
Un repaso por la historia de los últimos 30 años de política santafesina, nos permite trazar comparaciones y hacernos preguntas que debimos hacernos antes de elegir. ¿ Estaba Perotti preparado para gobernar o sólo terminó siendo una construcción mediática repleta de indefiniciones? ¿ Gobierna Perotti o sólo procura guardar dinero para una oportunidad mejor, mientras la economía y la vida de los santafesinos camina por el borde de un precipicio?
A cierta altura de la vida, uno debe ser consciente de sus límites. Y si por alguna razón eso se vuelve imposible, los que nos rodean y nos quieren, deben enfrentarse al doloroso momento de decirnos: «no es para vos, no te alcanza». Ahí se conjugan dos acciones sanas, que evitan que las cosas empeoren.
Cuando somos adolescentes soñamos con cuerpos perfectos. Entonces la vida nos ofrece la manera de acercarnos al sueño de los músculos y las curvas. No todos somos moldeables a esa edad, pero con un poco de esfuerzo, con mucha disciplina y con mucha constancia, seguramente las cosas se acercan más al objetivo. Si no hacemos eso, y no fuimos favorecidos por la naturaleza, es mejor que vayamos sabiendo que la talla va siendo la que recibimos en suerte.
Lo mismo ocurre con el dirigente político. Hay quienes nacen con una personalidad base que les permite saber tempranamente que pueden ser. Hay otros que no. La diferencia la pone el trabajo que se cargue encima. Allí pesa mucho la formación, claro, pero también la consecuencia de la militancia, la empatía con los demás, y una enorme capacidad de resignación de otras actividades. Ser político, es para cualquiera. Ser dirigente político,no. Y ser funcionario político, elegido para ocupar lugares trascendentes, definitivamente no. Es para muy pocos. Y las falencias de los procesos anteriores, se notarán mucho al momento de ejercer.
Tener «condiciones» naturales, no implica estar preparado. A las condiciones se le debe agregar un esfuerzo intelectual y personal muy grande. Muchos llegan a lugares importantes sin hacer ese esfuerzo, y los resultados son tremendos. Sencillamente porque los pagan otros, no solamente el dirigente.
Por eso es imprescindible que el dirigente hable mucho con los demás. Tenga noción de su talla, y sepa cual traje puede ponerse y cual no. Es propio de buenos actores, hacer esfuerzos cortos para modificar el cuerpo para determinados personajes. Pero son personajes. Se termina el rodaje y el actor volverá a engordar o adelgazar. Su cuerpo vuelve naturalmente a ser el que era antes de encarnar a otro. En el político eso sucede mucho en las campañas. Pero hay que ser conscientes de que la talla volverá a ser la misma que era antes de iniciarla. Para poder cumplir con las expectativas que creó, debe saber que tendrá que remar con su propia naturaleza, y con el esfuerzo que durante años hizo para perfeccionarla. Si sólo se trató de un esfuerzo temporal, tarde o temprano quedará expuesto a su verdadera dimensión. Y se acabará la trampa.
Todo esto, es aparte de lo ideológico y lo moral. El ideario del dirigente y su decencia, son asuntos aparte. Lo que discutimos acá es la idoneidad del dirigente. Esa es la base para cumplir bien cualquier función.
Los argentinos y los santafesinos fuimos testigos de muchos procesos dirigenciales con suerte distinta, desde el retorno a la democracia. Se pueden discutir las morales de dirigentes como Vernet o Reviglio, pero nadie discute sus competencias para gobernar. No se puede decir lo mismo de sus acompañantes de fórmula: el acceso al gobierno de personajes como el «Trucha» Vanrell o el «Bataraz» Martinez, dejaron expuestos los daños que puede generar la ausencia de capacidad. La falta de talla.
Con Reutemann pasó una cosa diferente y poco común: Todos sabíamos de su incompetencia para ocupar el cargo. Sin embargo el contexto nacional, el tipo de políticas de farándula y ajuste que comandaba Carlos Menem, y una ley electoral injusta, lo depositó en el gobierno de Santa Fe.
