos ser, sino que país fuimos. Y ni en eso nos ponemos de acuerdo.
La discusión es por el odio mayor, por el pasado que ya pasó y que no puede regresar, por quien es más o menos corrupto, por quien usa más o menos los recursos del Estado, por si los ladrones son de guantes negros o blancos, por si quieren o no el Futbol gratis para todos, y toda clase de circunstancias secundarias, anecdóticas e inútiles. No discutimos política. No discutimos modelo de desarrollo, no somos capaces de sentarnos a una mesa a conversar cinco o seis puntos elementales, y encima de todo, a las decisiones las toman los dueños de las consultoras, los chicos de la Cámpora o los pibes encanecidos del Newmann.
Somos una tragedia griega. Casi perfecta. No sabemos adonde vamos, pero perdemos el tiempo discutiendo sobre el camino que ya recorrimos. Nos sobran condiciones, pero nos gusta mucho la joda. Decía un DT que no pudo armar un equipo de fútbol, teniendo a los mejores jugadores del mundo a su disposición.
No sabemos que carajo hacer. Y ahora hablo de nosotros, los miles y miles de indefinidos que preferimos silbar y mirar la mancha de humedad el techo, antes de responder a la dramática pregunta. ¿ Macri o Cristina?
Que se yo. A mi dejame que el tiempo me lleve solito a esa disyuntiva. Mientras tanto, disfrutaré del espectáculo colosal del reproche y las máquinas del odio funcionando a full.
Lástima que es un país, sino sería una gran novela.