UPCN y ATE resolvieron, sin consultarle a nadie, que las paritarias 2020 estaban terminadas. Que los empleados públicos recibirán sumas en negro, no remunerativas. Escalonadas de acuerdo a las categorías. Sin aportes a la Caja de Jubilaciones, ni a IAPOS. En una reunión de 42 minutos. Y se llevaron puesto a sus representados. Ellos se quedan con las ganancias de Ropa de Trabajo y los alquileres de Hoteles. Ellos se quedan con la plata de los afiliados, y le siguen descontando las cuotas de sus mutuales.

Probablemente Jorge Molinas y Jorge Hoffmann no entiendan la dimensión de sus acciones. Hoffmann sueña con una banca en la Cámara de Diputados de la Nación en las elecciones de 2021. Y Molina, con mantener el poder en el Gremio y con la impunidad.

Ambos llevan adelante un romance con Omar Perotti que más temprano que tarde les costará el disgusto de no poder caminar por la calle a causa de los insultos de sus afiliados. No tendrán la libertad de salir a la puerta porque se podrán encontrar con algún enfermero sobreviviente del Covid, o con un empleado de planta que perdió una parte de sus ingresos pagándo intereses a sus financieras llamadas «Mutuales», o con algún viudo de una empleada muerta por la angustia que le generó sus abandonos.

Hoffmann y Molina son, a la vista de todos los empleados públicos lo que son: dos traidores que se encargaron de matar en sucesivos capítulos a la Cláusula Gatillo, a los aumentos porcentuales en blanco, y al poder adquisitivo de todos los empleados de la Provincia. Entre los que se encuentran, claro, los médicos, los enfermeros, los docentes, los policías y cada uno de los responsables de sostener al Estado en el momento de mayores necesidades.

0 % será el aumento real a los empleados durante el 2020. En 2021, habrá que escuchar que esas sumas quizás se incorporen al salario, pero buscarán la manera de maquillar lo que ya hicieron: se tragaron el 30 % del poder adquisitivo de cada trabajador, mientras su socio Omar Perotti, guarda cada centavo de la plata que tiene en plazos fijos, donde cobra intereses para poder financiar sin problemas la campaña de 2021. Y ellos lo saben. Hablo de Hoffmann y su garantía de fondos para su propia campaña. Y hablo de Molina que también, se sabe en pelea por meter algún nombre. Por ejemplo el de Ignacio Martinez Kerz o el de Juan José Saleme. O quizás conseguir más cargos para administrar libremente la Caja del Seguro Mutual, que es manejada – en sociedad con Hoffmann- por su marioneta personal, Federico Reutemann.

Ellos van por eso, y a pesar de los archivos, las promesas, los discursos de barricada con los que comprometieron los votos de los empleados públicos para Omar Perotti, a ellos no se les mueve un pelo. Porque les queda claro que este asunto es para los «giles», ellos están para las grandes cosas.

Hoffmann no recuerda que le dijo al ex gobernador Lifschitz que si no podía pagar la cláusula gatillo, que renunciara. Molina se olvidó de la promesa que les hizo en diciembre a los trabajadores cuando dijo en plena euforia : » volvió el peronismo, volvieron los días felices»

Hoy, un puñado de contratados que esperan el cumplimiento de las promesas que ambos les hicieron, los insultaron en la calle. Es el principio del fin. Ningún dirigente sindical termina corriendo en las escaleras de ninguna reunión por temor al insulto de sus afiliados o dirigidos.

Allí están ellos, los dos, escondidos entre los periodistas para salvarse del reproche.

Al igual que la tercera socia, Sonia Alesso, ya no tienen retorno. Aunque ellos se pinten de nacionales, populares, y se pongan boina como el adláter del Secretario General de ATE, Marcelo Delfor. No podrán superar esta escandalosa traición, esta entrega. Este funeral de los derechos de sus representados.

Podrán pagar pautas. Callar a sus periodistas. Silenciar a canales con mircos millonarios de sus gremios. Pero de esto, no parece que el empleado raso se vaya a olvidar.

Cuando la pandemia se vaya… será tarde. Ya quedaron expuestos: en el momento que más los necesitaban, les soltaron las manos a los empleados. Y eso, es muy dificil de olvidar

Un comentario en «Dos Jorges y un funeral»

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