Las negociaciones políticas democráticas , en Santa Fe y en Suiza, funcionan así: yo te pido esto, y vos a cambio recibis lo otro. El más débil en representación suele ceder. El más representativo, suele conseguir que el otro ceda. Eso se llama acuerdo. Si esos resultados se buscan por la fuerza, estamos asistiendo a una extorsión.
Y en Santa Fe estamos presenciando la primera extorsión política pública desde el retorno a la democracia : el gobernador Omar Perotti no reconoce su condición de minoría parlamentaria, y públicamente, advierte a los intendentes, a los empleados públicos, a los ciudadanos asustados por la inseguridad, y a los empresarios de la construcción, que si la oposición no vota lo que él quiere, la van a pasar todos mal.
Lo que siembra es terror. La extorsión puede consistir en amenazas, intimidaciones o agresiones con la finalidad de doblegar la voluntad o el deseo de otra persona. Es un delito según el codigo penal argentino. Y agravado si quien lo consuma es un funcionario público. «Las fuerzas vivas», por ponerle un nombre a los que deben advertir este tipo de acciones, se callan. Por la propia extorsión.
Lejos de cualquier intento de acercamiento con los votos que necesita para poder avanzar en las discutibles leyes de emergencia que el gobernador supone imprescindibles, Perotti siembra , sin disimulo alguno, un nivel de presión extorsiva pública sobre los opositores, que sobrepasa todo antecedente institucional en la provincia: recorre el espinel de intendentes opositores y los pone en la obligación de hacer declaraciones involuntarias e incómodas, para que presionen a sus legisladores. Habla por teléfono con empresarios de la construcción y les afirma que si no salen las leyes que propone modificar las reglas de las licitaciones públicas, no habrá obras ni dinero para ellos. Sus funcionarios de seguridad le advierten a la población que «si no sale la emergencia en seguridad» no será posible avanzar en la pacificación de la provincia; deja trascender a través de los funcionarios de segunda linea, que «si no sale la emergencia, será dificil pagar los sueldos de todos los empleados públicos en fecha», y así, sucesivamente, en todas y cada una de las áreas de gestión, sobrevuela el temor. Perotti despliega extorsión. Y los medios, también caen en esa volteada, aterrados con la falta de pauta pública y el peligro de no poder afrontar sus obligaciones laborales en los próximos meses, se muestran excesivamente moderados con ciertas contradicciones, y abusos de poder, que en cualquier otra gestión, hubieran significado escándalos de tapa.
–«La apretada es máxima» dice un empresario santafesino, que no reconoce, ni en el peronismo anterior a 2007, un comportamiento de semejante presión. Y pública.
A la vez, imprime acciones insólitas que profundizan las diferencias: no sólo insiste con culpar al ex gobernador Miguel Lifschitz- que mantiene un silencio hermético- de todos los males, sino que borra todo el historial de las redes sociales del gobierno anterior, e instala, con cierta emocionalidad peligrosa, que la «provincia es un caos». Las fotos se borran, los recuerdos de la mayoría de la gente, no.
La idea de asociar al gobierno anterior con el delito, ha llegado a extremos absurdos, como intentar ligar a un ex jefe policial por un lejano parentesco con los autores del crimen del Casino de Rosario. La obsesión por encontrar «pruebas» de lo que posiblemente no exista, va desgastando el crédito del discurso oficial, que entra en una reiteración que no causa ningún efecto en la opinión pública, e ignora que la mayoría de la población ni lee los diarios, ni consume información de entrañas de palacio. Microclima puro, mientras la «gente», le empezará a demandar soluciones. Esas que dijo tener, al momento de ser elegido gobernador.
Obviamente que estas presiones empiezan a erosionar el terreno opositor, pero no lo quiebra. La discusión sobre como «persuadir » al gobernador para que acepte un camino de diálogo, en lugar de profundizar el enfrentamiento, no encuentra hoy por hoy, a ningún funcionario autorizado como interlocutor.
La lógica de «me votan lo que pido o les quemo Rosario, Santa Fe y Venado Tuerto» ya causa temor en algunos sectores del FPCYS, y encuentra a quienes piden «ceder». La mayoría, insiste con el no.
A poco más de un mes de su asunción, y tras seis meses de inexplicable letargo, Perotti no consigue gestionar a la provincia, y sólo se limita a exponer diagnósticos, que todos suponíamos, él debía conocer con claridad. Su negación a la condición de minoría parlamentaria, lo desconcierta y le nubla la mirada. Extorsionar no puede ser el camino. ¿ Cual es el próximo paso, sino?
Es tan absurdo, que un chico de diez años reflexionaría con mayor claridad sobre este asunto: «¿ Y por qué no hablan?»
Nadie lo sabe, pero Omar Perotti no ha movido un dedo en esa dirección, cuando paradójicamente todo, absolutamente todo, se recompone con un poco de calma. Con llamados telefónicos o reuniones con los principales dirigentes opositores y con voluntad de acuerdo. Cualquier otra alternativa, como la extorsión, instala un clima confuso, de graves sospechas cruzadas, de un mayor desgaste innecesario a toda la política, y de una escalada de enfrentamiento que puede, si no se detiene pronto, romper definitivamente los puentes de cualquier solución.
el intento de perotti de gobernar comunicando mucho y mintiendo,tiene patas cortas,mi punto de vista,la realidad,siempre supera a la ficción.