Con los años, y el ejercicio del poder, Reutemann -seguramente fortalecido por su fría personalidad y por la inteligencia práctica que supone ser corredor de Fórmula 1, se convirtió en un dirigente capaz. Otro asunto son los resultados de sus gobiernos. Lo cierto es que Reutemann gobernó. Y nadie discute, veinticinco años después, su condición de lider. Lo sufrió en carne propia toda la militancia del Peronismo, y la sociedad. Pero esas son valoraciones secundarias, hablamos de otra cosa.
Jorge Obeid, que lo alternó dos veces en el gobierno, tuvo que lidiar con Reutemann. Su primer mandato fue prácticamente una representación del piloto y sus artimañas. En el segundo mandato, mostró condiciones para ejercer el poder. Tuvo, como todos, buenas y malas. Lo fortaleció su aprendizaje en la intendencia, y en su segundo mandato llevaba el «expertice» y el cambio de rumbo de la política nacional. El «Turco» era un militante formado, a eso no lo discute nadie. Y hay asuntos de la provincia que llevan su sello.
Los tres gobernadores socialistas fueron hombres que cumplian con la rara condición de haber experimentado la gestión antes de asumir. Binner había sido el mejor intendente de la historia de Rosario. Bonfatti aprendió siendo Ministro de Gobierno de Binner, y Lifschitz repitió la historia de Binner. A los tres les cabe también, una larga historia de formación y militancia. Fueron gobiernos, con sus buenas y sus malas, en las que nadie discutió el liderazgo, incluso desde los partidos que los acompañaron a gobernar. Por eso, la vara de gestión quedo alta, y todos – sin excepción- esperaron que la sucesión continuara, aún cambiando de partido, con niveles sólidos de gestión.
Lo de Perotti generó muchas expectativas, muchas. Beneficiado por el desgaste del FPCYS, cuidadoso a lo largo de su historia de no exponerse nunca a definiciones tajantes, ataviado por el «modelo Rafaela» que bien supo vender a la prensa nacional, y favorecido por los nuevos sistemas de campaña que permiten no tener que afrontar entrevistas sólidas, ni dar explicaciones a las promesas, el rafaelino llegó al poder provincial.
Todos, y me incluyo de manera absoluta, imaginabamos un gobierno ordenado, una gestión planificada y un liderazgo indiscutible. Suponíamos que se trataba de un cuadro político que estaba preparado para hacerlo y bien.
Pero como decíamos al comienzo, no es lo mismo ser que parecer, ni un dirigente puede ser actor de campaña de manera indefinida. En un momento, al dirigente se le planta la realidad en la cara, y en ese momento hay que tomar decisiones y resolver los problemas. No importa cuales sean, es el deber de un funcionario, que debió prepararse para eso, cumplir con su obligación: gobernar.
Sin embargo, y cuando casi se cumplen diez meses de gestión, más los seis que se le agregan a los gobernadores en Santa Fe antes de asumir, no hay vestigios que nos permitan ver alguna huella de gestión.
Desde que ganó las elecciones hasta hoy, sus pasos fueron confusos. Con la excepción de una política de ahorro duro, que tranquilamente puede ser ejecutada por un buen almacenero, nada permite inferir que detrás de la figura de Omar Perotti haya un plan.
Los que imponen a la Pandemia como el «factor determinante» de la ausencia de gestión, omiten decir que hasta la misma le dió tiempo: Entre Marzo y Septiembre- en cómodas condiciones sanitarias y con caja suficiente- Perotti fue incapaz de fortalecer al sistema de salud pública: dejó dos hospitales terminados sin abrir, y el Estado nacional le «regaló» otro montado sobre containers. Su trabajo era sencillo: equiparlos y disponer de recursos humanos para hacerlos funcionar. Hoy, en pleno pico de la Pandemia, los tres efectores están cerrados. Los médicos y todos los trabajadores de la salud pública se quejan de los salarios y de la falta de relevos. En pleno incendio, se decidieron a «sumar» enfermeros y estudiantes avanzados de medicina. Sólo a un hombre sin capacidad de dirigir, se le puede escapar la tortuga con tanta facilidad. Hasta se le fué el Ministro, le renunció una directora de Hospital en su propia ciudad, y tuvo que echar a un subsecretario del área, porque ocupaba tres cargos públicos a la vez. ¿ Dónde está la política de Salud? ¿ Quien puede explicar lo que se hizo en estos seis meses de tregua que tuvo con el Covid?
