No. No es una nota de celebración del triunfo de Alberto Fernandez. Ni la reivindicación de la remontada de Macri. O el ingenuo festejo de la relativa paridad, ni nada que tenga que ver con los resultados.
Es un dìa felíz, sencillamente porque corroboramos- aùn contra nuestra voluntad- que somos un país organizado. Que podemos ser transparentes, que podemos respetar las reglas trazadas y que más allá de los extremos que existen en todos los países del mundo, la mayoría de los habitantes somos razonables, que nos comprendemos como conjunto en medio de todas las diferencias que tenemos, y que somos capaces de admitir la conclusión normal de los procesos democráticos.
Tenemos un país muy complicado. Además de las desigualdades estructurales y de los errores de gestión, hemos acuñado una «personalidad» colectiva tambièn compleja, en cierto punto autodestructiva. Y aún así, ayer fue un dia feliz. Porque avanzamos en cuestiones que antes eran imposibles de cumplir en nuestra complejidad.
Tiene aún más valor, si contemplamos el contexto continental, las teorías conspirativas y la inmadurez de algunos sectores que todavía creen que la verdad es un asunto de fuerza más de que de voluntades mayoritarias.
Tiene aún más valor, si miramos las cuentas públicas. Si contamos las reservas en baja. Si vemos nuestro «sálvese quien pueda» en las colas de las casa de cambio. Si nos remitimos a la imposibilidad de màs de un tercio de la población para acceder a lo básico para vivir con normalidad.
Tiene mucho más valor, si contemplamos los niveles de «Antis» incorporados en nuestro ADN, que nos impide pensar en la adhesión a un proceso, antes que en la necesidad de echar a unos, o impedir el regreso de otros.
Y sin embargo, lo hicimos bien.
Habrà por primera vez en nuestra historia democrática, un traspaso de gobierno entre partidos diferentes, en los plazos estipulados por la constituciòn.
Habrà, ojalà no lo arruinen los egos y las especulaciones sectoriales, fotos de transiciòn. Dos presidentes transitando juntos- mal que les pese a ambos- el camino que nos lleve al traspaso de mando, compartiendo decisiones y procurando no llevarnos a ningún desatino institucional.
Se votó sin grandes incidentes. Esto es, sin que nadie pueda poner en dudas la legitimidad del resultado. Hubo resultados provinciales que muestran voluntades disímiles, y decisiòn de controlar. Voluntad de ejercer los contrapesos que nos permite el juego de la divisiòn de poderes.
Amaneciò. Y es 28 de octubre. Con las primeras luces del dìa, salen los runners, algunos llevan a los pibes a las escuelas donde no hubo elecciones, y otros, a los de los abuelos, para poder ir a trabajar normalmente.
En las radios hablan de lo de siempre: el precio del dolar, las medidas del Central, los cepos, las expectativas, se leen los gestos de los dirigentes en los actos de anoche. Se discute sobre quienes han sido màs o menos ganadores. Y uno piensa: es un día normal. Es un día feliz. En un país que no soporta ese estado. En un país, donde los discursos llegan a niveles de degradación que parecen anunciar una desintegración inminente. En un país que todo el tiempo vive con el corazón y la especulación en la mano.
Es un día feliz, pese a muchos, pese a nosotros mismos. Amanecimos sin tener que lamentar a la República, sin ponerla en dudas, sin mirarnos en el espejo de los peores, que suele ser el que elegimos.
Mañana, vendrán de nuevo las dudas graves, los análisis tremendistas, y las épicas desgraciadas. Pero ya elegimos al nuevos presidente, ya renovamos a nuestro Congreso. Ya ganaron los que tenían que ganar, y perdieron los que normalmente, tenían que perder. Y no es poco. O es mucho, en un país que se consagra a la desgracia y la infelicidad. Un día feliz.
Feliz es un día de democracia y voto cuando no hubo votos comprados, Coni, o cuando ningún candidato es un delincuente ni está procesado por la justicia…mientras tanto, las elecciones siguen siendo una mentira que perpetua en el poder a las mafias.