«En la sala de urgencias, que llaman «la policlínica», siempre atestada, un pabellón de guerra en nuestra paz, son expertos en coser corazones» dice el colombiano-Mexicano, Fernando Vallejos, en La virgen de los Sicarios.
Nada, absolutamente nada más que «coser corazones» importa en una emergencia. Eso se aprende vivíendolas, experimentando la desesperación del otro, mirando la mano extendida del desconocido que aparece de la nada, ayudándote a salir del paso en falso, de la irrupción inesperada del golpe que te deja grogui. Nada más. Para todo lo demás, siempre hay tiempo. Para ocuparse de lo urgente, no.
Ayer llovió en Santa Fe, hoy seguramente seguirá lloviendo. Algunos aseguran que el promedio es más de 200 milímetros, entre Santa fe y Santo Tomé . Da igual. Después de los 100 mm, todos los santafesinos sabemos- por haber vivido varias de estas- que la cosa se complica, y que lo que urge, es resolver lo que pone en riesgo las vidas, lo otro- todo lo demás- espera siempre.
En medio del vendaval, cuando la noche ya se convertía en angustia generalizada, los santafesinos recurrieron a todos los medios posibles para advertir lo que les estaba pasando. La lluvia no daba tregua, el agua acumulada – un asunto psicológico muy delicado para cualquier santafesino de la Capital- comenzaba a despertar fantasmas que ninguna promesa, ni obra realizada, ni desagüe, ni bomba en funcionamiento consigue espantar. La memoria de la piel no entiende razones. Le pasa a los ex combatientes cuando suena un avión cercano, cuando estalla un fuego artificial, cuando ven un herido.
En esas circunstancias, los funcionarios públicos deben tener la capacidad y la entereza para afrontar la emergencia, sin otra ocupación mental que resolver la urgencia. Todos los esfuerzos, sin ninguna excepción, deben estar al servicio de la recuperación de la mayor «normalidad» posible, y no generar ninguna situación que empeore la emergencia, echando a rodar información innecesaria, y menos aún, intentar sacar provecho de la situación.
Las emergencias nos enseñaron mucho a los santafesinos. Nos enseñaron tanto, que ya sabemos incluso distinguir lo que importa y lo que no. Pero a la vez, hubo un profundo aprendizaje de la dirigencia que nunca más se volvió a esconder en la oscuridad de los ministerios cuando la gente salía espantada por el ingreso del agua, que nunca más descuidó el sistema de desagüe, que nunca más le dió la espalda a las obras centrales que en los 2000 un funcionario dijo «que eran imposibles de hacer» y se hicieron, y nunca más, un dirigente a cargo de la emergencia se atrevió a decir «yo no soy intendente, no soy ingeniero, no soy arquitecto», o se detuvo a reflexionar sobre las voces que lo ofenden en la oscuridad. Eso, en 2003, nos costó 113 muertos. Y la falta de obras públicas, nos volvió a inundar en 2007.
Anoche, mientras la lluvia caía sin piedad, y algunos funcionarios cumplian sus funciones tal y como lo demandaba la emergencia, otros preferían desperdiciar su tiempo echando culpas a otros, señalar con el dedo a los antecesores, y aseverar razones que no pueden ser probadas, hasta que el agua deje de caer. Hasta que cada persona esté a salvo, hasta que cada evacuado tenga donde dormir.

Otros- ex funcionarios- se largaban a dar consejos a través de las redes sociales, sin comprender que no es necesario hacer público nada, en ese momento. Porque lo que agregan es una innecesaria idea de que quienes están al frente de la situación, no saben hacerlo o no tienen con qué. Y eso, anoche, hoy, y afortunadamente desde hace un buen tiempo en la provincia, es falso. Si algo funcionó bien en Santa Fe a lo largo de los últimos doce años, eso fue la emergencia y el funcionamiento de todos los protocolos que la componen.
La emergencia no es una oportunidad para sacar ventajas políticas. Es una oportunidad para mostrar estatura, capacidad y devolverle la calma a los ciudadanos. A ellos, en ese momento no les importa otra cosa que recuperar la serenidad. Mucho más, con los antecedentes que llevan en sus cabezas y sus corazones.

En la emergencia se debe informar lo útil, se debe dar certezas, y se debe anticipar lo que pueda suceder. No alcanza con llevar bolsas, ni con sacarse fotos con cara de preocupados. Hay que informar a la población, y no agregar un sólo dato innecesario. Menos si ese dato no trae consigo consecuencias para la integridad de las personas
Los twitts de funcionarios y legisladores, echando culpas sobre la situación del Hospital de niños es un signo de preocupante ignorancia ante la hora: no se puede perder un segundo en la emergencia. No se permite semejante estupidez, mientras llueve y la gente está en estado desesperante.

Ojalá este botón, les sirva de muestra. No olvidemos, que fueron ellos, no otros, los que permitieron que Santa Fe se inundara dos veces en cuatro años. Que fueron ellos los que no tenian ni bombas, ni defensas, ni obras, ni desagues, ni protocolos de emergencias cuando la tragedia llegaba.
No olvidamos, tampoco, que eran ellos, los que se escondian en los ministerios, mientras la gente salía corriendo de sus hogares a buscar ayuda.
Ellos, si. Hay que repasar los nombres del gabinete, y no queda mucho más que decir.