No soy Budista, ni a kilómetros. Pero de tanto recibir frases budistas en las redes sociales, se me pegaron algunas. La más famosa es esa de que “si sucede, conviene”. Una frase absurda cuando la leemos la primera vez, pero que cobra algún sentido cuando le damos vuelta y termina siendo algo más o menos así: “ si pasa algo, cualquier cosa, es probable que genere otras que bien utilizadas, nos dejen enseñanzas”. O algo así. Usted puede armarla como quiera. En realidad es lo mismo que «No hay mal que por bien no venga». Pero queda más cool la otra.

La verdad es que el Coronavirus es una de esas situaciones horribles, inesperadas y que al final, después que pasen los meses, la confusión, y probablemente muchos espantos, nos terminan desnudando lecciones para adelante. Acomodo al Buda. El coronavirus es una macana grande, pero es probable que su paso nos deje aprendizajes importantes. Bah, estoy seguro de eso, aunque el virus me termine llevando a mi. Buda no lo quiera.

A esta altura el sentido común y cierta vulgaridad en el pensamiento, me aburren incluso a mi. Pero no venía a decir eso, sino un Tweet alcanzaba. Así que vamos a lo concreto.

Lo que me parece valioso de esta historia, es que arrincona a los sectarios. A los simplistas. A los portadores de las verdades de café y comité. Y por fin, aleluya, nos pone en la sensata obligación de escuchar a los que saben. Y cuando digo a los que saben, me refiero estrictamente a estos: los científicos que a lo largo de sus décadas, fueron relevando conocimientos y protocolos para enfrentar situaciones como las que estamos viviendo.

No hablo del laboratorista solamente, sino de los científicos que se han comprometido con la cosa pública, y ponen su sapiencia al servicio de la sociedad. Es la hora de ellos. Los demás, incluso aquellos que los mandan y les pagan sus sueldos, deben escucharlos y quedarse callados. Y poner el máximo esfuerzo en entender que ahora hablan sólo los que saben. Y todos los demás escuchamos y cumplimos las reglas que van dictando.

Una situación rara. Dejar que hablen sólo los que saben, es muy difícil. Más en un país donde todos sabemos de todo, y así nos va. Una sociedad repleta de gente que opina con la autoridad de un científico y nunca cursaron el fisicoquímico de la secundaria. Una sociedad que sabe de teorías conspirativas y que termina encontrando en la simpleza del “poder” todas las culpas para lo que le sucede, sin examinarse jamás en sus propios aportes al desastre.

Otro enorme aporte  del Coronavirus será la demostración empírica de nuestra condición: el virus enfermará y matará a decenas de miles de personas en el mundo, y sepámoslo, somos el tercer mundo, en nuestro país hará estragos. Es probable que nos haya ayudado el verano, sí, pero somos especialistas en derrumbar las ventajas, a cambio de enfrentamientos innecesarios.

El virus no discriminará . Matará a las personas infectadas y que tengan condiciones de riesgo, y en esa horrible lista encontraremos Kirchneristas, Macristas, Agro empresarios, Docentes Universitarios, trabajadores de la Construcción, profesionales independientes, empleadas domésticas, militantes de todas las causas nobles y de las otras. Fanáticos de todos los clubes, directivos de Escuelas, maestros rurales o instructores de Kung-Fu. Sólo por poner ejemplos que nos rozan. Y sin querer mencionar lo más duro: que nos puede llevar a cualquiera de nosotros. A este ligero escriba, claro. Y a cualquiera de los que están leyendo.

Somos un país pobre, y como tal estamos peor preparados que otros para afrontar un pandemia. Es probable que si no actuamos adecuadamente terminemos con la salud pública sobrepasada, y terminemos viendo imágenes sacadas de las series Clase B de Netflix.

En esa dirección, va otra reflexión de lo que conviene, cuando sucede: Si a alguien le quedaban dudas sobre la necesidad del imperio del sentido común y el valor de lo que muchos- por razones ideológicas o intereses comerciales personales o colectivos- creen que ya no tiene valor: Lo que nos “aliviará” es la Salud Pública. Los hospitales públicos. Los recursos del Estado al servicio de toda la comunidad. Que lo pagamos con nuestros impuestos, y que en esta provincia- como una excepción- se han multiplicado en los últimos años.

Si alguna prueba necesitaba la enorme inversión que hizo Santa Fe en Hospitales públicos, y en los centenares de Centros Primarios de  Salud, era una nueva epidemia. Ya lo había demostrado la Gripe A, o el modo ejemplar de prevenir y afrontar el Dengue. O las bajas sustanciales en mortalidad materno infantil. Pero eso no se ve todos los días.

Una noche en Buenos Aires se me ocurrió decirle a mi amigo Pedro Saborido que la ciudad estaba linda. Y el, con su ironía incontestable me respondió: “Si boludo. Para lo cotidiano está bárbara, lo que nunca sabremos es que linda puede ser en una contingencia”. Hacer Metrobuses es importante, claro. Pero más importante es hacer desagües troncales para que esos metrobuses puedan funcionar en momentos de lluvias inundadoras.

