Es probable que la velocidad de la coyuntura, pandemia incluida, no haya dado tiempo a desandar el camino del año que transcurrió desde la victoria de Omar Perotti en Santa Fe. Nada desde entonces dió respiro. Ni el ánimo confrontativo del mandatario electo, ni el oxígeno de los intendentes frentistas frente a las crisis consecutivas- algunas agudizadas por las peleas legislativas- ni esta primera etapa caótica del gobierno peronista que todavía no parece haber asumido sus funciones.
Aún así, el Frente se debe un debate y una conclusión sobre las responsabilidades de aquel resultado, pero sobre todo una discusión de cara al futuro. La salud de la coalición- para sorpresa de propios y extraños- parece estar bien cuidada. Pero quedan todavía asuntos por poner sobre la mesa, y eso es bastante común de escuchar en boca de muchos dirigentes. Nadie pone en dudas la continuidad del Frente, y Perotti, seamos sinceros, ayuda mucho en ese sentido: Su vocación por destruir todo lo que los gobiernos de Binner, Bonfatti y Lifschitz construyeron, ha fortalecido la mística de la militancia y también, la identidad de muchos ciudadanos que observan con mucha preocupación, los pasos por venir de la ya avejentada gestión del rafaelino.
La mayoría en Diputados tiene que articular, no sin sapos y esfuerzos compartidos, los efectos condicionantes a la gobernabilidad de las intendencias de Javkin Y Jatón especialmente, pero también la de todos los municipios y comunas que gobierna el Frente y que son puestas como escudos por el gobernador para conseguir resultados a presión.
Los debates pendientes son varios, y se deben resolver antes de reconstruir «la nave insigna del 2021». Una cita electoral trascendente por varios motivos. Primero porque determinará las verdaderas chances del Frente de recuperar el gobierno provincial en el 2023. Pero especialmente porque pondrá a prueba las las generosidades de los dirigentes y la capacidad de acuerdos de todos los sectores para poder salvar las gobernabilidades mencionadas, y proyectar los liderazgos.
Nadie duda de la importancia central que tiene Miguel Lifschitz en esta historia: su figura sigue concentrando el mayor consenso en el seno de todo el Frente. Sus buenas relaciones con los radicales del NEO lo fortalecen, especialmente en su relación estable con Maximiliano Pullaro. Y para la sociedad, lo dicen todas las encuestas, sigue siendo la referencia indiscutida de la coalición.
Aún así, claro, hay quienes la discuten y con legitimidad: Están los que le reclaman por lo bajo a Lifschitz un nivel más claro de autocrítica por la derrota de 2019, están los que sueñan con disputarle ese liderazgo y están, las ambiciones lógicas de algunos socios, que aspiran a ocupar ese lugar.
A todos, los une el diagnóstico de la pésima gestión de Perotti, hasta ahora. Pero también es cierto que a todos, en la medida de sus respectivas responsabilidades, los une una pequeña cuota de responsabilidad.
El mayor esfuerzo lo tienen los intendentes. Urgidos por soluciones de lo cotidiano- el Cáncer del Transporte Público, por ejemplo- y los efectos devastadores de la pandemia y las medidas que deben afrontar diariamente para administrar la economía y los reclamos de la ciudadanía: no es poco, ni mucho menos. Es una prueba de fuego demasiado grande para gestiones que se inician y que dependen de un gobierno adversario para encontrar esas soluciones.
Para los intendentes de Rosario, Santa Fe, Venado Tuerto, Santo Tomé, Sunchales y Villa Gobernador Galvez, sólo por citar los más importantes, el asunto electoral parece ser un tema de ficción. Y la sóla mención de «internas y candidaturas» los sulfura. Y con razón. Para el resto de los dirigentes del Frente, la situación, aunque compleja, no deja de ser más aliviada. Y ambas realidades deben convivir con la mayor armonía posible.
En ese escenario el Frente tiene que afrontar los debates pendientes. Y sanar la mayor cantidad de heridas posibles. Algunas de las cuales pueden ahondarse si se adelantan decisiones o se anticipan nombres y expectativas personales.Lo que no implica que no lo deban pensar en términos generales.
Tras el vendaval de amenazas y reproches, con mucha infamia de por medio, la AGN sólo le regaló a Perotti un número de deuda que nadie discutió nunca. Y hasta la fecha, después de los resonantes anunciones de investigaciones, lo cierto que es el gobernador no puede levantar el dedo acusatorio contra nadie ni contra nada de lo que le dejó la «herencia». Un endeudamiento de menos del 2 % del presupuesto global de la provincia, ninguna irregularidad ni delito en la mira, y una infraestructura pública que el gobernador se niega a reivindicar, pero que fue lo que le salvó las papas calientes en medio de la pandemia.