En Seguridad, la materia para la que todos imaginábamos que su gobierno estaría preparado, todo es caos. No sólo no pudieron resolver ninguno de los problemas que heredaron, sino que las soluciones han empeorado todo. Un Ministro de afuera, que claramente desconoce la idiosincracia de la policía y de todos los santafesinos, viene a tratar de instalar un «Plan» que lleva diez meses de demora, que contradice las promesas del mandatario en campaña, y que encima, si algo nos faltaba en la materia, se encarga de generar escándalos a ritmo semanal, y rompiendo la poca confianza que había con los sectores de la Policía.
La educación quedó en manos de una ex Ministra, pero de los 90. La Profesora Cantero llegó a su segundo mandato con su propio equipo : Un grupo de funcionarios de una escuela privada y religiosa. Con una distancia preocupante con los docentes, y un nivel de atraso sustantivo en materia de contenidos y agilidad de gestión. Cantero sigue parada en los tiempos previos a la Ley Federal de Educación, y no disimula el poco afecto que le tiene a los maestros. Varias veces se corrió de las discusiones salariales, diciendo que su «Ministerio no es el ANSES»
Con la excepción del de Economía, también parado en los paradigmas novecentistas del «ahorremos aunque eso signifique dejar de hacer lo esencial», el resto de los Ministros están ausentes, carecen de iniciativas y respuestas. Es llamativo cómo todos los sectores reclaman soluciones y terminan admitiendo que en algunos casos, ni siquiera las reciben de manera formal.
Las internas parecen abrirse paso en la propia gestión, que se observa como una enorme ausencia, en la que se alternan cosas tan antiguas como el lanzamiento de los «Juegos Culturales Evita», hasta la promoción de carreras de TC, en plena Pandemia, sin consultar a expertos ni a los intendentes.
La pobreza de la gestión ni siquiera cuenta con una comunicación adaptada a los tiempos y a las necesidades. Se invierte en publicidad mucho más de lo que comunican. Y puertas adentro, ya se escuchan voces que demandan «liderazgo». Un asunto raro para la política santafesina: todos podemos recordar malos gobiernos, pero ausencia de liderazgos no.
Volviendo al comienzo: ¿Perotti era lo que parecía en campaña? ¿ Sus constantes vaivenes en sus largas gestiones parlamentarias, eran tácticas o efectivamente estamos en presencia de un dirigente que no sabe lo que hacer, mientras ahorra? ¿ Este era el plan de gobierno? ¿ Este era el equipo ideal de gestión que pudo armar durante seis meses libre de presiones?
Al final aparece la idea más temida: ¿ Perotti era un actor durante la campaña, para dar con el talle del saco, y cuando terminó el rodaje, volvió a su talla natural? ¿ Es Perotti al final este dirigente de palabras confusas, de oratorias vacias, de ausencia de definiciones, y sobre todo, de carencia clara de liderazgo político sobre su propio gabinete y sobre la sociedad santafesina?
¿ Perotti dá la talla o no, para ejercer este mandato, en un contexto dificil y repleto de interrogantes?
La respuesta empieza a sonar en las calles. Ya no se trata de escuchar la queja de los empleados públicos que se ven maltratados por sus políticas. Se trata de salir a la calle, un lugar que Perotti parece no conocer demasiado, y escuchar al tipo común, incluso al Peronista que lo votó entusiasmado por la unidad: las voces van dibujando una caricatura del mandatario. Más cercana a la de De la Rúa que la de Reutemann. Muy lejos de sus antecesores, incluso de los de su propio partido.
A Perotti debería preocuparlo: ya casi nadie habla con respeto de él, y cuando hace apariciones públicas para no anunciar nada, esa falta de respeto se multiplica.
Al final, parece ser un asunto de talla: Santa Fe parece tener un gobernador de poca talla. Son los riesgos de no conocer los propios límites, ni de contar con gente alrededor que le diga, antes que sea tarde, que no, que no da. Que gobernar no es para cualquiera, aunque cualquiera pueda llegar al gobierno.