Hacer Parques con estacionamientos modernos por debajo también es un aporte, siempre que no terminemos modificando el equilibrio de la naturaleza, podando árboles y eliminando napas que absorban el agua. Al final, el parking se inundará cuando vengan las lluvias, los autos que están “protegidos” bajo sus techos seguros, flotarán y al final, hicimos y no hicimos nada.

En eso Santa Fe la sabe lunga. Hicimos una costanera Este, pudiendo terminar la defensa Oeste para que el Salado no nos entrara. Pero elegimos el paseo antes que pensar en las contingencias, y nos costó decenas de vidas. Y un trauma que demorará generaciones en irse. Por si alguno lo olvida… los responsables de aquello, son los que gobiernan hoy. por imperio de la voluntad popular. No por capricho del destino.

¿ Se entiende por dónde voy?

En estas últimas semanas, antes de que el Virus coronara todos los titulares, nos pasamos discutiendo miserias políticas locales. Hay un hombre que cree que lo importante es que las cuentas del estado cierren a costa, por ejemplo, de no comprar repelentes para los hospitales, a costa de no nombrar personal en lugares centrales del Estado, a costa de no continuar con las inversiones que nos protejan de las contingencias. Y cuando llegan las contingencias, el ahorro no sirve. Ni los cargos vacios salvan a nadie. Ni el equilibrio fiscal, ni las planillas Excel salvarán vidas.

El LIF, ese laboratorio público que se convirtió en una pieza elemental de abastecimiento de medicamentos para los hospitales de la provincia y de todo el país, debe seguir trabajando y recibiendo más recursos del Estado y no de particulares, porque es una garantía para los que no tienen recursos. Pero para los que tenemos también, porque los medicamentos oncológicos, por ejemplo, son inalcanzables si nuestras obras sociales particulares- esas que nos diferencian del resto- en estos tiempos de cálculos suelen pensar más en los números de sus cuentas que en nuestras enfermedades.

Lo que salva vidas es el Estado presente. Son las escuelas funcionando, con docentes presentes en las aulas ayudando a informar a los chicos. Que no solamente son vectores de la enfermedad, sino de información para sus familias. Son las Universidades públicas con presupuesto para formar ciudadanos que después nos devolverán conocimiento. Es la Ciencia y la Tecnología con recursos para investigar y enriquecer al país. Es el Estado invirtiendo, no ahorrando. Es el Estado garantizando el funcionamiento de los recursos elementales como el agua, la electricidad o el gas. Es el Estado, controlando el abastecimiento de lo elemental en las contingencias, como el alcohol en gel. Sólo por poner un ejemplo.

No se puede gobernar sin cuadros técnicos formados para servir. Y la decisión del Ministro Parola de convocar a sus antecesores, Uboldi y Capiello, desnuda lo que todos vimos desde diciembre, y pocos se animan a decir: La nueva gestión provincial vino sin estar preparada. Y eso, en sociedades tan desiguales, no cabe para ningún modelo de gestión. Mucho menos en las áreas donde la vida es lo que se pone en juego. Lo dejó en claro Macri en su gestión nacional. Y hay que advertirselo a Perotti, antes de que arruine todo lo que estaba funcionando bien.

El Coronavirus vino a hacer sonar la campana del sueño de los gigantes dormidos en la idea del Estado- Empresa. Vino a recordarnos que el Estado no es un gasto, que es la estructura que nos iguala y nos garantiza que no terminemos siendo sólo un número en las cuentas de un sanatorio privado o una prepaga en dificultades financieras en su casa matriz.

El coronavirus es una buena noticia, en algunos aspectos. Porque nos deja esa “sobra” que el budismo, y no me interesa saber muy bien por qué, entiende como conveniencia.

Al final, lo único que importa es que le devolvamos el valor a las cosas. Que lo más importante es la vida humana. Que la economía puede esperar, que nadie se salva solo, que la Salud Pública es un derecho universal, y que todo, absolutamente todo, es frágil. Y que no hay ideologías ni cuadernitos de citas con consignas que tengan respuestas cuando de lo que se trata es de tener conocimiento. Y por suerte, lo tenemos.

El nosecuanto19 vino a hacernos daños, claro. Pero cuando pase, volveremos a descubrir que hay cosas que nos protegen de verdad, y esas cosas son públicas. Como la Universidad, los Hospitales, los médicos y las enfermeras que se formaron en instituciones del Estado, y los medicamentos que se fabrican acá nomás.

Eso, que se olvida con facilidad, es lo que importa. Es lo contingente. Y estas cosas sirven para ponerlas en su lugar. No debemos retroceder ni un centímetro de lo logrado, porque en ello se van nuestras vidas. Y la de los seres que amamos. Que al final, es lo único que importa.

Un comentario en «El Coronavirus conviene»

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