El mundo no podrá entenderlo. Nadie, con mínima lucidez puede comprender cómo una sociedad llega a niveles tan profundos de degradación como para matar a un ídolo. Un ídolo pobre, que andaba en bicicleta, vendiendo pan casero para ganarse el mango.
Las noticias dicen ahora que el sospechoso está detenido. ¿ Quien es el padre del sospechoso? ¿ Acaso no hablaron alguna vez del Trinche? El pibe que lo empuja, dicen, y lo golpea contra el suelo con una violencia innecesaria, ¿ Supo quien era ese veterano melenudo que iba por Córdoba hacia el río, en medio de la pandemia, para conseguir cómo sobrevivir al otro día?
Pensé en Garrincha. Me lo imaginé empujado por un ladrón en alguna calle de Río de Janeiro. No sucedió, no hubiera sucedido, creo. Los pueblos, por violentos que sean, no matan a sus ídolos. No es normal que mate a sus ídolos.
Es Rosario, si. Pero pudo suceder en Buenos Aires, en cualquier lugar del Conurbano, en Córdoba o en cualquiera de los conglomerados que ahora sabemos más o menos cuantos habitantes tienen, por el nivel de «concentración viral»
Podría decir, como muchos ,que es la consecuencia de la «inseguridad». No. La inseguridad tiene códigos, pienso. No me imagino a un hincha de River empujándolo al suelo con violencia a Labruna. No me imagino a un hincha de Racing matando a Corbatta, para quedarse con su bicicleta. No me imagino a ningún mendocino pisando en la calle a Nicolino Loche.
¿ Cómo puede ser que lo hayan matado? ¿ Que sociedad mata a sus ídolos?
No a cualquier ídolo. Sino a un ídolo pobre. A un de esos pocos ídolos que siguió siendo el mismo que era antes de elegir no ser una estrella. A un ídolo que nunca renegó de ser de dónde era. A uno que nunca se fue, y que cuando se fue, volvió rápidamente.
Mataron a una leyenda viva. A un personaje que de sólo nombrar, inflaba el pecho de todos los hinchas de fútbol de Rosario. De todos.
Mataron al Trinche. Otro angel de la bicicleta. Uno de los pocos futbolistas que eligió jugar en lugar de ganar dinero y fama.
Y probablemente, los padres y los abuelos de sus asesinos, se habrán emocionado con él, habrán celebrado con él, o lo habrán abrazado en la calle cuando se lo encontraban. Los hijos y los nietos de los fanáticos del Trinche lo mataron al Trinche. lo desconocieron, y aunque eso no importe, resulta brutal que haya quienes estén dispuestos a matar al Trinche, para robarle una bicicleta.
¿ Que hicimos con ellos? ¿ Que hacemos por ellos, para convertirlos en esas bestias humanas indolentes, narcotizadas, capaces de matar a un hombre de 74 años en la calle, sólo para quedarse con una bicicleta?
No es comprensible que maten a nadie por una bicicleta, pero menos al Trinche. A un ídolo.
No, no es un hecho de inseguridad más. Es una rabiosa prueba del sinsentido de los marginales, del desprecio por la vida del otro. De cualquier otro.
Ciudad de locos corazones, bajen las armas, aquí solo hay un pobre tipo saliendo a repartir el pan. Se me cruzan las canciones de Fito y de León Gieco. Se me mezclan las sensaciones.
No es Rosario, no. No es la inseguridad, no. No es una casualidad.
Es la temeraria noche de una sociedad que ya no distingue a quien mata, ni por cuanto, ni porque. Es una sociedad que se degrada, y en el camino mata ídolos. Es lo que vamos haciendo con ellos, con los asesinos y los ídolos.
Es la más triste síntesis de lo que nos pasa como sociedad. Mataron al Trinche. Con eso alcanza.