
Los que hacemos radio, la amamos. En general tenemos una larga historia de oyentes, y a medida que la experiencia nos va sumando horas de vuelo y de vida, vamos perdiendo el fervor por escucharla, y si, nuestro ego – esa razón casi excluyente por la que nos exponemos a hacerla- nos convierte en malos oyentes. Nos olvidamos de escuchar, y terminamos comparando. En mi caso, había perdido el hábito de escuchar radio argentina con devoción. Elegía los espacios más por necesidad y articulación que por pasión, y encender la radio se volvió una rutina que sólo servía para estar al día con los temas que me importaban. En casa generalmente se escuchaba la radio donde yo trabajaba, y raramente- por ampliar el ámbito de la información nacional- amanecíamos con Longobardi .
A la hora de elegir radio para disfrutar, sólo me quedaban algunos programas españoles como «Nadie Sabe Nada» de Buenafuente y Berto, ó algunos podcast, que se vuelven adictivos por temáticas y calidad sonora. De la radio argentina, me tengo que remitir a muchos años atrás para encontrar algún programa que me retuviera pegado a la radio, o me obligara a llevarla conmigo para caminar, escribir, o ponerle pausa – algo que permiten las aplicaciones de hoy- para no perderme un minuto y seguir escuchándolo en el auto. Eso me pasó con El ventilador, en los finales de los 90. Con Guinzburg, Abrevaya y Castello, en la vieja Radio América. O más recientemente, con el canoso, en La Siesta Inoxidable, por Mitre. O si, claro, con las primeras épocas de Demasiado Tarde para Lágrimas, antes de convertirse en Venganza, con el enorme Negro Dolina. Y no mucho más. Crecí en una ciudad donde no llegaba la Rock And Pop en vivo, y supongo que eso nos quitó la gloria de Lalo Mir, Pergolini y la Negra Vernaci, en los años de oro de nuestra juventud.
Hace dos años, encontré «¿Y Ahora quien podrá ayudarnos?», el programa que conduce Ernesto Tenembaum en radio Con Vos. Y me volví fan. Hoy los escuché, como cada mañana, y creo que comprendí las razones. Hacen lo que hacen sin buscarlo. Y lo consiguen.
FÍSICA Y QUÍMICA

No se si por casualidad, o por elección desde el arranque, pero Tenembaum armó lo que casi nadie se ocupa en armar hoy en la radio argentina: una mesa. Y no es una mesa de «notables apellidos», ni de sesudos opinadores, ni de perseguidores de la verdad absoluta. Son todos grandes profesionales , claro, pero no se preocupan por transmitir que lo son. Saben, pero no dicen que saben.
Tienen lo básico para un programa periodístico de la primera mañana: información. Esa masa física que nos permite estar al día con lo que va pasando, sin necesidades de móviles que derramen sangre, ni multipliquen la locura de los atascos, ni reportes de la violencia callejera. No. Tenembaum y su equipo sólo informan lo importante. Recortan lo que les parece valioso que sepamos, y lo condimentan con la naturalidad de la vida cotidiana de cada uno de ellos, con los que terminamos empatizando. Física y Química. No falta nada más.

No hay materia informativa que no esté bien resguardada: la política, obviamente por Tenembaum.La deportiva y mucho más , por Gustavo Grabia; la economía, con una revelación radial que se llama Jairo Straccia;el mundo del espectáculo, abordado desde la lógica demencial de Tamara Pettinato; y la locución- esa especie de aceto que permite darle a la mezcla una unidad de color y sabor- a cargo de Yammila Segovia.
Cada uno cumple una función, si. Cada uno es valioso y suficiente. Pero cuando falta uno, la mezcla pierde sabor. Y uno se pasa contando los días para que los ausentes retornen de viajes o terminen sus asuntos personales, y volver a escuchar a la mesa completa.
No ocurre en todos los programas. O más, ocurre en muy pocos programas que una ausencia- cualquiera de ellas- modifique tanto el producto como ocurre en YAQPA.
LOS ELEMENTOS
Tenembaum es Tenembaum. Y punto. Un tipo que nunca, o casi nunca, pierde la búsqueda del equilibrio. Y tiene un valor agregado: no para de preguntarse, y de compartir sus preguntas. Que son las mismas que nos hacemos la mayoría de la gente de clase media. Su mirada de la política es sana: nunca suena absoluto. Nunca se para desde la propiedad de la verdad, y siempre, o casi siempre, procura que las discusiones con sus compañeros o con los entrevistados, vayan por el camino de la conversación. De la amigable conversación. Aunque no le guste lo que escucha. Y se divierte mucho. Tanto, que a veces le cuesta empezar a desarrollar el programa- como hoy- porque la mesa se convierte en un aula de 5to año de la secundaria, intercambiando chistes que pueden sonar vulgares e incluso trillados, pero que terminan divirtiendo al oyente consuetudinario.

