
Cinco asesinatos en doce horas. Un reguero de sangre que no se detiene y que se amplía en balaceras cruzadas en medio de «Pichincha», una especie de Palermo rosarino, un sábado a la noche, con la mayor concurrencia de gente de la semana. Un abogado baleado en una estación de servicios, padre de un fiscal en actividad. Un gobernador encerrado en Rafaela, un Ministro escondido en Buenos Aires, tratando de montar operaciones políticas contra los adversarios para saciar las ansias de su mandatario y cumplir la promesa de «acabar» con ellos antes de las elecciones de octubre. Y lo peor: no gobiernan.
Ya no se trata de exigir seguridad, o más policias, o alguna política social que contenga los devastadores daños que provocan las sucesiones de crisis.
No es un asunto de colores, ideologías o miradas sobre cómo hacer lo que todos presumimos saber hacer, o al menos los hombres y las mujeres que se proponen para controlar las herramientas del estado y desde allí, promover cambios para la vida de una sociedad.
No. En Santa Fe, se está pidiendo que gobiernen. Que alguien, se supone que el gobernador, tome nota de lo que está ocurriendo en las calles de Rosario y de cada una de las principales ciudades de la provincia, y pongan en marcha algo, que detenga esta sensación de vacío de gobierno que tiene la ciudadanía.
Y no se trata sólo de la «inseguridad». En todas las áreas del Estado, se producen hechos absurdos que transfieren las mismas sensaciones: el Estado parece a cargo de un grupo de personas incapaces y desorganizadas, que gastan todas sus energías en sostener un discurso que los exima de explicar la realidad, mientras alrededor todo es derribo.
Hay un gobernador ausente. Quienes lo rodean no disimulan las preocupación por su cada vez más profunda soledad y encierro. Parece un hombre desenganchado de sus obligaciones y extraviado de las consecuencias de esos incumplimientos.
Es el mismo hombre que se cansó de hablar durante la campaña electoral sobre los asuntos de la seguridad pública. Ahora directamente rehúye de dar explicaciones sobre lo ocurre en su gobierno, mientras mantiene en su cargo a un Ministro que ya parece rendido. Que sigue apelando al escándalo de sus bravuconadas, metido en el laberinto de las operaciones mediáticas contra dirigentes opositores, mientras saltan irregularidades millonarias en todas sus licitaciones, y las calles se convirtieron en el Far West.
Los directivos de las escuelas dicen que no recibieron indicaciones para iniciar el ciclo lectivo semipresencial. No hay protocolos, no hubo inversiones en los edificios escolares, no se completan las listas de docentes necesarios para dar comienzo a la actividad. Nadie responde a los pedidos que se elevan al Ministerio. La Ministra sale cada tanto a hablar por los medios amigos, esos que no preguntan ni repreguntan, y repite como una lora cansada, frases que no están reflejadas en ninguna realidad. Ni las escuelas están mejores, ni la oferta salarial a los docentes es la mejor del país.
Los dirigentes gremiales de UPCN, ATE, SADOP y AMSAFE parecen ser los voceros del gobierno. En los dos primeros, tuvieron que inventar métodos para consultar a las bases y «ganar» de manera sospechosa. En AMSAFE, los docentes saltearon todos los apremios a los que fueron sometidos y dijeron NO. Nadie sabe como sigue este asunto, pero parece ser un tema que tendrán que resolver los gremios puertas adentro, porque desde el gobierno parecen no haber recibido noticias, y el Ministro de Trabajo, advierte que no se pagará a quien no trabaje, como si el derecho a huelga no existiera, como si en la provincia hubiera desaparecido la ley laboral.
En los hospitales echan a los directores, los reemplazan por razones políticas, mientras alrededor se amontonan las quejas por las faltantes de recursos humanos, por la falta de respuestas y atenciones desde el ministerio. Siguen apareciendo vacunados VIP, amigos y familiares de funcionarios que acceden privilegiadamente a la inoculación, sin que nadie tome una sola medida.
Los policias no tienen órdenes. Los Jefes de las Unidades Regionales son cambiados como cartuchos de tinta truchos, y cada día que pasa, la confianza en los cuadros superiores o intermedios de la fuerza, se va mellando hasta caer en la nada. Nadie manda, nadie obedece.
En las oficinas públicas siguen hablando de designaciones que aún no fueron formalizadas. Mientras crece la lista de contratados.
La Caja está llena de plata. El Ministro de Economía atesora miles y miles de millones en plazos fijos, y agita la bandera del Superávit, como si guardar plata fuera un mérito en medio de tanta necesidad.
No gobiernan, pelean. Gastan la mayor parte del tiempo en jaquear a opositores, en proponer trampas y proyectos que presentan dudas. Y la provincia está peor que hace 15 meses.
La afiebrada idea de que esta quietud destructiva se romperá con dinero en la calle durante la campaña, no hace más que confirmar una tesis sobre quienes nos no gobiernan: no entendieron el paso del tiempo. No leyeron nada sobre los cambios sociales y los nuevos problemas que afrontan las sociedades de la tercera década del siglo XXI.
Parecen no saber, parecen no querer, parecen no entender, y al final es una mezcla de todas esas cosas.
Por eso suenan las balas en Pichincha un sábado a la noche. Por eso, el gobernador está en Rafaela, en lugar de estar donde están pasando las cosas. Por eso, la vida de los santafesinos se complica cada día más.
Porque estamos asistiendo a un tiempo desconocido. El tiempo que será recordado, no tengo dudas, como el que nos tocó vivir sin gobierno.