Llegó la hora de gobernar para el PJ santafesino. Doce años después de aquel día en que Jorge Obeid, abrazaba con afecto a Hermes Binner. Y las cosas cambiaban. Entonces se iban algunos nombres que simbolizaban un fracaso: La provincia había sufrido algunas experiencias que hundieron el amor propio de los santafesinos. Eramos, en 2007, una provincia vieja.

Entonces Santa Fe miraba a Córdoba con envidia. Todos los indicadores sociales de la mediterránea la superaban holgadamente. Entonces teníamos mayores indicadores de pobreza, de mortalidad materna, de desnutrición infantil. Córdoba era la provincia que hacía autopistas, la que construía rutas, la que levantaba algunos pocos hospitales públicos. Era la provincia que nosotros no podíamos ser.

Santa Fe y Córdoba se diferenciaban por el origen de sus dirigentes. Por la estirpe de sus grupos de poder. Allá gobernaban radicales y peronistas, nacidos al fuego de las luchas sociales de los 70, y de la Universidad Pública y laica. Santa Fe, entraba en el final de su etapa conservadora. La caída de Storni y el final del Reutemanato, dejaban atrás décadas del peor conservadurismo. Los ministros de Salud y Educación se decidian en las paredes del Obispado santafesino.

El «Patriciado» capitalino, se resistía a la burguesía rosarina, y el poder siempre recaía sobre uno de la capital. Después de Vernet- que ganó unas elecciones confusas con corte de luz incluído en medio del recuento- el poder se consolidó a imagen y semejanza del «orden» santafesino. Reviglio, Reutemann, Obeid, Reutemann y Obeid de nuevo. El poder judicial asociado. Las legislaturas con mayorías automáticas del pejotismo. Así durante 20 años.

Así pasamos de ser la sede nacional de la Constitución a tener la Constitución más antigua del país. Así perdimos la centenaria banca provincial, para darsela a dos lavadores de dinero. Así la ausencia de obra pública inundó Santa Fe dos veces. Así perdíamos a las empresas publicas, como Aguas, y las recuperamos perdiendo miles de millones. Así vaciaron la EPE, para privatizarla y recaudar para una posible candidatura presidencial del ex piloto de Fórmula 1. Y la salvaron los trabajadores.

Y así, la balacera a los Bancarios aquel 7 de marzo de 1996.

Y así los crímenes de los empresarios de la obra pública, en pleno centro santafesino.

Y así los fusilamientos de los dirigentes sociales en diciembre de 2001.

Santa Fe, esa provincia gigante que aprendimos en la escuela, se convirtió en el ejemplo de la degradación institucional. Con su ley de lemas que confundía todo y a todos. Una provincia que era tres a la vez, con un sur productivo, un centro que ostentaba el poder administrativo, y un norte olvidado. Con rutas y caminos que no se podian transitar. Con hospitales sólo en Santa Fe y Rosario. lejos, muy lejos del resto de los habitantes que vivian como un anticipo de la muerte cualquier accidente, un parto o un asunto sorpresivo de salud. A rogar por las ambulancias, y porque las rutas las dejaran llegar.

En 2007 todo eso cambió. Vendrán con el asunto de la inseguridad y el Narcotráfico, claro. Lo mismo que ocurre en el resto del país, pero que sirvió como unica excusa para atacar a gestiones que pusieron por primera vez en la historia a Santa Fe por encima de Córdoba, en todos los indicadores sociales.

La Santa Fe de los miles de kilómetros nuevos. La de los hospitales de tecnología plena, a mano de los norteños en Ceres , en San Cristobal, o en Reconquista.

La Santa Fe de los acueductos y los gasoductos en marcha. La que extirpó la coima y los sobreprecios en las obras públicas. La que borró a Obedretch de la lista de empresas constructoras que se quedaban con todo.

La Santa Fe que multiplicó las escuelas, las aulas. La Provincia que creó Escuelas secundarias y terciarias dónde los pibes se iban para no volver.

La Santa Fe de la producción. La del Estado presente, siempre.

La Santa Fe que sacó las rejas que separaban a la gente de su propia Casa de gobierno.

El triunfo de Omar Perotti, causado por muchos motivos, entre otros las propias internas de los dirigentes del Socialismo y si, la sobredimensión nacional de los problemas de seguridad, termina el próximo miercoles con esa etapa. Una etapa, que con todas las dificultades que se quieran, gozará de un lugar de privilegio en los libros de historia de los alumnos del futuro.

La Santa Fe que reconstruyó ese rafaelino llamado Hermes Binner. Que continuó Antonio Bonfatti y perfeccionó Miguel Lifschitz.

Esa Santa Fe se termina esta semana. Y a juzgar por los nombres del gabinete de Omar Perotti, todo huele a restauración.

Ojalá no lo consigan. Ojalá entiendan que la senda es la que está marcada. Y que las políticas por las que nos admiran el resto de las provincias, deben ser continuadas.

Ojalá. Pero no hay motivos reales para ilusionarse. Los apellidos que ocuparán los lugares más importantes del gobierno, son los mismos que se fueron en 2007. Y el gobernador, entre otras cosas, aquel que firmó la entrega del Banco Provincial.

Sabremos a lo largo de los próximos meses, si los santafesinos hicimos bien en cambiar el rumbo. Sabremos efectivamente, si lo que llega es La Restauración.

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