En esa situación, el Frente tiene mucho que reivindicar, y el sonoro aplauso virtual a Hermes Binner, dejó en evidencia ese tesoro político. Impropio y casi inédito en la historia política argentina.
Pero los debates deben darse. En el seno del Socialismo y del Radicalismo por separado. En todos los partidos y organizaciones que lo conforman. Y en todo el territorio provincial.
De esa catarsis, con bajo nivel de riesgo, surgirán las bases del futuro.
Algunos aseguran que sólo «poniendo toda la carne en el asador» se podrá ganar la elección del año próximo. Otros, prefieren ser más cautos y «seguir» de cerca la performance de la gestión de Alberto Fernandez y las probabilidades de que el año próximo el Frente, como en 2017, sea víctima de un nuevo capitulo de la «Gran grieta Nacional». La «provincialización y Municipalización» de las elecciones, parece ser el mejor escenario para el Frente Progresista. Y eso, no depende de ellos. Sino de un conjunto de factores que por ahora, no parecen estar funcionando a pleno, pero que empezó a gestarse en Buenos Aires. La idea de un plebiscito de la gestión de Alberto Fernandez, los puede volver a poner en apuros: muchos integrantes del Frente acompañan con simpatía algunas decisiones y otros, directamente caen en las garras del antiperonismo pleno, y creen que hay que construir «sólo» desde ahí. La por ahora nula existencia de un tercer espacio de corte «socialdemócrata», les agrega complicaciones: el peligro de dividir preferencias, otra vez, con las antinomias sólidas y perderse en el hasta ahora débil camino del medio.
Pero todo eso dependerá mucho de las habilidades que se tengan para tejer acuerdos, e instalar en el electorado santafesino, la importancia que tendrán los resultados de 2021 en la disputa del 2023.
Otro debate es la «reincorporación» de los «semi- arrepentidos» radicales de Cambiemos: Una decisión que pasará primero por el seno del radicalismo provincial, donde van a converger opiniones diferentes, pero límites que algunos no están dispuestos a cruzar. No son lo mismo las figuras de Mario Barletta o la de Julián Galdeano, que la del último intendente de Santa Fe: Corral parece ser la linea que nadie o casi nadie está dispuesto a cruzar. Todos, o casi todos, le confieren al ex presidente de la UCR, una voluntad destructiva y un acuerdo bajo cuerda con Perotti para facilitarle el triunfo en las elecciones de 2019. Algunos contratos y nombramientos de segunda linea en el gobierno provincial, lo confirman. Las responsabilidades personales de Corral no parecen admitir indulto alguno para su figura y la de los pocos hombres cercanos que le quedan alrededor.
Con todas estas puertas abiertass, el Frente cumple un año de la peor de todas las derrotas de su historia. Las anteriores habian sido consecuencia de la Ley de Lemas o las coyunturas nacionales. El año pasado no. Perdió la provincia por un cúmulo de factores que merecen ser discutidos en los ámbitos orgánicos de los partidos y de la mesa interpartidaria.
Fueron 12 años de gestiones con muchos más claros que oscuros, y con una consideración social alta. Sólo cabe recordar que Antonio Bonfatti estuvo a un poco menos de 80 mil votos de alcanzar la victoria, con una tercera fuerza que se llevó casi 350 mil, sin ningún destino útil. Perotti ganó con el 40,5 % de los sufragios, y el Frente obtuvo un poco más del 36. Nada mal para una gestión lastimada por la falta de soluciones a un problema que no parece tener soluciones fáciles: la seguridad. La nueva gestión, es el ejemplo más claro de esa trampa que jugó con Slogans, sin plan ni equipos para resolverla.
De las generosidades personales y sectoriales, de la responsabilidad en el acompañamiento a las gestiones municipales, de las cuotas de autocrítica que se deben muchos dirigentes y especialmente de la inteligencia para comprender los distintos escenarios que se avecinan en el país y especialmente en el control de la gestión de Perotti, depende la reconstrucción efectiva.
No se trata de volver a amontonar figuras, sino de recordar por qué están unidos y cuales son las diferencias primarias y secundarias que se mantienen sin resolver, dependerá la suerte del Frente.
El aplauso a Hermes Binner es una buena señal. Pero no alcanza. Tienen mucho por hacer, y es la hora de empezar a hacerlo. Justo un año después de aquella amarga noche del 16 de junio de 2019