
Apenas cuatro días después de haber dejado en off-side al presidente, y sin que nadie lo advirtiera de manera oficial, la Ministra de Salud de la provincia, Sonia Martorano, informó que el sistema de UTI-COVID tiene una ocupación del 82% en todo el territorio y que ese porcentaje se eleva al 90% en Rosario. En Rafaela la situación ya bordea el colapso, en Reconquista los trabajadores del hospital central declararon la emergencia y en la capital, el hospital Cullen comienza a armar un anexo de campaña con carpas. La vacunación viene demasiado lenta y el número de positivos sobre la cantidad de testeos, supera el 45%. Mientras tanto, Perotti no mueve un dedo.
El tiempo es veloz, demasiado. Lo que hace una semana era imposible, hoy es inevitable. Santa Fe tuvo y tiene, una inexplicable gestión de la pandemia: cuenta con la mejor infraestructura sanitaria del país, pero desde que empezó el Covid, en marzo del año pasado, siempre fuimos atrás de los efectos y siempre llegamos tarde con las prevenciones.
La semana pasada, el presidente Alberto Fernandez lanzó un alerta rojo en AMBA. La actitud de los gobernadores de la Región Centro en bloque, lo dejaron en off-side. Perotti, Schiaretti y Bordet dieron un paso adelante de manera organizada, y expusieron al presidente a un mano a mano con Rodríguez Larreta: el país quedó quebrado por el relato de la intervención a CABA, las clases presenciales y el poder judicial. En las provincias parecía que no pasaba nada y la «gente» lo entendió así. Tan así que el último fin de semana, un Secretario de Estado de la Provincia, le celebró el cumpleaños de 15 a su hija con 120 personas, violando todo lo estipulado en el decreto del 9 de abril.
Hasta hace una semana, el colapso parecía muy lejano, y ahora los propios funcionarios de salud admiten que estamos a pocos metros del iceberg. ¿ Por qué entonces no reaccionamos antes? ¿ Por qué la Provincia no descentralizó el proceso de vacunación a través de los Municipios y de esa manera ganar tiempo? ¿ Cuantas camas Covid se agregaron desde el piso de la Primera ola hasta hoy? ¿ Cuantas ambulancias se compraron? ¿Qué cantidad de enfermeros se sumaron? ¿ Que inversión se hizo en el sistema de salud? Ninguna de estas preguntas podrían ser respondidas rápidamente, porque el gobernador tiene un método de ahorro extremo y su gestión parece llevar la marca del último momento, de la salida a través de los acuerdos con los sectores privados de la salud que se llevan ganancias enormes y siempre termina culpando a las gestiones anteriores de lo que se encarga de no hacer desde que asumió?
Hoy la sociedad está envenenada de temores y traumas. Entre el devastador espectáculo de la muerte, la caída del sistema de educación pública de más de 40 mil pibes durante 2020, y los daños económicos de casi todos los engranajes de la economía, nadie parece estar dispuesto a confiar en nadie. Menos en los funcionarios que no advierten el peligro hasta que el choque es inevitable.
Con casi 2000 detecciones diarias de Covid19, con las ciudades de Rosario y Santa Fe funcionando casi con normalidad y sin controles efectivos. La pregunta que todo el mundo empieza a hacer es ¿Qué espera Perotti para tomar decisiones? En las alforjas del Estado, hay más de 50 mil millones de pesos guardados en plazos fijos, y con ese dinero bien se pueden afrontar ayudas concretas a los sectores que deban volver a cerrar, para frenar la segunda ola.
No se puede gestionar sin tomar decisiones. No se puede esperar a que todo colapse para que las medidas caigan por maduras. No se puede esperar a que no tengamos camas o respiradores suficientes, para anunciar que hemos cruzado una linea muy delicada.
Cada hora que pasa, se vuelve más inexplicable lo ocurrido la semana pasada tras el discurso del presidente. ¿Qué información tenían los gobernadores, entre ellos Perotti, claro, para no acompañar al presidente? Evidentemente no la tenian o no supieron interpretarla.
Ahora es tarde, y todo lo que se haga será en apuros y con menores márgenes de riesgo. Una vez más el gobernador parece desconectado de la realidad, y a esa modorra la termina pagando la sociedad toda.