Gustavo Grabia desnuda el alma en la radio. Es el Grabia implacable y jugado en la convicción del periodismo riguroso. Es severo con la información, pero a la vez se convierte en un neurótico enemigo de la atrocidad de madrugar, un desmesurado hincha de Ferro, un paciente psiquiátrico a la hora de presentar los viernes el Disco Grabia Disco , y un obsesivo sexual, al momento de discutir los asuntos menores, especialmente con sus compañeras femeninas.
Jairo Straccia es uno de esos que aparecen cada tantos años. Un periodista económico-con todo lo que implica ese bagaje- que nunca se deja tentar por la postura del Gurú, que tantos de sus colegas usan para informar. No. Straccia juega a informar. Aborda los temas más complejos de la economía y los explica como si los oyentes fuéramos alumnos iniciales en la materia. Te habla del dólar, de las tasas, de las estadísticas, si. Pero nada suena trágico en su boca. Fanático de River, Spinetteano y de Barracas. Jairo Straccia es un economista portador sano, y tiene un sentido común, impropio en los de su clase. A Jairo le importa tanto la economía como el mundo del espectáculo, y no se preocupa por ocultarlo.
Tamara Pettinato es muy divertida. Su apellido se olvida rápidamente cuando entrás a su mundo. Ella es lo que es: una mina de clase media que labura todo el día, en radio TV y Teatro para mantener a su familia. Se le nota el esfuerzo, la remada mensual. Su espontáneo modo para salir de las herencias familiares de la incorrección como norma, y a la vez, deja en claro que nada le importa demasiado. El «Recreo» de Tamara es imprescindible para el programa. Allí se encuentran todos, y se les complica salir. Cada noticia que Tamara pone a consideración de sus compañeros es una fiesta. Allí aparece lo mejor y lo peor de cada uno, sin medias tintas. A las 08:20 minuto más, minuto menos, es el apogeo del delirio. Y quienes- por consecuentes- entramos al microclima que se genera, nos reímos mucho. No tanto como ellos, pero mucho al fin.

Y finalmente está Yammila Segovia. Una locutora distinta a todas. Peronista de la Paternal. Hincha de Argentinos. Madre putativa y compañera adorada. El año pasado ganó un Martín Fierro y todos nos emocionamos con ella, porque en su voz y en sus afirmaciones suena el sacrificio, la búsqueda y el tesón que le pone al oficio. Nada de femme fatal para anunciar la temperatura, nada de voces impostadas para despedir un tema musical. Nada de diva ni de nena moderada: Yammila es un sofocón que salta indignada, pero nunca se deja llevar por el fanatismo. No rehuye de sus orígenes, de sus pasiones, ni de sus convicciones. Pero necesita armonía. Y es lo que permanentemente impone en la mesa. Tanto, que cuando está malhumorada se siente en su silencio. Tanto, que cuando se molesta o se tensa, le transmite la tensión a todos los demás. Ella es el equilibrio. Pero como todos sus compañeros, tiene desequilibrios que divierten mucho.
Después hay operadores que saben el juego. Baches que ponen nervioso a Tenembaum pero nunca rompen el clima. Una característica del programa: todo el tiempo, incluso cuando algunas entrevistas se vuelven intensas y bordean el dramatismo, los oyentes somos cómplices de lo que ocurre.
¿Y Ahora quien podrá ayudarnos? – un nombre inexplicable, con orígenes en el Chapulín Colorado, pero modificado sin ninguna explicación- es un gran programa de radio. Una muestra de cómo se puede informar sin enfermar al que escucha. De cómo se puede compartir la incertidumbre de este país, sin sentir que estamos cayendo al vacío continuamente. Una manera muy simple de transitar el amanecer: sabiendo que la realidad es la realidad, que los problemas son los problemas, pero que el mundo es mucho más liviano si lo tomamos con humor.
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