Omar Perotti había demostrado una notable capacidad para no mojarse en asuntos en los que el resto de los dirigentes se mojaban. En el debate sobre el aborto quizás se mostró tal cual era: dijo NI. Fue Menemista y Reutemanista, hasta que le resultó más cómodo ser Kirchnerista, como a muchos. Eludió con «habilidad»todas las definiciones políticas que lo podían complicar: en pleno auge macrista votó las leyes que Macri necesitaba y dejó al Kirchnerismo cuando se opuso a la 125. Después, cuando lo volvió a necesitar, se volvió a aliar. Así, llegó a la gobernación de Santa Fe.

Sin haber jugado nunca a fondo en nada. Sin haberse comprometido con nadie en los momentos difíciles. Sin tener en sus espaldas las heridas de ninguna batalla. Huyó de todas.

Me autoriza haberlo advertido hace muchos meses: desde los primeros días de la gestión de Omar Perotti se observaba una preocupante lentitud en la toma de decisiones, una pérdida llamativa del tiempo- el inexplicable receso de enero en todo el estado provincial- y un despilfarro de los seis meses de transición en discusiones inútiles y acusaciones falsas, tal como lo terminó demostrando la Auditoria de la AGN.

Su única política hasta ahora fue culpar al Frente Progresista de una herencia que disfruta mucho más de lo que sufre. Perotti rompió todo lo que el Frente había dejado en marcha. Disolvió las políticas públicas elementales como los nodos que permitían articular actividades en las regiones para, por ejemplo, combatir el Dengue- Santa Fe no tenía muertos por esa enfermedad en la última década- y no las reemplazó con NADA.

Desde el comienzo de su gestión, Perotti se enfocó exclusivamente en la caja. Se pasó tres meses reclamando una ley que supuestamente le iba a dar las soluciones a todos sus obstáculos. Y después de un raid de extorsiones a los legisladores de la oposición, la consiguió. Pero no solucionó nada.Es más: complicó todo.

En el nombre del «déficit» y las presuntas carencias, endeudó más a la provincia, profundizó la recesión con la parálisis de la obra pública, dejó acefalías muy importantes en areas centrales como las regionales de educación o salud. Y con el ministro Walter Agosto como gendarme, pisó todos los recursos que le correspondian a las Comunas y Municipios, incluyendo aquellos que nacian de la propia emergencia del COVID-19.

Pero lo más grave desde el punto de vista de la funcionalidad de la gestión se tradujo en las inconductas de los ministros de Perotti que poco a poco avanzaron sobre la propia figura del mandatario, desautorizandolo por su capacidad- en el caso del Ministro de Seguridad; el Ministro de Salud renunciando a la cartera en medio de la Pandemia a pesar de la advertencia de que «nadie abandona el barco en medio de la tormenta» del propio Perotti, o la más reciente postura del Ministro de Producción que salió a contradecir abiertamente el «apoyo» del gobernador a la decisión de intervención de Vicentín.

¿ Quién manda cuando el que manda es mandado?

La hiperdependencia del gobierno de Perotti con el gobierno nacional se nota con desesperante claridad en las perezosas activaciones en el territorio de las fases de la cuarentena. O en la manifiesta inacción frente a la deuda que Nación mantiene impaga con la provincia. O en la rendición incondicional frente a decisiones que impactan en la economía y la sociedad santafesina, que se toman en despachos porteños y de las que se enteran a través de los medios de comunicación como el resto de los mortales.

Perotti no hace nada si Fernandez no lo autoriza. Y Fernandez hace lo que se le antoja, sin consultarlo. Ese desequilibrio no solo se nota sino que impacta en todas las áreas del Estado. Todos hablan del gobernador, como un «empleado» del Presidente, sin ninguna autonomía ni iniciativa propia.

Ninguneado por el presidente, desautorizado por sus ministros, burlado por a mayoría de sus legisladores que ya no disimulan su fastidio por la falta de diálogo y convocatoria desde Casa Gris, el gobernador parece haber dejado la gobernación en mano de un caótico piloto automático. Sus ministros anuncian lo obvio, las regionales no tienen directivos, los policías no saben a quienes deben obedecer y los registros de la provincia, todos, son peores a los que se tenian al momento de su asunción: Hay más crímenes, hay más desocupados, hay menos inversión pública y privada, tenemos muertos por dengue y se desarmaron los planes sociales que contenían como el ABRE, el VOLVER A ESTUDIAR ó el Nueva Oportunidad. Los gremios todavía funcionan como amortiguadores de los reclamos, pero no aguantan mucho más. Las bases los van a desbordar si no salen pronto a dar respuestas.

Entrampado en su personalidad esquiva, encerrado por sus costumbres escurridizas y por su histórica levedad a la hora de los definiciones y con todo aquello que lo que lo pudiera comprometer, a Perotti parece haberle llegado la hora de rendir cuentas. Y lejos de mostrarse con la altanería y la soberbia que mostraba en los días de su asunción, se fue desdibujando hasta dejarse ver como este dirigente confundido y extraviado. Sin orgullo para defender ni los intereses de la provincia, ni su propia imagen frente a los subalternos.

Nadie sabe qué hace. Casi no sale de sus despachos en Santa Fe y Rosario. Y los santafesinos empiezan a perder la paciencia. Y eso que el 70 % de su gestió ocurrió en cuarentena. Habrá que ver cuando la gente salga, y empiece a pedir soluciones y explicaciones.

¿ Sabrá afrontarlas? Permítanme dudarlo.

Un comentario en «Una acefalía gigante»
  1. Puesto en palabras de manera brillante, una realidad que nos debe interpelar profundamente..mas temprano que tarde (los acontecimientos se aceleran) deberemos decidir que camino de la encrucijada tomamos para salir de esta putrefacta mediocridad con la que nos agobia la dirigencia política toda, si la opción pacifica pero firme o la violenta en defensa propia..Lamentablemente, no se ve otra cosa que pueda modificar esta triste actualidad..

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