Somos una sociedad violenta. No somos aún, de las más violentas del mundo ni de América Latina. Pero si seguimos por el camino de la exclusión, del extravío de valores humanos y de la ligereza de suponer que las soluciones serán maquillajes, represiones a mansalva o actos heroicos aislados, seremos en no mucho tiempo una sociedad brutal. Aún más brutal que la que nos horroriza a diario en los noticieros de TV.
Hace pocas horas se estrenó «Joker», una película que marcará una época en el cine, y que más allá de las críticas, aborda un tema central : la acción de un marginal resentido, en una sociedad dominada por el desencanto, la crispación, el abandono de las altas esferas, y un abismo insalvable entre clases. ¿Les suena?
En las mismas horas, la Ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich ordenó que se saliera a buscar ladrones de poca monta en los trenes del conurbano. Y así se hizo. Hasta que dieron con uno de esos casos que dividen a la sociedad: Un pibe con pedido de captura, por delitos menores cometidos hace años, y que es un adicto en recuperación. Que estaba vendiendo pañuelos de papel para recaudar algo de dinero. Porque no tiene trabajo. Porque nació en un hogar sin oportunidades, y porque además, Brian, en sus pocos 18 años sólo encontró obstáculos para su crecimiento, para poder cumplir con sus limitados sueños y convertirse en un tipo común, que trabaja, proyecta una familia o tiene la chance de desarrollarse individualmente en cualquier disciplina lícita.
No, Brian no tuvo esas chances. Y si, robó. Como roban decenas de miles de chicos por día en este país. Para poder comprarse una dosis de veneno que les permita un poco de calma, un poco de ausencia en la realidad que lo maltrata y que además, lo demoniza.
Encima, los «Brian» ven cómo las cárceles se llenan de semejantes, pero por la otra puerta salen los que se roban el dinero público de a miles de millones, y tienen la suerte de pagar sus fianzas, sus abogados con masters en sacar presos ricos, y conseguir absoluciones inexplicables.
¿ Qué otra cosa que monstruos podemos criar, en medio de ninguna oportunidad? ¿ Qué alternativa le ofrecemos a los pibes de las villas frente a la tentación de vender menudeo de drogas mal cortadas, con las que finalmente se mueren o bien por consumirla, o bien a causa de balazos que perforarán sus pechos, en una pelea por territorio?
No. La solución no son héroes ni heroínas ocasionales como Viki Donda. No. Pero al menos sirven para que los visualicemos. Para que nos enteremos que detrás de la historia de un chico de 18 años, hay una historia cruel, un mundo oscuro, un amontonamiento de frustraciones que se perfeccionan con la discriminación que hacemos los blancos, sobre los que tienen piel oscura, y usan gorras de la NBA de la Salada, con la visera para atrás.
No hay, no hubo, un sólo plan que abordara esta situación. Con la excepción del «Nueva Oportunidad» en Santa Fe(un plan que corre el riesgo de desaparecer con el cambio de gobierno, y que algunos intentan salvar con la conversión en ley, que aún así quizás no termine teniendo presupuesto) no hay planes, proyectos, programas, que pongan el foco en los adolescentes que no van a la escuela, que no tienen trabajo, que no tienen clubes en sus barrios que los contengan, que no tienen ningún horizonte que les de valor a sus propias vidas. ¿ Cómo pretendemos que alguien que no valora su vida, valore la de los demás?
Y no vengan con slogans y promesas de planes de seguridad súbita. Eso será la multiplicación de la muerte, para que un sector de la sociedad se sienta más tranquila, más calma, menos acechada… Pero por un tiempo. Hasta que la horda recupere los atajos y salga de nuevo a robar, a matar y a cometer todos los delitos inhumanos que les provee su propia inhumanidad.
¿ Que hacemos con ellos apenas nacen?¿ Cuales son las posibilidades que tienen a la edad de jugar, como lo hacen nuestros hijos de clase media?¿ en que condiciones van a la escuela? ¿ Cuantos de ellos sólo concurren para poder cobrar el extorsivo plan social, y para poder comer un par de veces al día?
Fabricamos «Jokers». Es la principal industria nacional. Y encima tenemos una clase dirigente abocada a la pelea por el poder del Estado, que nunca terminan haciendo nada por el asunto. Porque si, claro, Macri los multiplicó, no queda una sola duda. Pero el Kirchnerismo tampoco hizo nada para sacarlos de ese pantano. Sólo distribuyeron dinero. Y el dinero, sólo sirve para comprar. Y lo que esos chicos necesitan no se compra en ningún kiosco, ni se extrae de ningún cajero automático.
Necesitan afecto, ser individuos, dormirse con un beso en la frente de sus padres, una mesa donde contarse lo que les pasó durante el día, un abrazo cuando las cosas no salen, y otros para celebrar los logros.
Necesitan que en la calle los veamos, los miremos, les sonriamos cuando se acercan a pedirnos algo. Trato humano. Comprensión por la desgracia de haber nacido del lado en el que las oportunidades sólo son un sorteo aislado.
Se necesitan políticas. Por décadas. Jardines, Escuelas públicas, clubes, Centros culturales barriales, talleres de oficio, centros de salud, hospitales de alta complejidad para sus enfermedades, trabajo para sus padres jóvenes y especialmente una cosa: horizontes con luz. Futuro que los entusiasme. La posibilidad de elegir, entre vivir en paz o calzarse un arma en la cintura para salir a buscar lo que nunca van a encontrar, aunque consigna su objetivo de robar.
Estamos hablando de millones de chicos que van creciendo y se van multiplicando, frente a un estado que ni siquiera se digna a ponerle freno a los embarazos no deseados con políticas públicas de salud sexual. Con asistencia elemental. Con trato humano.
No, que va. Que a esto no lo soluciona una elección presidencial, ni un partido político, ni el discurso de barricada de ningún dirigente de izquierda, que se formó en la Universidad Pública y no tuvo nunca las necesidades que tienen ellos.
Que no se trata de asistencialismo, de cajas y tarjetas. Se trata de políticas. De acuerdos políticos. De planes a largo plazo que no se interrumpan nunca. Que tengan el irreductible valor que tienen las figuras constitucionales que se respetan como biblias porque les conviene a los que las nombran en protección de sus derechos.
No habrá soluciones pidiendo documentos en los trenes, ni apresando a mocosos que tienen antecedentes por robo, ni proponiendo «Paz y Orden» a base de bala sostenida, ni poniendo rejas a las peatonales, ni levantando muros que nos separen de ellos.
La solución es política. Es incluyendo. Es aceptando que son parte de la misma sociedad, que tienen los mismos derechos que tienen nuestros hijos, y que cuando se les niega, las consecuencias son atroces.
Excelente nota.