Omar Perotti es gobernador. La jornada será recordada por la visita presidencial. Por el cumplimiento absoluto de las mejores tradiciones democráticas, y por un discurso que pareció redactado hace dos meses. Un mensaje lleno de frases hechas, de generalidades, y de una agresividad fuera de contexto. En contraste con el clima nacional, y que lo mostró muy por debajo de las estaturas del propio presidente, y del gobernador saliente.

Omar Perotti empezó su gobierno con malas señales: su discurso fue un compilado de promesas generales, acusaciones al aire, y con un tono casi militar, que despertó el aplauso de los presentes en sólo dos oportunidades.

A contramano del presidente Alberto Fernandez, que aprovechó su breve paso para reafirmar su discurso de unidad, para ponerse por encima de la situación y para diferenciar con claridad, cuales son las prioridades; Perotti eligió el momento más importante de su vida política, para pasarle facturas chiquitas a sus adversarios y a sus propios compañeros. Puso en el discurso frases que debió tachar por los acontecimientos nacionales y provinciales recientes, y lanzó generalidades sobre la seguridad- su principal eje de campaña. Hizo dos anuncios: la puesta en vigencia del boleto estudiantil y el lanzamiento de un Plan de rescate de todos los chicos que no van a la secundaria, omitiendo un detalle: ese plan ya funciona en la provincia, y ha sido reconocido en América Latina, como un modelo a seguir.

Con una espuma rabiosa que lo acompañó durante toda la transición, lanzó dardos sobre la economía provincial: «El déficit creció un 300 % en el último año» aseveró. Un dato falso, pero que además saca de contexto la importancia anticíclica que tuvieron las decisiones de continuar pagando la cláusula gatillo a los empleados públicos y continuar con el plan de obra pública, mientras el país profundizaba su parálisis.

¿ Que prefería Perotti? ¿que los empleados públicos perdieran el 30 % de sus haberes contra la inflación? ¿ Que la provincia dejara de hacer las obras que estaba haciendo, y que en esa decisión quedaran miles de trabajadores sin empleo? No se entiende el enojo. La mirada religiosa sobre el déficit fiscal, parece sacada de un manual del neoliberalismo, muy lejos, demasiado, del discurso presidencial que un día atrás, había marcado todo lo contrario: la prioridad de la obra pública y de los ingresos de los trabajadores, por sobre los números de las planillas.

Le reprochó a los legisladores y al gobernador saliente , la sanción del presupuesto 2020. Lo hizo aún, cuando sus propios legisladores lo corrigieron a su pedido, y lo votaron por unanimidad. Lo hizo, aún cuando fueron sus senadores los que promovieron esa sanción y la votaron. Lo hizo, profundizando las diferencias con quienes tendrán que acompañar sus iniciativas en los próximos cuatro años. No se entiende, reitero lo del contraste, en qué lo beneficia ese enfrentamiento, y hacia adonde apunta con ese grado de beligerancia hacia la legislatura. Perotti parece no entender el escenario democrático: tendrá que convivir con las diferencias y con sus minorías. Eso es inapelable. Tan inapelable como el mandato popular que reclamó que se respete. Paradoja: reclamó respeto, mientras le faltaba el respeto a quienes, al igual que él, ocupan los lugares que el mismo pueblo les otorgó.

En otro fragmento, quizás en el más esperado, Perotti habló de la Policía y de la seguridad. Dijo que se acaban los tiempos de la falta de respeto a la autoridad policial, que vienen tiempos de policías preparados, y arrojó una frase confusa, que rozó la calumnia: aseguró que por «acción u omisión» existe en la provincia una colaboración política con el delito organizado. No dió nombres, se limitó a señalar «los últimos casos judiciales», sin recalar que en todos ellos, lo que se ventiló precisamente fue la colaboración de la policía con las bandas del delito. Que lo que pasó en los últimos años en Santa Fe, fue un proceso de disolución de los principales grupos delictivos, con una notable ausencia de la justicia federal. Y en ninguna causa, en ninguna, ni siquiera se sospechó de la relación directa de las bandas con funcionarios provinciales. Un dato más llamativo, si se contempla que la única dirigente de fuste que apareció mencionada y que participó de una inexplicable intervención en un allanamiento, fue su propia compañera de fórmula, Alejandra Rodenas, con su esposo , su ahora ministro de Cultura, Jorge Llonch.

Y nada más. Una plaza pálida, con menos de la mitad de su limitada capacidad lo esperaba a la salida de la Casa Gris, con la banda y el bastón que a su pesar, recibió de manos del gobernador saliente. Un hombre que soportó en silencio respetuoso, un discurso que lo descalificaba. Nada menor, si se comprende, además, que será el Presidente de la Cámara de Diputados representando a la mayoría, y que tiene una imagen positiva mucho más alta que la suya . No parece que Perotti haya comprendido ni la dimensión de las cosas. Y si lo que busca es modificarlas, no parece que el camino elegido, sea el más adecuado.

El aparato de los gremios estatales- en particular UPCN- le puso el poco color a la fiesta soñada. La jura de un gabinete que promedia los 55 años y que en su mayoría fueron protagonistas de las peores páginas de la provincia, completó la «fiesta».

«A las crisis se las enfrenta», dijo en la única frase que levantó el aplauso de los legisladores. Deberá hacerle caso a esa frase, y enfrentar a la crisis y no a sus pares. Deberá aprender más del presidente Fernandez que le dió dos días de lecciones que pareció no entender. A la crisis se las enfrenta y se las supera con altura política, con grandeza y con políticas. Nada de eso pareció presente en el discurso de asunción de Omar Perotti. Le quedan 1419 dias para demostrar lo contrario.

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